David Mora: “Mi objetivo en febrero era hablar en la plaza cada día y lo estoy haciendo”
De pactar con el diablo por reaparecer a hablar con Dios cada tarde está el trecho del destino, la voluntad y la suerte de las que sólo David Mora tiene la respuesta... lo explica en esta entrevista
JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
De pactar con el diablo por reaparecer a hablar con Dios cada tarde está el trecho del destino, de la voluntad y de la suerte de las que sólo David Mora tiene la respuesta. Y las tiene porque ha vivido la experiencia del dique seco y la gloria llena. Del dolor inhumano y el cielo a metro y medio del suelo, izado sobre el costalero que esta temporada atestiguó su momento. Al toledano sólo le queda el asedio de Jaén que, cual Fernando III de Castilla en 1246, deberá mostrar armas para reconquistar San Lucas. Llega curtido a esta segunda batalla, con el corazón gastado de recibir cariño en el triunfo pero el escudo reventado a defensas contractuales.
"Esta temporada he toreado prácticamente con todos los compañeros. Ha habido tardes muy importantes, de mucha responsabilidad y creo que he cumplido. Estoy muy satisfecho porque ha sido una temporada muy completa. Ha faltado entrar en alguna Feria que, como uno de los triunfadores de Madrid, era de justicia. Pero eso son méritos diferentes a mi esfuerzo en la plaza”. Y afrontará tras Jaén su segunda batalla: si la primera fue volver a enfundarse el chispeante, será la que le viene la de batallar sobre los despachos lo que en el ruedo se ha ganado.
En realidad ha sido una temporada de hablarle al destino a la cara. De decirle al aficionado desde Vistalegre a Zaragoza que ha aprovechado con fruto los talentos que en su reaparición el destino le entregó: "Se corroboró desde que reaparecí en Vistalegre. Ha sido una temporada con sensaciones, de haber cuajado toros puntuales que han quedado para el recuerdo, y eso como artista debe servir para intentar encontrar tu toreo y que las faenas queden grabadas. Eso se ha conseguido”.
Y habló, pactó y apostó con el destino mismo la tarde de "Malagueño” el David Mora que, ni soñando, jamás se habría imaginado un reencuentro así con Madrid: 48000 párpados, 240000 corazones y una sola alma, tan sólo una, fue la aquel día se batió con las alturas, creyendo en Dios aunque no fuera a misa, la Puerta Grande que el cielo le puso en su mano y él exprimió con alma, valor y garra. Y mucha elegancia. "Hace años que el triunfador de San Isidro era objeto a ser llamado por todas las empresas. Ahora parece que un triunfo en Madrid es indiferente. Eso es algo que no se está haciendo bien. Mi objetivo es hablar en la plaza pero por dentro uno siente injusticia”. Porque hay que ser tan divino cuanto soñador para echarle cojones al bravo "Malagueño". Lo fue David Mora con un toro de vuelta al ruedo de Alcurrucén que, donde otros hubiesen visto litigio simplón, el pactante vio la puerta del anhelado cielo abierta de par en par.
Es el David de Madrid, de Santander, de Nimes, de Valencia, de Almería, de la sangre de Albacete y de la gloria incompleta de Zaragoza el torero que un día creyó en que el destino cambiaría. Y ese Mora gerente de su propio sino le ha ganado la apuesta a la temporada. "El primer día en Vistalegre, en Sevilla también pude cuajar un toro de Daniel Ruiz importante, Malagueño en Madrid, el toro de Lagunajanda en Cuéllar, algunos toros sueltos en Guijuelo o Vitigudino, en la Feria de Valladolid o Palencia, en Almería con un toro de Daniel Ruiz. Han sido de las tardes que merecen la pena para seguir disfrutando de la carrera que uno ha elegido”.
Ya le guiñó el ojo Dios a David Mora en la mesa de negociación cuando Madrid le tributó su orgullo de torero recuperado en una ovación para la historia el día de su vuelta a ese escenario. Pero había que demostrar la recolecta, y para eso hay que ser muy hombre. Como lo ha sido para afrontar la temporada David. "Ha sido ese toreo el que ha ido marcando cada tarde. Ese poso y esa personalidad es la que uno busca cuando indaga en su toreo. Que cuando le vean torear sin mostrar el rostro, que se sepa quién es el torero. Eso es lo que he conseguido y eso es al fin y al cabo lo que marca tu propio sello y personalidad”.
No enterró David los talentos que el destino le ofreció en su reaparición sino que los ha puesto en la parrilla para que, ni crudos ni pasados, los saque tiernos ganándose el respeto de las plazas al menos por unos meses. No el de sus cancerberos. O algunos. Y esa es dura prueba psicológica para un torero: "Quizás Pamplona fue una falta de entendimiento, pero sí hay que decir que la Casa de la Misericordia llamó. No nos entendimos por nuestras diferencias pero llamaron. Pero hay otras Ferias que no han llamado y uno ve que algo ocurre en esto del toreo”.
Y siempre tras la divinidad hay un pedacito de realidad que en débil carne humana suele ser pilar lógico a las circunstancias que acechan la barata liga de pactos en el toreo. Se llama Antonio Tejero y nunca, nunca, nunca lo dejó de lado a pesar de las circunstancias. Y ha evolucionado la relación de ambos durante los recientes años y meses. "Para mí es como si fuera una parte mía. Cuando ves esa evolución juntos, que uno se encuentra bien y está en un momento de disfrutar delante del toro, es un momento de felicidad por ambas partes. Él ha esperado mucho y hasta que no me he recuperado ha estado ahí esperándome. Como persona es honesto, responsable y ha dedicado toda su vida al toro. Todo lo que me transmite tiene una verdad implícita crucial. Para mí es especial en mi vida”.
Es padre desde hace un mes: "Uno tiene la misma responsabilidad, pero es duro. Tener una criatura pequeña y tener que salir todos los días a jugarse la vida es duro pero bonito ya que todas las figuras del toreo han vivido a lo largo de la historia esa sensación. Por supuesto que uno se responsabiliza muchísimo”. A pesar de la alegría familiar, América le espera y Cali, que el miércoles anunció su Feria, cuenta con él: "La primera fecha es ésta y me hace mucha ilusión. Se llenan los tendidos y a uno le ilusiona, va con una moral tremenda. Me mantengo en hacer campaña americana porque me viene muy bien seguir toreando. A Colombia le tengo mucho cariño por todo lo que ha significado en mi recuperación. En México también me gustaría hacer una temporada bonita”.
Como torero, no le da alas a la tranquilidad a pesar de que uno de sus apoderados, Simón Casas, vaya a regentar Las Ventas: "Creo que la tranquilidad nunca existe en el toreo. Son términos diferentes. Él va a llevar una responsabilidad totalmente desligada a mi carrera porque, aunque vaya paralelamente, yo tengo que mirar por mi objetivo de mirar tarde a tarde. Eso marca una responsabilidad más. Uno tiene que estar a la altura. Este año tenía muchísimos motivos para haber toreado en muchas más plazas que debería haber estado y por circunstancias del sistema no he podido ir. Cada uno busca su objetivo. Uno tiene que buscar su esfuerzo”.
Sabe que ya no hay calambrazos que sanen con escozor la meta de sus días. Porque el dolor fue gozo enmascarado en durísima batalla este 2016. Lo ha logrado y le ha salido cara. De eso se dio cuenta la tarde que vio 20.000 cuerdos rompiéndose en Madrid las manos porque habían visto a un torero pactar con el destino mismo. Y no sólo hay que ser muy hombre para mirar el toril que te dejó cojo e intentar pactar con Dios que el diablo jamás iba a volver a aparecer allí; hay también que ser muy hombre y muy humano -no es lo mismo gallardía que verdad- para volverse al mismo destino y decirle que aquí, en el juego de la vida, o se apuesta o se muere en el intento de ser cobarde. Y lo ha hecho en su año David Mora.
ILUSTRACIÓN PORTADA: JUAN IRANZO
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