La Hermandad del Descendimiento
Hablar de la hermandad de mi barrio supone, para mí, un serio compromiso por la documentación que hay que manejar, los muchos datos que hay que resumir, por la ineludible necesidad, de contar cosas, y no cansar a quienes nos leen. Todo y con eso, trataremos de ser fluidos y lo más escuetos posibles en nuestros comentarios.
Comenzaré por decir que, los antecedentes de la actual Hermandad del Descendimiento habría que buscarlos en los albores del siglo XX, en la ribereña ermita del Santo Cristo que se levanta a la izquierda de la entrada al barrio del Campo de la Verdad, si se llega a ella, procedente del Puente Romano.
El historiador Juan Aranda Doncel ha documentado que ya en la segunda mitad del siglo XVI existió en Córdoba una cofradía penitencial del Descendimiento en la iglesia Dominicana de San Pablo, pero se ha comprobado que esta desapareció pronto y por supuesto no tenía relación alguna con la de mi barrio. La citada ermita fue fundada en el año 1760 por el clérigo de menores Salvador Salido y Millán con el fin de dar culto al Cristo de las Ánimas o de la Misericordia en los terrenos cedidos por el Ayuntamiento.
A finales de 1903, se empezó a organizar una hermandad para dar culto a una imagen de San José que se veneraba en dicha ermita. La devoción que generó ésta imagen, sirvió de prólogo para que volviera la ilusión por fundar de nuevo la hermandad del Cristo de Ánimas. Fue entonces el capellán de San José y Espíritu Santo, Evaristo Espino, quien estimuló a aquellos jóvenes de comienzo, para que la imagen del crucificado que tanta devoción concitaba tuviese su cofradía. Por ello, el 16 de febrero de 1908 quedó refundada la hermandad constituyéndose la primera junta de gobierno cuyo primer hermano mayor fue Ricardo Barbudo Guirao. Desde aquel momento la cofradía pasaría a llamarse “Hermandad de nazarenos del Santo Cristo de las Ánimas, Sagrado Descendimiento de Cristo Nuestro Señor y María Santísima del Rayo".
El Viernes Santo, 2 de abril de 1915, el paso de misterio del Descendimiento había realizado estación penitencial como de costumbre en la procesión oficial del Santo Entierro. Aún no había sido desmontado dicho pasó cuando la noche del domingo 18 de abril se produjo el siniestro. Su causa no se pudo averiguar, aunque se manejó la hipótesis de que una vela encendida prendiera el altar. Sin embargo la imágenes centrales del paso de misterio: El Cristo, la Virgen y San Juan, pudieron ser salvadas del pasto de las llamas y ser restituidas a la parroquia. No corrió la misma suerte a la imagen titular del Cristo de las Ánimas, que unos días después fue hallado por un vecino del Campo de la Verdad entre los escombros totalmente mutilado. La gran devoción que toda Córdoba sentía por la imagen se hizo patente en la inmediata suscripción popular que se abrió para la restauración del crucificado y de la ermita. Aparentemente este incidente no afecto a la cofradía, pues siguió realizando su estación penitencial los dos años siguientes: 1916 y 1917; sin embargo a partir de 1918, dejó de hacerlo para más tarde desaparecer.
En el 1937 un grupo de jóvenes amigos se reunen y deciden refundar una nueva cofradía para dar culto a la imagen del Cristo del Descendimiento y para ello, hablan con el párroco accidental de la iglesia San José y Espíritu Santo, Miguel Muñoz Barrón, que les da su incondicional apoyo. Ante tan favorable acogida aquel grupo empezó a trabajar con celeridad en la elaboración de unos estatutos que fueron aprobados con fecha 28 de abril de 1937, por el obispo de Córdoba Adolfo Pérez Muñoz.
El primer desfile penitencial realizado por la cofradía fue en la Semana Santa de 1938. Así pues, el Jueves Santo que fue el día asignado, a las 7 de la tarde la banda de cornetas y tambores de la Cruz Roja abría el primer cortejo procesional de la Hermandad, formado por unos cincuenta nazarenos que acompañaban el paso, llevado a hombros bajo la dirección de Antonio Sáez Pozuelo “El Tarta", como era popularmente conocido. La cofradía salía de la ermita de Santo Cristo, pero debido a la estrechez de su puerta, el paso hubo de ser montado en la calle.
Efectivamente por vicisitudes de la contienda bélica apareció por Córdoba un joven escultor valenciano que echaría raíces en esta ciudad y que de su taller instalado en el casco histórico, saldría la mayoría de la producción de su copiosa obra artística. Amadeo Ruiz Olmos pronto entró en contacto con algunos miembros de la directiva y acogió la idea de estos con entusiasmo, se hizo hermano de la cofradía y enseguida realizó la maqueta de todo el misterio formado por el Cristo, la Virgen, San Juan, los dos Santos Varones y las tres Marías, todos ellos para hacer tallados en madera totalmente y después ser dorada, estofada y policromada. Proyecto tan atractivo como irrealizable para aquellos modestos cofrades.
A pesar de que en aquellos años la Hermandad atravesaba por un periodo de languidez y debilidad económica, pues el festival taurino, que tenían proyectado, había fracasado, sacaron pecho y pusieron en marcha el proyecto del imaginero valenciano que ya ascendía a 230.000 pesetas de la época y que luego fueron bendecidas por el párroco y consiliario Antonio Gómez Aguilar en la cuaresma del 1960.
Aunque este logro pudo servir de incentivo para el ánimo de los miembros de la Junta Directiva, el decaimiento era evidente y tras más de dos décadas al frente de la cofradía su primer y único hermano mayor hasta la fecha Manuel Salinas Navarro, dimitió por razones de edad en el año 1962. Después hubo una etapa transitoria en la Hermandad a cuyo frente se puso, el futuro presidente de la Agrupación de Cofradías Rafael Salinas Martínez hijo del anterior hermano mayor, que desde hacía varios años venía desempeñando el cargo de vice- hermano mayor, y cuyo ejercicio fue solo de paso. La crisis de la Hermandad entra en su fase más aguda y ante situación tan delicada, el párroco Antonio Gómez Aguilar, mete mano en el asunto para que la Hermandad no desaparezca y propone para nuevo hermano mayor a Pedro Herrera Martínez, uno de aquellos primeros fundadores y que había sido clave en la Junta de Gobierno desde hacía más de veinte años.
Lógicamente estos nuevos dirigentes acometen la empresa cargados de ilusiones y acuden al escultor Ruiz Olmos para que cumpla su primitivo proyecto completando el grupo escultórico con la realización de la talla de José Arimatea y Nicodemo, pues desde 1956 en que fueron vetados, el paso salía sin los Santos Varones, figuras imprescindibles en el misterio del Descendimiento. La distribución que ideó Amadeo Ruiz Olmos en su proyecto original, consistía en qué un Varón subido en lo alto de la escalera se dispone a desclavar el brazo izquierdo de Cristo, aún unido a la cruz. De este modo quedaba completado el Segundo Misterio de la Hermandad.
Después de dieciocho años de estar al frente de la Hermandad y más de cuarenta en la Junta de Gobierno, Pedro Herrera cesó en el cargo por su avanzada edad, sustituyéndolo Pablo Estévez, miembro de la cofradía desde su niñez y que había ejercido distintos cargos en la directiva.
El primer proyecto de envergadura que asumió la nueva Junta fue el de incorporar a la Hermandad un paso de palio. Antes de poseer la nueva imagen fue Fray Ricardo de Córdoba, religioso capuchino muy viculado a la Cofradía como consiliario y director espiritual, quién sugirió la advocación del Buen Fin. Triple buen fin por su parto, por la muerte de su hijo, y por su buen fin en la Tierra.
El mismo religioso fue quien puso en contacto en el 1985 a los miembros de la directiva con los anticuarios sevillanos hermanos Morillo que eran propietarios de una imagen de la Virgen de la que solo disponían de la cara y al busto, la cual agradó y fue adquirida por la Hermandad. Los mismos anticuarios se encargaron de hacerle las manos y el candelero.
La imagen, una vez adquirida y traída a Córdoba fue bendecida solemnemente el 12 de octubre de 1985 en una misa concelebrada por el párroco José Luque Requerrey, el conciliario Antonio Carreras y el propio Fray Ricardo de Córdoba. Así en los estatutos aprobados en 1986 por el obispo José Antonio Infantes Florido figuraba ya el nuevo nombre de la cofradía: Hermandad del Santísimo Cristo del Descendimiento y Nuestra Señora del Buen Fin.
El pregón cincuentenario fue realizado con gran brillantez por Fray Ricardo de Córdoba. Y él mismo fue el encargado de coronar a Nuestra Señora del Buen Fin, en una función religiosa celebrada el 22 de marzo de 1987. Todos estos actos culminaron en una solemne misa concelebrada por varios párrocos y consiliarios de la Hermandad en diferentes época de su historia en el mes de junio de ese mismo año, al cumplirse los cincuenta años. Pero el acto más importante y trascendente de todas estas celebraciones fue la primera estación de penitencia realizada por Nuestra Señora del Buen Fin en aquella Semana Santa, concretamente el Viernes Santo diecisiete de abril.
Hoy los pasos del Buen Fin y Descendimiento han mejorado mucho en esbeltez y belleza, y por ello, los Viernes Santos salen de su Templo para transitar por Calahorra, Puente Romano y las angostas calles de la Judería en dirección a la Mezquita-Catedral para hacer estación de penitencia…
La gracia que luce y el tipismo
y su cordobesismo
el Campo de la Verdad,
cuando por Semana Santa
hasta el vello se levanta,
las saetas que le cantan
al Cristo al pasar.
A incienso huele el Viernes Santo
oraciones silencio y llanto,
que el Cristo va a salir,
y hasta los muros se estremecen
cruzando el puente
del Guadalquivir…
Saetas dedicadas al Cristo del Descendimiento y a Nuestra Señora del Buen Fin.
I
Mi saeta es lamento
como plegaria encendida,
llorando la lanzó al viento,
para que le cierren las heridas
al Cristo del Descendimiento.
II
Padre mío Rey celestial
yo te pido en mis preces,
con mi saeta al cantar,
bendiga los feligreses
del Campo de la Verdad.
III
Puente del Guadalquivir,
el Arcángel en el centro,
se gira para ver venir,
al Cristo del Descendimiento,
y a la Virgen del Buen Fin.
IV
Puente del Guadalquivir
San Rafael su Monumento,
yo me siento morir
si no canto al Descendimiento,
y a la Virgen del Buen Fin.
V
Puente del Guadalquivir
San Rafael su Monumento
de Córdoba el “sentir”,
el Cristo del Descendimiento,
y la Virgen del Buen Fin
lo mejor del barrio nuestro.
VI
Capataáz párala ahí
que oigan tus costaleros,
lo que les voy a decir,
que la lleven con salero
a mi Virgen del Buen Fin.
VII
Qué triste vas bajo el palio
tienes roto el corazón,
recemos el Santo Rosario,
por el Divino Hijo de Dios
que a morir va al Calvario.
VIII
La saeta es canción
que al cielo se levanta,
es el grito del corazón,
que al pasar por la garganta,
se convierte en oración.
Antonio Rodríguez Salido.-
Compositor y letrista.-
Escalera del Éxito 176.-
José Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito 254
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