Carmen Acosta Alvares "Carmeluchi"
La tarde del 24 de septiembre Carmen Acosta Álvarez, conocida
como Carmeluchi por los vecinos de
Santa Marina, había piropeado y gritado fervorosos vivas a las imágenes de Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad
cuando en procesión pasearon por las toreras calles del barrio.
Después, con su hija Angustias, acompañó el traslado de sus queridos titulares a la
iglesia de Santa Ana y a la
Catedral , donde tendrían lugar los actos de celebración del
CCL aniversario de la fundación de la Hermandad , a la que pertenecía como hermana como del
mismo modo lo era de las del Señor
Resucitado y Nuestra Señora del
Carmen.
No pudo resistir su cansado y herido corazón tantas
emociones. Horas después, en la madrugada del viernes, entregaba su alma al Padre
para agradecerle sus 84 intensos años de vida y llenar el cielo con su alegría,
bondad y gracia.
Conocí a Carmeluchi
en noviembre de 2014, con motivo de la visita a la Tertulia “Tercio de
Quites” de Córdoba del periodista Federico
Arnás y María José, su esposa,
con quienes visité la taberna La Sacristía , en Santa
Marina, junto a Rafael Alonso y José Luis Cuevas, para gozar de un lugar
donde se respira la historia del toreo y se rememoran faenas con sorbos del
buen vino que sirve Paco Pérez. Allí
nos esperaba una inmensa sorpresa: la presentación de Carmen Acosta, que para demostrar al señor de la televisión su
admiración le había llevado el último capote de brega que usó Manolete, otro sin estrenar, los
fundones, con las espadas y ayudas, del Monstruo
y Manolete padre, conocido por Sagañón,
reliquias que veneramos con admiración y profundo respeto.
“Carmeluchi”, que nos había acercado el recuerdo de Manolete como nunca pudimos imaginar, contó
que su madre sirvió en la casa de Sagañón y vio nacer a Manuel,
como éste la vio nacer a ella y
trabajar en su hogar durante los dieciséis años que la conoció. Recordaba como
su madre le contaba que siendo Manuel
un chiquillo escondía trapos y palos, con los que se hacía muletas para torear
escondido en el “cuarto de los secretos”, habitación donde la madre del torero
guardaba bajo llave todo lo relacionado con la profesión de sus maridos. Un día
que el nene toreaba creyendo que nadie lo veía, la madre de “Carmeluchi” miró por el hueco de la cerradura para
ver qué hacía y quedó sorprendida por los pases que dibujaba aquella muletilla
tan “planchá”. Algo debió presentir cuando fue en busca de doña Angustias
y le dijo: “Señora, su hijo va a ser un torero muy grande”.
Descanse en paz Carmeluchi, que con su sencillez, gracia y torería nos hizo gozar de uno de
los momentos más entrañables que como aficionado hemos tenido la suerte de
vivir.
Antonio Luis Aguilera
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