TENTADERO EN LOS MONASTERIOS
El pasado 1 de mayo, en la ganadería de Jacinto Ortega, ubicada en el término de Baños de la Encina (Jaén), se celebró el tentadero de becerras que la familia Ortega Pardo ofrece anualmente, como día de convivencia entre reses bravas en “Los Monasterios”, a sus amigos de la Tertulia Taurina “Tercio de Quites” de Córdoba.
Tras el desayuno en la venta Los Pinos, el microbús enfiló la angosta y sinuosa carretera que lleva a “Los Monasterios”. La incomodidad de la ruta queda compensada por el pasaje natural que ofrece al visitante: gamos, ciervos, liebres, jabalís, conejos y toros bravos retozan entre arroyos y praderas verdes rebosantes de jaras, margaritas, genistas, mielitos, jaramagos o amapolas. Un espectáculo visual que rememora la sublime música de Antonio Vivaldi.
Auténtica primavera en el corazón de Sierra Morena, con los accidentes meteorológicos propios de la estación climatológica. Hubo de todo: tormenta con fuertes ráfagas de viento, una enorme granizada, intensa lluvia y un descenso brusco de temperatura. Tras la tempestad llegaría la calma, la borrasca se marchó por el este, y el sol volvió a iluminar los verdes prados cuajados de flores silvestres, de este marco maravilloso de la vecina sierra de Andújar.
Cinco encastadas becerras aguardaban en las corraletas el encuentro con sus examinadores, el matador Juan Ortega y el periodista taurino Gonzalo Izquierdo Mejías, nieto del gran torero Antonio Bienvenida, que lleva en sus venas sangre de una de las dinastías más toreras y señoriales de la historia. Entre los aficionados, prestos a apurar las becerras, el novillero madrileño con ascendencia sevillana Álvaro Burdiel, al que será prudente seguir, y el ingeniero agrónomo y buen aficionado Carlos Dahl.
El cielo cárdeno oscuro se tornó color lirio morado, y rachas de viento enfurecido desataron una tremenda tormenta cuando saltó la primera y brava becerra. De nada sirvieron los paraguas, destrozados por el fenómeno y una tremenda granizada, solo quedaba el consuelo de observar empapados a Juan Ortega chorreando agua y conduciendo las encastadas embestidas de la negra veragüeña.
Hubo de aplazarse la faena campera, para buscar refugio cerca de las llamas de la chimenea. Pero a mal tiempo buena cara, una taurinísima tertulia, acompañada de exquisitas viandas y regada con buenos vinos, era medicina apropiada para secarse y esperar a que amainara el temporal.
Cuando el sol volvió a iluminar y calentar los cerros y vaguadas, la plaza esperaba con la arena húmeda el momento de tentar otras cuatro becerras. En un paisaje increíble de luz, olor y color, Juan Ortega expresó su toreo clásico y profundo, de inmenso temple y grandiosa torería;
Gonzalo Bienvenida mostró el valor y la torera templanza que lleva su sangre; Álvaro Burdiel la firmeza y buenas maneras de su concepto; y Carlos Dahl pudo sentir con suaves embestidas el veneno del toreo.
Con una tarde espléndida terminaba la jornada campera al calor de una familia excepcional, vinculada a Córdoba por su amistad con los amigos de “Tercio de Quites”.
Antonio Luis Aguilera
Fotos: José Luis Cuevas
No hay comentarios:
Publicar un comentario