DOS TAUROMAQUIAS HERMANADAS, LA CLÁSICA Y LA POPULAR
Antonio Purroy, Miguel Reta
En estos tiempos que corren todo son preocupaciones alrededor de la Tauromaquia:
unos la atacan, otros la defienden, los responsables del tinglado taurino no hacen lo
suficiente para salvaguardarla, el público abandona los tendidos, los aficionados
desencantados, los políticos con los complejos de siempre… Pero lo cierto es que la
Fiesta tiene tal arraigo en las entrañas del pueblo español que nadie va a conseguir que
desaparezca. Así de claro y así de contundente.
Pocos se paran a reflexionar sobre la gran riqueza que posee la Tauromaquia,
con dos vertientes bien distintas pero complementarias: la tauromaquia clásica de lidia
ordinaria y la tauromaquia popular con festejos en calles y plazas.
Ninguna de las dos
es más importante que la otra y ambas han coexistido a lo largo de la historia y se han
retroalimentado mutuamente. Tienen que seguir caminando juntas, porque ambas se
apoyan y se necesitan.
Los buenos aficionados aman, por lo general, ambas tauromaquias por igual. A
veces una de ellas es el camino para llegar a la otra, como es el caso de la popular que
hace que sus aficionados -que son legión y muy apasionados- decanten en la tradicional,
especialmente, cuando ganan en edad. Otras veces son los aficionados de la
tauromaquia clásica –algo desencantados por la falta de emoción en los ruedos- los que
de repente descubren la belleza y la autenticidad de la tauromaquia popular, aunque este
hecho es menos frecuente.
Los que participan activamente en estas tauromaquias, toreros y corredores o
recortadores, se sienten artistas, cada uno a su manera, todos exponen su vida y
procuran crear arte para su propio goce y para divertimento de los espectadores.
Muchas veces, desde dentro, para apoyar a una de ellas se ningunea a la otra.
Hace tan solo unos pocos lustros, los organizadores de la tauromaquia clásica
despreciaban a la tauromaquia popular por falta de sentimiento –“pellizco”- y de tronío.
Hoy, los aficionados a esta última, que cada vez son más numerosos, se desmarcan de la
clásica por lo que tiene de sangrienta y muerte en el ruedo. Tanto aquellos como estos
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se confunden y que más quieren los enemigos de la Fiesta -que siempre han existido-,
que se les haga el trabajo sucio desde los propios aficionados.
Animales
El ganado que se utiliza en ambas tauromaquias tiene el mismo origen: la agrupación
racial de lidia, animales producidos por los ganaderos de bravo para el cometido de
responder con fiereza cuando se les provoca.
La metodología de selección es la misma:
elección de los futuros sementales y de las vacas madres de entre los hijos de los
mejores reproductores, que tienen que mostrar su bravura en la tienta y además tienen
que transmitirla a sus descendientes. La tienta con la suerte de varas como prueba
fundamental es el verdadero laboratorio de la bravura.
Hay un hecho que es totalmente cierto: si no existiera la tauromaquia clásica no
podría existir la tauromaquia popular, porque desaparecería la cría del ganado bravo de
nuestros campos y dehesas. Como se ha indicado, los animales para ambos tipos de
festejos tienen el mismo origen y la misma forma tradicional de cría y manejo. Es
constatable que, en la actualidad, los ganaderos que crían toros para la lidia ordinaria
han encontrado un gran alivio económico en la venta de sus animales para los festejos
populares en calles y plazas. Los festejos populares se sienten orgullosos de disponer de
toros con trapío y bravura procedentes de las ganaderías más prestigiosas de carácter
torista. Pero no es menos cierto, que ahora se avecina un posible peligro, ya que como
consecuencia del descenso brusco de festejos mayores por la crisis económica y la
consiguiente eliminación de vacas madres en las ganaderías de lidia, estas pueden ser
incapaces de suministrar animales suficientes para los festejos de ambas tauromaquias.
Encierro
No hay que perder de vista que el origen primario de los festejos populares en España se
encuentra en el encierro de las reses desde extramuros de ciudades y pueblos hasta las
plazas donde iban a ser lidiados al estilo clásico o tradicional.
El mayor paradigma
actual aunque desvirtuado de su concepción original es el Encierro de Pamplona, con
una repercusión mediática insospechada hace tan solo dos o tres décadas. Que nadie
piense que estos encierros se iban a celebrar en la actualidad si no hubiera corrida de
toros por la tarde. La Feria del Toro de Pamplona ha adquirido tanta relevancia por
existir el Encierro y este no tendría la importancia que tiene si no lo corrieran los toros
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que se van a lidiar por la tarde: “tanto monta, monta tanto”, este es un ejemplo rotundo
de cómo se necesitan ambas tauromaquias.
En la raíz de esta disyuntiva -¿tauromaquia clásica o tauromaquia popular?- se
encuentra una vez más el síndrome de las dos Españas: izquierda y derecha,
republicanos y monárquicos, Norte y Sur, toros y futbol…y muchos ejemplos más. En
este caso que nos ocupa, además de ser una aberración “técnica”, es un grandísimo error
que perjudica a la Tauromaquia en su conjunto. Sólo la unión nos hará fuertes y
permitirá luchar con determinación contra los intransigentes que no conocen y no
respetan los sentimientos y la historia de nuestro pueblo (“No se puede entender la historia
de España, sin reconstruir la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término”;
J. Ortega y Gasset).
Y lo mismo ocurre en el resto de países taurinos, donde también la tauromaquia popular
tiene una gran relevancia.
Basta con echar un vistazo a los dos países vecinos donde se celebran
fiestas con toros. En Portugal son muy importantes los forçados en el ruedo y los toros por las
calles, especialmente, los toros ensogados en las islas Azores. En Francia con la corrida landesa
(Sud-Ouest) y la corrida camarguesa en la región de la Camarga (Sud-Est), las dos tauromaquias
conviven en perfecta armonía. Pero es que se da la paradoja de que existen países no
reconocidos como taurinos donde celebran una tauromaquia popular con ganado vacuno local,
más o menos violento, a menudo pintoresca, que tiene una gran tradición entre la gente (los
rodeos norteamericanos, las carreras de toros en Bali, las peleas con vacas “reinas” en Suiza…).
Los buenos aficionados no tienen que permitir el divorcio entre ambas tauromaquias,
porque las aman por igual y porque juntos se defiende mejor la Fiesta de quien la ataca por
ignorancia y por odio a la tradición y a lo que representa la tauromaquia en el contexto del siglo
XXI, no solo en España, sino en muchos lugares del mundo.
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