José María Montilla, decano de los toreros cordobeses, analiza la tauromaquia del Monstruo
«Vi a Manolete, pero no lo recuerdo». El matador de toros José María Montilla, decano de los diestros cordobeses (Córdoba, 1940), pese a gozar de una memoria especialmente prolija en lo que al aspecto taurino se refiere, tiene la reminiscencia propia de quién creció en un entorno donde comenzó a fraguarse la vida de un mito. Montilla estuvo presente en la última corrida de toros que Manolete toreó en Los Tejares.
«Recuerdo que fui con mi padre y mi tío». En aquella época, apenas contaba con cuatro años. A día de hoy, setenta y tres años después de aquello, explica en primera persona lo que significó la vida y la muerte de aquel torero del que hoy se cumple su centenario.
-¿Manolete es el torero más importante de la historia?
-Manolete fue una gran persona. Su calidad humana llegó a la misma altura que su calidad como torero. Como torero fue el mejor de su época y la tragedia lo ha convertido en un mito.
-¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de él?
-De niño, cuando salía del coso de Los Tejares, junto a mi tío José [persona que le introdujo la afición por la Fiesta], me encontraba siempre a aficionados que hablaban de Manolete. Fueron mis primeros recuerdos taurinos, pese a que mi afición surgió a partir de la alternativa de José María Martorell (1949), con Manolete ya fallecido. Mi recuerdo taurino fue hablando de Manolete y hablando de él.
-Antes del deceso del «Monstruo de Córdoba»,
¿qué se decía sobre su figura?
-Manolete fue un torero tremendamente admirado por su tauromaquia y su personalidad, pero hay que señalar que también se fue muy crítico con él. Quiero pensar que fue por la envidia que generaba. Se le achacó que ganaba mucho dinero. Pero es que en realidad, fue el torero más barato de todos, porque llenaba las plazas. También en Córdoba se fue muy crítico con él. Me contaba mi padre, que estuvo aquel fatídico 28 de agosto en Linares, que fue mucha gente de aquí a verle y que le enseñaban las entradas… Es más, incluso esa misma tarde, Luis Miguel Dominguín recibió más vítores en el arranque que el propio Manolete. El ambiente taurino cordobés se comportó así, proyectar hasta lo más alto a una figura para luego destrozarlo. Pienso que se fue muy injusto con él.
-Manolete se iba a quitar del toreo…
-La tarde en Linares es el resumen de su tauromaquia. Llegó siendo el mejor y lo demostró hasta el último día. Toreó a Islero por el pitón derecho, el más difícil, según me narró mi padre. Precisamente fue por ahí por dónde le cogió al entrar a matar, el toro era manso. Ese mismo día ya le dijo a Luis Miguel que se iba a quitar y que él iba a ser él su heredero; iba a heredar el peso de la Fiesta porque él ya no podía más…
-Usted tuvo relación con varias personas muy cercanas a Manolete: Álvaro Domecq, Luis Miguel Dominguín o Pepe Luis Vázquez. Si pudiera extraer lo más relevante de la figura de este mito con respecto a lo le dijeron,
¿con qué se quedaría?
¿con qué se quedaría?
-Fue un torero leal a la Fiesta, toreó todo tipo de ganaderías y encastes; serio y profesional, dentro y fuera de la plaza. Se dedicó toda su vida a ser torero y a ser el mejor. Su empaque, su personalidad… Para mí, su gran mérito fue conseguir lidiar todas las ganaderías. Miuras, Pablo Romero, Saltillo, Santa Coloma, Albaserrada, Escudero Calvo (Victorino), se quedó quieto con el grande, y también con el de Juan Pedro. Se arrimaba y le hacía la misma faena a todos los toros. Álvaro Domecq me contó que Manolete decía: «Yo tengo una cosa muy clara, no puedo estar mal. Voy a dar todo lo que tengo porque todo el mundo paga por igual».
-El toro pasaba por su cuerpo antes de llegar a la muleta. Pepe Luis decía que tenía una magia. Porque la técnica es dominar a los otros, pero Manolete tenía magia porque se quedaba quieto y lo que se movía era la muleta. El milagro es que con la muleta retrasada era muy largo el natural que hacía, era cumbre. Las reses llegaban a la muleta y él alargaba el trazo y luego los ligaba. Hasta entonces, nadie ligaba los toros de esa manera. Manolete cambia el toreo, evoluciona a Belmonte. Manolete inventó el toreo moderno. Tenía un empaque diferente. Sin duda, ha sido el torero de más personalidad de todos los de aquella época.
-¿Cree que Manolete fue más torero en México que en España?
-Fue más feliz allí. Esa sonrisa que a Manolete se le adivinaba en México no la tenía en su tierra. Aquí fue muy criticado, incluso por su relación sentimental; en aquella época no se veía bien que una persona viviera con su pareja sin estar casado. En México eso no importaba. Allí Manolete toreó como aquí, pero quizá disfrutó de esa tranquilidad que aquí no tuvo.
-Hay facetas como la religiosa o la política que han generado dudas.
-Manolete fue muy religioso. Se ha hablado poco de su fe, pero fue un torero muy creyente. Era devoto de la Virgen de los Dolores. En el lecho de muerte, pidió una estampa de «su Virgen» y de su madre. En el ámbito político fue muy respetuoso. En México, precisamente, mantuvo un encuentro con intelectuales exiliados. Fue un torero querido por ambos bandos.
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