sábado, 25 de febrero de 2017

David Mora vuelve a conquistar Vistalegre

Nueva salida en hombros un año después de su reaparición en este mismo escenario; una oreja paseó Paco Ureña y un par de ovaciones saludó Varea


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David Mora vuelve a conquistar Vistalegre
TEXTO: CARLOS PALACIO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO 

Solo la generalizada falta de fuerza de los toros de La Palmosilla evitó que la Corrida de Invierno tuviera un mejor resultado artístico. Sin embargo, David Mora supo aprovechar al mejor lote de la tarde y para comenzar su temporada en triunfo y sumar una nueva puerta grande en Madrid. Ureña y Varea vieron frustradas sus intenciones, pero dejaron muestras de su tauromaquia.

Conectó pronto David Mora con encajadas verónicas a un toro que soltó un derrote en cada embroque, defecto que se encargó de corregir Israel de Pedro con un certero puyazo y que se evidenció en un jaleado quite por chicuelinas del madrileño, que acertó después en doblarse con un toro que sacó un punto de codicia. No fue fácil ‘Caprichoso’ que engañaba en sus arrancadas de largo, pues la inercia dotaba de franqueza unas embestidas que encerraban algo de veneno, pues en corto, el toro siempre derrotó buscando los muslos del torero. Sin embargo, David siempre mandó sobre el toro, le llevó cosido a la muleta con temple.

Hubo series vibrantes, ancajadas y profundas, que se mezclaron con otras más comprometidas por ese defecto del toro de soltar la cara, sobre todo por el pitón derecho, pues por el otro se movió con menos transmisión y celo. La espada, un tanto desprendida, no fue obstáculo para la oreja que David paseó con justicia.

La notable falta de fuerza del cuarto fue un hándicap que David Mora supo resolver con tandas cortas y pausas largas, dándole sitio al toro, ayudándole con la muleta a media altura y mucho mimo en sus muñecas. Quizá por eso, por los tiempos muertos y porque el toro tardó en afianzarse un poco, la faena sólo tuvo un mayor eco en los tendidos al final (sonó un aviso sin tomar aún la espada), cuando el toro estaba metido en la muleta y persiguió los engaños con lentitud y fijeza, aunque sin chispa, lo que aprovechó bien el madrileño para desmayar el brazo y dibujar bonitos muletazos por ambas manos. Un certero espadazo puso en sus manos la oreja que le abría, nuevamente, la puerta grande de esta plaza.

No se quiso quedar atrás Paco Ureña y captó pronto la atención del público con un ceñidísimo y aplaudido quite por gaoneras en los medios, esperando al rebrincado sobrero que hizo segundo turno. No obstante, después de una excelente lidia de Curro Vivas, vino el susto, pues el colorado se arrancó de largo al torero que se dirigía al centro del anillo, pero se cruzó al final para meter el pitón entre las piernas del torero, que salvó la cornada de milagro. No perdió la compostura Paco y, con la serenidad de siempre, se plantó con firmeza para domeñar una embestida menos uniforme, pues el toro, aunque se movió, lo hizo sin entrega, con escaso celo y recorrido, sin el convencimiento de atacar y, en ocasiones, queriendo quedarse en medio del muletazo. Pero ahí estaba Ureña, tirando de las arrancadas con autoridad y ese empaque sencillo y soberbio que da la verdad de su torero. Fue una faena de currar, de convencer al toro de pasar por el camino que marcaba la franela, hasta que, dos tandas recias de desechados profundos y rítmicos bastaron para que, tras una buena estocada, cayera la oreja desde el palco.
Una larga cambiada se rodillas y varias verónicas de rodillas anunciaron la intención de Pago Ureña de salir a por todas, pero la invalidez manifiesta del toro aplazados sus deseos para el sobrero, que tampoco se mostró muy sobrado de fuerzas, por eso pasó rebrincado y descompuesto, hasta que la muleta del murciano le paró y le obligó a seguir sus vuelos. Pero entonces el toro perdió recorrido y Paco hubo de perder pasos para dar sitio al complicado astado de La Palmosilla, que pasó dejando miradas y recados al torero en medio del viaje. Ureña porfió, se cruzó, insistió, obligó... Pero el toro nunca mejoró su condición.
También emocionaron las roncas verónicas del saludo capotero de Varea, que tuvieron la emoción del brío de un toro metido en la pelea y la verdad de la pierna adelantada del castellonense, que quiere meterse con fuerza en el gran circuito de la temporada. Tampoco fue sencillo este tercero, que llegó a la muleta con pocas ganas de empujar las telas, pasaba por allí como por obligación, sin codicia y, aunque humilló bien, levantó varias veces la cara como renunciando a la embestida y generando peligro en un torero que se entregó por completo, pero que poco lucimiento pudo tener ante un oponente así. Ovación tras aviso.


De nuevo se estiró bien Varea a la verónica ante el sexto, que cuando lo lanceaba por el pitón derecho, el toro se coló y le soltó un derrote seco, violentísimo en el abdomen e hizo por el torero en el suelo, propinándole una muy seria voltereta de la que quedó notablemente afectado, aunque continuó la lidia despojado de la chaquetilla. Volvió a vestirse Varea mientras banderilleaban al toro y salió, como si nada, para hacerse con el toro con varios ayudados por alto semigenuflexo y llevarlo a los medios, donde comenzó por derechazos ante un animal de embestida muy descompuesta, que en un viaje soltaba la cara, al otro se frenaba, al siguiente rebrincaba y nunca se templaba con fijeza. Tuvo menos violencia por el izquierdo, por donde el castellonense quiso acariciar el viaje para limar la esperanza de un manso sin solución. No obstante, no perdió la fe y antes de que el toro buscará refugio en las tablas, apuró algunos viajes para dejar algún multazo con el sello y el gusto de su toreo. Esfuerzo valiente y dispuesto de un torero que mereció más.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Vistalegre (Madrid). Feria de Invierno. 
Toros de La Palmosilla, muy bien presentados, de juego variado, destacó el buen primero.
David Mora (Tabaco y oro). Oreja y oreja
Paco Ureña (azul pavo y oro). Oreja y ovación
Varea. (azul marino y oro). Ovación tras aviso y saludos
Incidencias: El paseíllo comenzó con algunos minutos de retraso, ya que en las taquillas seguían las colas de aficionados queriendo comprar su entrada.

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