viernes, 6 de septiembre de 2013


Hace 28 años de esa fatídica tarde y me acuerdo como si fuera hoy…
Aquel verano tenía trece años y bajaba todas las tardes a los jardines de enfrente de casa de mis padres a jugar con los amigos. Jugábamos a los toros y había veces que nos acercábamos hasta La Glorieta y hablábamos del mismo. Todos por aquel entonces teníamos más pájaros en la cabeza que luces, y soñábamos con ser Manzanares, El Niño de La Capea, Julio Robles o incluso el joven Yiyo.

Recuerdo perfectamente como, jugando a los toros con una muleta que nos había regalado el maestro Capea, pasó un señor del barrio que siempre iba conectado a su transistor y nos dijo; “Ha cogido un toro a Yiyo”. Nos abalanzamos sobre él y le cosimos a preguntas: ¿Es grave?, ¿qué más dicen?, ¡déjanos escuchar! Pero no había manera. Salí corriendo hacia casa y se lo dije a mi padre, que ya se había enterado. ¿Cómo está? ¿Le ha hecho mucho? Fueron mis preguntas inmediatas. La contestación tardó poco en dejarme helado: “lo ha matado, Dios lo tenga en su Gloria, qué pena…”


Sinceramente según estoy escribiendo esto se me encoge el alma… Salí corriendo a mi habitación y rompí a llorar desconsolado, no había nada ni nadie que pudiera apagar o, simplemente, calmar el dolor que sentía en lo más profundo. En ese mismo momento aprendí lo que es estar angustiado y profundamente triste. No podía entender que uno de mis ídolos, un torero con trazas de convertirse en máxima figura del toreo, pudiera haber muerto.


Puse la radio y en todos los informativos escuchaba lo mismo, la trágica noticia de la muerte de José Cubero "Yiyo" en la plaza de toros de Colmenar Viejo, por el toro “Burlero” de la ganadería de Marcos Núñez. Y más angustia me entraba.
Aquel día murió algo dentro de mí, sentí un dolor inmenso por la pérdida de ese torero, de ese ídolo, de ese espejo en el que queríamos mirarnos todos los chavales de la época, porque todos queríamos ser como él, todos queríamos ser El Yiyo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario