LOS MALETILLAS
Eso de la oportunidad de los “maletillas”, tenía sus emociones y una espectacularidad que llegaba al paroxismo en Córdoba, como se pudo ver una mañana de los años 60 en el “coso” urbano de las Tendillas, al asomarse al borde de la cúpula del edificio de La Unión y El Fénix un hombre que movía un capote de brega y ponía un gran cartel sobre el frente de dicha cúpula, en el que en letras gruesas, pedía a la “docta afición cordobesa una oportunidad” para torear en nuestra plaza de toros.
Inmediatamente, el público se fue dando cuenta del hecho cuya escenografía, ambiente, altura y tema, incitaba a lo sensacional y era una llamada general a los espectadores, por que aquello, no cabe duda, constituyó un impresionante espectáculo.
Poco a poco, las anchas aceras de la plaza de las Tendillas y aún gran parte de la calzada, quedó invadida por la muchedumbre, la cual, cabeza inclinada hacia arriba, cuello alzado y con los ojos fijos en el punto crucial que era el capote de torear, el cartel y el “maletilla”, hacían aspavientos y comentarios.
Los comentarios se sucedían y había para todos los gustos, desde el dramático al de guasa, pero todos ellos hacían destacar la fiebre que sufría la juventud afanosa por triunfar en el mundo del toreo.
Naturalmente, aquel “maletilla” estaba en peligro. Es cierto que pedía una oportunidad para torear, pero allí a unos treinta metros de altura, era un caso excepcional. Como también vino a ser un modo de “alteración pública” que así fue tomada con razón por las autoridades, los que inmediatamente de tener noticia del peregrino suceso, montó guardia en el lugar del hecho y procedió a evitar un lance trágico a aquel hombre codicioso de fama y deseo de que algún empresario lo contratara.
Policías, guardias urbanos, bomberos con pertrechos de salvamento, etc., estaban al cuidado de los movimientos del “maletilla”. Le hicieron llamadas a la cordura, le enviaron por medio de cuerdas un falso contrato para que se diera por vencido, pero el “maletilla” quería ver la firma del señor Canorea, pero como tal firma no aparecía por ninguna parte del burlesco contrato, persistió en su actitud suicida.
La plaza de las Tendillas era una plaza animada por un público de fiesta que seguía las incidencias del espectáculo aéreo taurino. La intervención más decidida de bomberos y guardias, pudo lograr rescatar de su temerario empeño al “maletilla” quien, al llegar a tierra firme fue objeto de una clamorosa ovación.
A toda prisa fue llevado a la Comisaría, no sin antes haber saludado a la masa de espectadores que le aplaudieron.
El público quedó en las Tendillas encendido en nuevos comentarios llenos de interrogantes. “¿Quién es ese chalao?” “¿Es de Córdoba el maletilla?”. Nadie sabía nada.
Pero como no os voy a dejar con la curiosidad, os diré que se trataba de José Jiménez Ruiz, conocido por “Pepete” y natural de Albondón (Granada), el cual, cansado de esperar una verdadera oportunidad, quiso hacer algo que llamara poderosamente la atención. Por eso vino a Córdoba, paseó por las Tendillas y vio el edificio donde se alza con alas desplegadas la mitológica ave y el mensajero que lo conduce, y ello le sugirió la idea de subir allí y desde aquella altura llamar la atención del público. Lo que logró, pero nada más.
RAFAEL VALERA
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