Toreros Gitanos
Dinastía “Los Gallo"
José Gómez Ortega “Joselito el Gallo”
Hermano, nieto, sobrino, primo y cuñado de toreros, José Gómez Ortega, nacido en Gelves (Sevilla), el día 8 de mayo del año 1895, era hijo menor del matador de toros sevillano, Fernando Gómez García y de la bailaora gaditana, Gabriela Ortega Feria. José tiene dos años cuando fallece su padre y la familia comienza a conocer la indigencia y la escasez en todo. Ante la complicada situacion, es la señora Gabriela, la de más carácter y habilidad de toda la familia, quién coge el mando de la casa. Al poco tiempo de la muerte del señor Fernando la madre decide trasladar a la familia a vivir al mismo Sevilla, más concreto, a la Alameda de Hércules. José tiene ya seis años cuando va a ver a su hermano Rafael torear de novillero en Cádiz, y se enamora por completo del toreo.
Pero volvamos con José a su barrio de la Alameda para señalar que en aquel tiempo con la afición más extendida, el chavalerío solía jugar al toro en la calle, y a “Joselito" le hacían corro la gente, para verle torear a un perrillo que él había enseñado a embestir. Entre aquellos aficionados se encuentra el guardia municipal, José Martínez, al que un determinado día le toca la lotería. El dinero del premio decide emplearlo en formar la cuadrilla de “Niños Sevillanos", con José Lara “Chicorro", José Gárate “Limeño" y José García “Pepete"… chiquillos que, como “Joselito" jugaban al toro en las calles de la Alameda. Pero tal decisión llega a oídos del pequeño José que observa con digusto que con él no habían contado, y pide explicaciones al guardia municipal y éste le argumenta: “Estás loco? si solo tienes doce años…” Pero, tanto insistió el chiquillo en presencia de su madre, que el guardia Martínez, accede a llevarle de sobresaliente. La presentación de los chavales es en Lisboa. A José le dejan torear un becerro y, lo hace con tal hondura y valor que, esa misma tarde, el guardia apalabra 17 festejos seguidos. Cifra que se debía a lo hecho por “Joselito". Todo comienza a ir “miel sobre hojuelas”. El éxito del joven torerillo es tan rotundo que el guardia José Martínez apoderado de la cuadrilla, decide dejar fuera de ésta a “Chicorro” y “Pepete”, para componerla con “Limeño” y “Joselito", como cabeceras de cartel.
El niño de doña Gabriela, es un talento, en cada actuación deja ver su intuición y sus dotes de ingenio torero. El guardia ajusta a los niños a tres pesetas por corrida, además de pagarle los gastos de estancia. Los 13 años de edad los cumple “Joselito" en Portugal y, cada vez, aprende más . Y aunque se resigna con el poquillo dinero que recibe, después de torear el tercer festejo decide, autorizado por sus compañeros, hablar con la empresa directamente, al margen del guardia municipal, y consigue torear una novlllada por la cantidad de mil pesetas. Cuando las cobra, entrega cien pesetas al guardia, y el resto hasta quinientas lo reparte en partes iguales con sus compañeros, desde ese momento “Joselito”, es quién manda en la cuadrilla.
José, siguiendo el ejemplo de su hermano Rafael, envía a su casa un giro telegráfico con el siguiente texto: “Mamá te mando quinientas pesetas, para los gastos de la casa“. La señora Gabriela, cuando recibe el dinero, pone el telegrama en un marco.
El año 1911 continúa la cuadrilla cosechando éxitos. Torea treinta becerradas afianzándose el cartel de “Joselito", y de entre todas merece mencionarse la celebrada el 15 de agosto en Cádiz, con ganado de Felipe Salas, en la que hubo de figurar como único matador, entusiasmando sus faenas al público, pero muy especialmente a los numerosos toreros de dinastía gaditana de los Ortega, sus parientes: el Marinero, El Loco, Rebujina, Agualimpia…, que veían en él, con enorme ilusión, la tradición familiar. “Joselito” goza de un buen ganado cartel, que sube de cotización según va sumando festejos por los distintos ruedos. Colmado de realidad torera, José ya es un fruto maduro, tanto es así, que de auxiliar en su cuadrilla entra su pariente Manuel Díaz “Agualimpia" y el día que “Joselito”, torea en la plaza de Cádiz “Agualimpia" le advierte: “José, con la derecha”… el chavalillo, sin esperar lo más mínimo le contesta: “Haga usted el favor de callarse, que yo sé lo que hago". Y comenzó a torear al novillo con la izquierda, en varias series de naturales. Su intuición fue siempre la base de su personalidad, apoyada en su condición física, su entusiasmo, su afición y su querer ser siempre.
Comienza a ser conocido. Su nombre está en boca de todos los aficionados y los ganaderos y empresarios, se frotan las manos al extremo que, un día, don Eduardo Miura le regala una jaca llamada Pandereta y, coincidencias de la vida, montado en ella iba dirección al cortijo Jotablanco, acompañado de sus amigos taurinos para torear unas becerras, cuando se encontraron en el camino, a un aficionado con su hato al hombro que marchaba a pie en la misma dirección e igual motivo. José mandó que le subieran a un caballo para evitarle la caminata y todos juntos llegaron a la ganaderia. Después se supo que aquel “aficionaillo” era Juan Belmonte, su futuro rival en los ruedos.
“Joselito”, intenta medir sus posibilidades y el 24 de octubre, final de temporada del 1911, pide matar un toro a puerta cerrada en el ruedo de la Real Maestranza de Sevilla, un cuatreño de cinco hierbas, de nombre Avellanito del hierro de Moreno Santamaría, con el que se encuentra sobrado, por lo que empieza a pensar ya, en su próxima alternativa. Le repiten en el ruedo madrileño y torea tres novilladas más. La del día 4 de agosto, pertenece al hierro de Miura. Al sexto novillo de éste encierro, lo finiquita de formidable estocada en la suerte de recibir. Él se ve suficiente, y antes de cumplir los 17 años le pide a su hermano Rafael que prepare su alternativa con don Eduardo Miura y don Felipe Pablo Romero.
La temporada del 1912, la comienza el 12 de mayo en Barcelona. Y el 13 de junio hace su presentación en Madrid, con solo nueve novilladas toreadas. La empresa anuncia para ese extraordinario acontecimiento, una corrida de novillos del duque de Tovar. Pero “Joselito", va a verla y no le gusta para presentarse con ella ante el público de Madrid. Él quiere para ese día lidiar toros. La empresa no tiene preparada otra novillada que le pudiera servir, y le ofrece una corrida de Olea, de gran presentación y hechuras, que tiene pastando en los prados de su dehesa jarameña y que, pretendían lidiarla en corrida extraordinaria. Con esta corrida y con sus dieciséis años, triunfa con ella. El primero de la tarde, negro de capa, tiene el nombre de Escopeta y lo lidia a gritos de ¡Lagartijo! ¡Lagartijo!; lo hizo todo tan perfecto, que recordó al primer Califa de Córdoba.
El triunfo de su presentación ante el público madrileño lo repite, en Sevilla, el 23 de junio, con novillos de José Moreno Santamaría. Al día siguiente, vuelve a torear en el albero sevillano y por cogida de “Limeño", tiene que matar cinco novillos de la divisa de Alguera, y lo hace con bastante desahogo y brillantez. Pero, los malos mengues andan sueltos, y le juegan una mala pasada. “Joselito", el día 1 de septiembre de aquel año, torea en Bilbao y al ir a saltar la barrera a la salida de un par de banderillas, le alcanza un novillo de Pérez Tabernero, causándole una herida en una pierna que le impide torear durante 25 días, perdiendo por esa causa, nueve novilladas y obligándole a retrasar el ser matador de toros. Ese año acabó la temporada toreando cuarenta y cinco novilladas. Después de su bautismo de sangre, se anuncia la alternativa del joven José para el 27 de septiembre en Madrid, y la lluvia impide celebrar la corrida, por lo que acuerdan que la tome al día siguiente en la Real Maestranza sevillana con toros de Surga. La alternativa se la da su hermano Rafael y de mudo testigo actúa el sevillano, Antonio Pazos, con toros de José Moreno Santamaría. El toro del doctorado llevaba de nombre Caballero, negro de capa, cornicorto y terciado. José estuvo lucido, y en banderillas los dos hermanos deleitaron al público haciendo auténticas maravillas. El día 30 torea otra vez, toros de don Felipe Salas, mano con su hermano Rafael. “Joselito", de nuevo vuelve a deslumbrar a los aficionados, con un toreo de gran calidad. El día 1 de octubre va de nuevo a Madrid a cumplir el compromiso aplazado por la lluvia y confirma el doctorado, apadrinado por su hermano Rafael, que le cede el segundo toro de la tarde de nombre Ciervo, de pelaje jabonero claro. Es corrida de ocho toros de Veragua y, en ella, también toma la alternativa otro diestro sevillano, Manuel Martín Vázquez “Vázquez II", de quien fue su padrino, el madrileño Vicente Pastor Durán “El Chico de la Blusa”.
“Joselito", había heredado de su padre, la capacidad de voluntad, de pureza y raigambre, para imponerse sabiamente a los toros, aunque aún le faltara la inspiración, creatividad y el embrujo torero, de su hermano Rafael y como no, el gitanísimo pellizco de éste. En la Feria de Abril de Sevilla del año 1913, torean los “Gallos" y los “Bombas”. Y “Joselito” comienza a enseñar la goma que trae para borrar del torreo a los que ya habían dado todo por la fiesta al tiempo que obliga a medirse con él, a los que aspiran a ser algo en el toreo. De todos solo Juan Belmonte mantuvo la competencia. Su intuición, su talento, su capacidad, sus claras ideas para ver con prontitud el comportamiento de los toros, le convirtieron en seguida en un maestro fenomenal.
El día 1 de junio de 1913, “Machaquito", Rafael “El Gallo" y “Joselito", saben a hombros de la Plaza de Madrid, después de vérselas con una corrida de Palhas. El 5 de junio del mismo año repite con su hermano Rafael y Manuel Torres “Bombita", con toros de Saltillo. En esta ocasión corta su primera oreja a un bravísimo toro, llamado Gimenito, igualando a los “Bombitas", “Machaquito", Vicente Pastor (por dos veces), y su hermano Rafael “El Gallo".
Después de los éxitos logrados en distintas ferias. “Joselito" torea en Madrid, el día de la despedida de “Bombita”, el 15 de octubre de 1913, con su hermano Rafael y “Regaterín”, toros de García La Loma. Esa temporada se van del toreo “Bombita” y “Machaquito” y llega Belmonte quien el día 16 de octubre toma la alternativa. La tarde de la retirada del toreo de Ricardo Torres “Bombita" en Madrid, José, muy joven aún, y que había irrumpido en el toreo con fuerza y ambición, le brinda el cuarto toro a “Bombita". Éste con cuarenta y cinco años de edad y treinta cornadas graves que llenaban de cicatrices su cuerpo, le agradece el brindis y le dice: “José yo ya he terminado mi vida torera no me comprometas ofreciéndome banderillas en tu próximo toro”. “Gallito" desatiende la recomendación y, le ofrece banderillear al sexto. Éste inconsecuente comportamiento de “Joselito” dadas las circunstancias, no debe entenderse como el rencor revanchista de los “Gallo" a los “Bomba", que en verdad existía, pero aquello fue un arrebato irrefrenable de amor propio de adolescente.
“Joselito" no permitió que nadie le ganará en la plaza. Venció a todos… ¡menos a Belmonte!. Triunfo por todas las plazas dominando a todos los toros. La afición se divide: Los partidarios de uno y de otro torero polemizan e incluso llegan a las manos. Intelectuales como Valle Inclán, José Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Gregorio Marañón, Julio Romero de Torres, Sebastián Miranda, los hermanos Machado, el pintor Ignacio Zuloaga, Ramón Sánchez de la Serna, Agustín de Foxá… se van con Belmonte. Pero los viejos aficionados, los ganaderos de solera e incluso los viejos toreros son acérrimos partidarios de José por lo que representa de continuidad de la tradición.
Aquellos que oportunamente acertaron a verle torear, no podían olvidar tan irresistible poderío ante los toros. La cita, el lance, el recorte saleroso el ímpetu glorioso del envite en banderillas encontrando el toro en cualquier terreno, el brindis, el gesto, los ha ayudados, los pases con la derecha, con la izquierda cuando era promesa y cuando fue realidad, siempre un portento de saber taurómaco. Hizo a Sevilla rondeña, toreo como le vino en gana lo mismo al toro claro que al de oscuras intenciones, a veces, con la elegancia de su cuerpo mimbreño y gentil, a veces, con dureza, tan fina una como torera la otra. Salvó y burló la testa de malintencionados cornúpetas volviéndolos docilones, cómo amo del toro y del toreo que era.
Durante la temporada de 1914, “Joselito” sufre dos cogidas, el 5 de julio en Barcelona, y el día de su reaparición en Bilbao, el 19 de agosto; aunque se encuentra más firme que nunca, con rigor, garra y valentía. Los percances se producen al empuñar el estoque y entrar a matar prescindiendo del tranquillo de la mano alta y el brazo suelto, empeñándose en realizar la suerte a ley. Ricardo Torres “Bombita", retirado del toreo y reconciliado con “Gallito", le visita y le dice: “José, que te mejores pronto para bien tuyo y de la Fiesta, y no olvidables que haciendo las cosas en su sitio y de verdad a los toros, éstos cogen”.
No olvida “Joselito" las palabras del maestro “Bombita" y el mismo día en que reaparece en la Feria de Bilbao, y al entrar a matar en la suerte de recibir, el toro le clava el pitón en el pecho que por fortuna no tiene la gravedad que en un principio se le suponía. Torero de raza, torea con hondura implacable dejando la impresión de dominar por entero todos los esquemas de la tauromaquia. Por el contrario de las cornadas, herido de consideración, pierde un buen número de festejos contratados. Luego supera el centenar de corrida en 1915 alcanzando 102. Al siguiente 116, y en 1917 torea 103, logrando momentos de oro. A tanto toreo embrujador, “Joselito" pasa también tardes amargas. En el 1918, en el coso de Valencia, un toro de una de sus ganaderías favoritas, la de don José Moreno Santamaría, de nombre Platero, posiblemente burriciego, le descompone de manera inconcebible hasta escuchar los tres avisos, después de más de 30 pinchazos y hasta que un picador, entre barreras, atraviesa al animal con un estoque.
Aunque el trago más amargo lo pasó José, el 25 de enero de 1919, al perder lo que más adoraba en la vida, su madre, la señora Gabriela. El luto lo lleva “Joselito", hasta en el los vestidos de torear, y la pena en lo más profundo de su corazón. Su madre, había protagonizado un caso anecdótico un día que preside una mesa de postulación a favor de la Cruz Roja de Sevilla, y en el que queda demostrado el mucho cariño que su hijo José, siente por ella. La invitación la hace don Félix Urcola, por entonces, presidente de la Asamblea sevillana. El famoso ganadero, le pide a “Joselito" que su madre Gabriela Ortega, presidiera una mesa petitoria en la Alameda de Hércules. La señora madre de José acepta de buen agrado y consigue que la recaudación de ese día sea espléndida. Meses después, el señor Urcola le dice a “Joselito" que el dinero recaudado, en aquella mesa presidida por la señora Gabriela, no había sido entregado. El diestro pregunta a su madre que destino le había dado al dinero de la Cruz Roja y ella contesta que lo había gastado. Ante aquella situacion, el hijo firma un cheque a favor de ta humanitaria institución por el importe de 25.000 pesetas, que suponía más de lo recaudado. El amor a su madre, bondadosa para toda la gente necesitada que acudían diariamente a su casa, era enorme y lo justificaba todo. Decía “Joselito, que algunas facturas de aquellas, las tuvo que pagar hasta cuatro veces. Fallecida su madre marchó a vivir a casa de su hermana Lola, casada con Ignacio Sánchez Mejías.
Se hablaba de que “Joselito" se sentía solo y le ilusionaba formar un hogar. Al parecer le encandila el amor de la hija del famoso ganadero sevillano don Felipe de Pablo Romero pero no fructifica. Es Emilia “Lulú” la famosa vedette del Teatro Reina Victoria, de Madrid y Consuelo Hidalgo, sus amoríos más conocidos. Pero eso había ocurrido antes. Ahora, en el 1919, cuando había fallecido su madre, era Encarnación López “La Argentinita", bailarina, coreógrafa y canzonetista, la que le bailaba el agua, pero mujer de mala suerte. Dejó a “Joselito" por su cuñado Ignacio Sánchez Mejías y también éste murió en las astas de un toro.
Ídolo de multitudes le concede la alternativa, el 16 de mayo del 1919 en Barcelona, a su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, que ya había figurado de banderillero en su cuadrilla. Su primer y único viaje América lo inicia el 30 de octubre del 1919, embarcando en Gijón con rumbo a Perú, acompañado de las personas de su confianza, el mozo de espada Manuel Ortega “Caracol”, padre del famoso cantaor del mismo apodo, y del banderillero Antonio Parra “Parrita”, pariente por parte de su padre y administrador suyo.
“Joselito” que tenía problemas con el crítico taurino Gregorio Corrochano, llevaba tiempo queriendo limar asperezas con dicho escritor, y es su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, amigo del periodista, el que les reúne a comer en el restaurante madrileño “La Estrecha”, y sobre la mesa y mantel se hace la paz entre ambos. José se compromete a torear, el 16 de mayo, en Talavera de la Reina, plaza que inauguró su padre. De manera que su participación en este festejo le liberaba de repetir actuación en la plaza de Madrid dónde últimamente el público no la había recibido nada bien. Los mismos que en la temporada de 1918, con los ojos embriagados y los pañuelos al vuelo, y afónicos de tanto ¡Olé! pidieron para el torero de Gelves el rabo del toro Gorrión de Guadalest, primero que se cortó en la plaza de Madrid.
Antes de habitar José el piso de la calle de Arrieta su última morada madrileña, solía hospedarse en el Hotel Palace y después en casa del matrimonio vasco Ignacio Sorroanandía y Ángeles, grandes amigos suyos que vivían en la calle Carlos III, y de allí se trasladaron a la Plaza de Oriente. Y en el 1920, el fatídico 16 de mayo, el toro Bailaor de la viuda de Ortega acaba con él de manera tan absurda como imprevista, de una certera cornada. El día anterior, un vociferante, uno de esos canallas sanguinarios que jamás entendieron lo que es una corrida de toros, le increpó al abandonar la plaza en tarde de escasa fortuna: “Ojalá te mate mañana un toro en Talavera”. Aquel desgraciado acertó con su sentencia.
España entera le lloró. Sevilla se deshizo en lágrimas. Vistieron a la Macarena de luto y desde entonces en la plaza de Madrid el 16 de mayo, de todos los años, los toreros hacen el paseíllo montera en mano y guardan un minuto de silencio por el que está considerado como el mejor torero de todos los tiempos… con permiso de Juan Belmonte.
“Joselito” vivió deprisa y Bailaór con urgencia cortó con su astas finas y asesinas esa apresurada trayectoria. Ignacio Sánchez Mejías y Enrique Ortega “Cuco”, sus cuñados, velaban el cadáver de José cuando se presentó llorando Juan Belmonte. Éste miró el féretro y se hizo una reflexión dirigiéndose a banderillero “El Cuco”: “Enrique, si éste está aquí, los demás estamos viviendo de milagro”. Pero la muerte le quiso para ella sola, y le puso una cornada certera al otro lado del tiempo, un día de primavera.
Torero, el mejor….
por arte y gracia gitana,
con el capote… nadie le igualó,
ni con la muleta, ni con la espada.
Antonio Rodríguez Salido. -
Continuará…
Antonio Rodríguez Salido.-
Compositor y letrista. –
Escalera del Éxito 176.-
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