Toreros gitanos
Dinastía:
Aparicio.-
Julio Aparicio Díaz.-
Hijo de la gran figura del toreo de los años 50 y 60 del mismo nombre, nació en Sevilla el día 4 de enero del año 1969, el mismo año que su progenitor decidió retirarse del toreo. Su madre Maleni Díaz Loreto (gitana por parte de madre), fue una excelente bailaora. “Maleni Loreto” era sobrina de “La Malena”, gitana de Jerez y una de las grandes del baile.
Con estos antecedentes, su abuelo Julio Aparicio Nieto (novillero y banderillero), su padre Julio Aparicio Martínez, (matador de toros) y su madre (bailaora de postín), es lógico que el niño Julito viviera inmerso en una densa tradición artística-taurina, que le empujará a decantarse por la profesión de su padre. Así, con 17 años recién cumplidos, el día 8 de febrero de 1987, debuta con picadores en la localidad valenciana de Gandía. Aquella tarde le acompañó en el paseíllo Fernando Lozano y Gregorio de Jesús que lidiaron novillos pertenecientes a la ganadería de El Torreón, a los que cortó cuatro orejas y un rabo.
Lejos del estilo sobrio y dominador del que hiciera gala su progenitor, desde el principio, el joven Julito dejó entrever que el suyo era un toreo de “duende y pellizco”, capaz de remontarse a las alturas artísticas más insospechadas cuando se juntan en el ruedo la inspiración y la boyantía del animal, pero capaz también de venirse abajo estrepitosamente cuando el torero no se siente a gusto frente al toro.
Después de forjarse como uno de los novilleros punteros de finales de los años 80, se presenta en las Ventas de Madrid el 16 de julio de 1989, en un festejo mixto junto al matador de toros jiennense Manuel Vázquez Ruano “Curro Vázquez”, con ganado también de El Torreón. Su primer novillo de Torrestrella era colorado de capa y se llamaba Merenguito. Aquella tarde de su presentación el toreo del novillero sevillano pasó inadvertido, confirmando así la impresión de quienes comenzaban a ver en él más publicidad que sustancia torera. Se decía, que el renombre que había alcanzado no era por méritos adquiridos en los ruedos, sino como consecuencia de su permanente comparecencia en ciertos medios de comunicación cuyos intereses eran del todo ajenos al mundo de los toros, junto también con otros jóvenes toreros, hijos de diestros sobresalientes,
como Rafi Camino, Miguelito Báez “Litri” o Francisco Rivera Ordóñez “Paquirri”.
El caso es que Julio Aparicio Díaz, hace el paseíllo en la Real Maestranza de Sevilla, el 15 de abril del 1990, dispuesto a recibir la alternativa de manos de “Curro Romero” y ante el también sevillano Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, que actúa en calidad de testigo. El toro de la ceremonia se llamaba Rompelunas, negro zaíno con un peso de 529 kilos, y pertenecía al hierro de Torrestrella.
A partir de ahí el nuevo matador de toros lejos de confirmar en Madrid su derecho a ostentar tan preciado título, emprende una ventajosa y polémica trayectoria taurina que le lleva a torear solo en aquellas plazas donde él sabía que la afición iba a rendírsele de antemano, rehuyendo otros compromisos de más responsabilidad. No obstante hace una excepción con la ciudad de Córdoba y torea en el coso Los Tejares en calidad de testigo, en la alternativa del novillero de la tierra Rafael Jiménez González “Chiquilín”, la tarde del 27 de mayo del 1992, en la que el maestro “Curro Romero”, le concede el doctorado, y en la que se lidian reses de la ganadería de Jandilla. Sirva como anécdota decir, que esa tarde y durante la faena del primer toro fue estrenado el pasodoble titulado “CHIQUILÍN”, dedicado al diestro cordobés, original de quien esto escribe y que fue interpretado por la Banda de la Asociación Músico-Cultural Pedro Lavirgen de Bujalance (Córdoba).
Aún tardaría dos años más Julito Aparicio, en comparecer en la Monumental de Las Ventas desde que tomara la alternativa. Nada menos que cuatro años demoró su presentación. Era tanto el temor que sentía hacerse presente ante una afición verdaderamente preparada para poder juzgar el alcance de su arte, que hasta el 18 de mayo de 1994, no da el paso decisivo.
En el cartel de su confirmación figuraban lo nombres de dos toreros de los más destacados, en ese momento del escalafón de matadores, y con ellos a los lados, hace el paseíllo en Las Ventas. Esos nombres correspondían al cartagenero José Ortega Cano (padrino de la ceremonia) y al gaditano “Jesulín de Ubrique” (testigo de la misma). Los toros pertenecían a la ganadería de Manuel González Cabello.
De rotundo éxito se puede considerar el debut de Julito Aparicio en la primera plaza del mundo. La expectación de ese día era una auténtica locura, ya que muchos aficionados se la tenían sentenciada. Le esperaban para abroncarle al menor fallo que tuviese el diestro sevillano por su cómoda trayectoria provinciana. Con el que abrió plaza, un toro de Manolo González, no tuvo suerte. Pero, el toreo que desplegó Aparicio, en la lidia de su segundo toro, marcado con el pial de la perabeña divisa de Alcurrucén, fue un prodigio de temple, lentitud y desmayo que no se veía en Las Ventas desde hacía mucho tiempo, y que hizo silenciar a sus más furibundos detractores ante tan exquisita y memorable faena. “Una faena sublime e inolvidable, llena de magia, de arrebato, de abandono total, de pureza, con aquellos desgarrados ¡Olés! que salían de las gargantas de un público completamente entregado, roto por la emoción, al contemplar el toreo perfecto, el toreo profundo, emotivo y bello. Con esa suavidad infinita, la galanura de las trincherillas y los cambios de mano. Los naturales en su expresión más pura, los redondos… una exquisitez. Los pases de pecho y el broche de las suertes bien ligadas... Julio entró a volapié volcándose en el morrillo del animal, dejando una soberbia estocada en la misma cruz, y yéndose del toro llorando para sentarse en el estribo y de allí, solo se levantó para recoger las dos orejas del toro Candelero que le entregaba el alguacilillo…” De este modo, lo describió el maestro de la crónica Joaquín Vidal, al día siguiente en el diario “El País” con el título “Soñar el toreo”
Después de este clamoroso éxito Julito Aparicio se borró. Continuó por el mismo sendero. Sin prodigarse en compromisos más serios. Festejos en plazas menores, ante un público poco entendido populachero y triunfalista que, por aquél tiempo, permitía a casi todas la figuras de cierto renombre vivir holgadamente sin necesidad de arriesgar un ápice su físico en aquellas plazas que, de verdad, ponían a cada torero en el sitio que le correspondía.
Seis meses más tarde de su triunfó en Madrid, va México, concretamente el día 13 de noviembre de 1994, y confirma la alternativa como está prescrito. Fue su padrino el diestro azteca Jorge Gutiérrez Argüelles, quien le cede la muerte de Retoño ejemplar de la ganadería de Xajai. De testigo de la ceremonia actuó el mejicano Victor Manuel Mejía Ávila, “ El Orfebre de Tacuba”.
Ya en España, entra en los carteles de la Feria de San Isidro de 1998 para apadrinar a José Antonio “Morante la Puebla”, en su confirmación de alternativa. Tarde apática, de un torero inseguro. Las crónicas del día siguiente hablaron de falta de preparación. Sin sitio en la plaza. Los “mengues” no ayudaron. Más pendiente de dar el saltito para atrás, que mantener los pies firmes en la arena…muy mala tarde del torero sevillano. Finalizan diciendo que, Julio Aparicio fue despedido a almohadillazo limpio, las dos tardes en que actuó.
El 21 de mayo del 2010 en la Feria de San Isidro, Julio Aparicio se anuncia en Madrid para lidiar la corrida de Juan Pedro Domecq, y sufre una gravísima cogida cuando el toro Opíparo (jabonero de pinta), le empitonó por el cuello, saliendo el asta por la boca del diestro, produciéndole una gran herida y fractura del maxilar superior, de pronóstico grave.
El 29 de mayo de 2012, al finalizar su segunda corrida de Las Ventas, después de su reaparición, pidió a su compañero “ El Fandi”, en presencia de Miguel Ángel Perera, que le cortara la coleta de manera inesperada, tras fallar con la espada en su último toro de aquella tarde.
Continuará…
Antonio Rodríguez Salido.-
Compositor y letrista. –
Escalera del Éxito 176.-
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito 254.-
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