Pequeña despedida a un amigo, compañero y maestro. Rafael Mir
Maestro buenos días cómo estás? … junto a un apretón de manos esas eran mis primeras palabras que todos los miércoles, y en la plaza de San Nicolás, le dirigía al amigo Rafael cuando comenzábamos la tertulia. El siempre llegaba el primero con su asistente y su transporte. Empezabamos todos a preguntarle,.. y él respondía por derecho propio, sabiendo que su palabra era cierta y basadas en su experiencia, historia y vida, porque Rafael ha sido uno de los timones que ha dirigido en sus últimas experiencias, un grupo de amigos que decidieron un día reunirse para hablar de todo y si es Córdoba mejor. La Córdoba musulmana, cristiana, la poesía, los medios de comunicación, los viajes, la pintura, el derecho, la historia, los libros; siempre tenía una respuesta. Lo más curioso y enriquecedor de estos ratos de tertulia era cuando el otro maestro cofundador de este grupo de amigos, le rebatía alguna de sus aclaraciones. Me refiero a Carmelo Casaño. Esos momentos eran cuando más se aprendía, cuando dentro del silencio absoluto de la totalidad de los miembros de la tertulia, solo se escuchaban dos voces con sus preguntas y respuestas, la de Rafael y Carmelo, bajo los oídos atentos y ojos expectante que querían seguir aprendiendo.
Esto es el resumen del corazón de una tertulia que hoy ha perdido al maestro, porque nos ha dejado en esta tierra el alma de un amigo, de un compañero. Ha fallecido Rafael Mir Hoy no le hizo falta la ayuda de nadie para ir de un lado a otro, ni que lo ayudaran unos cuantos amigos a incorporarse de su silla de ruedas para visitar una exposición o escuchar una conferencia.
Es muy difícil escribirle una carta de adiós a un amigo porque te vienen a la mente miles de cosas y más cuando el amigo es especial como era Rafa. Pero para que lo conozcan y sepan, además su valentía, les voy a dejar el texto de una carta que publicó en Diario Cordoba hace unos años despidiéndose de su hijo recién fallecido.
“Permite, Rafa, queridísimo hijo, que ahora que ya desgraciadamente no puedes interrumpirme, truncada definitivamente tu vida, que se incubó en tu extraña paradoja de aunar tu condición de infatigable lector y empedernido melómano de oído finísimo con la escasa predisposición al estudio convencional y pragmático, como tantas veces te reprocharon mis amigos y los tuyos, queriendo todos con tan buena como equivocada voluntad que fueras el que no tenías porqué ser; permíteme ,digo, que te escriba esta última carta para contarte lo acontecido en el tanatorio en el que has pasado a ser ceniza.
Si has podido mirar desde donde te encuentras, habrás visto llegar a varias decenas de amigos que fueron tuyos, a dejar en fuertes abrazos, sobre mis hombros, lágrimas como puños de hombres recios y en mis oídos, una y otra vez, la alabanza fiel a tu bondad inconmensurable, tu hábito de posponer siempre tus intereses a favor de los otros. ¡Cuantas veces en el mundo frecuentemente egoísta de la caza lo dabas todo por ayudar a los compañeros! ¿Recuerdas aquella mañana en que un trabajador imprudente, al verter alcohol o gasolina ardiendo cerca de los nuestros pocos coches estacionados a la puerta de la casa en que habíamos pasado la noche de la víspera del día de caza, les prendió fuego y tú, desoyendo mis prudentes órdenes, fuiste arrancando y alejando uno a uno hasta salvar del fuego a todos los coches y quizá a la casita misma? He ahí un heroísmo anónimo por el que desde luego no diste la vuelta al ruedo.
Debe satisfacerte que recuerden tus comportamientos siempre desinteresados y tus cualidades notables quienes forman esa nutrida hilera de amigos tuyos y a veces también míos. Llorando tu muerte inopinada y recordando tu condición de hombre esencialmente bueno; traían un mensaje de respeto cordial para tus queridísimos hijos, que yo quiero hacerles llegar con esta última carta que te escribo.
Que tengas ahora el sueño plácido lejos de la intranquilidad de esta vida, en la que dejas más solo a este viejo ciprés, con su alargada sombra cada día menos amparadora. RAFAEL MIR JORDANO”
Amparándome en estas últimas palabras quiero dedicarlas a ti, Rafael. Que tengas ahora el sueño plácido lejos de la intranquilidad de esta vida, en la que dejas más solos a este grupo de amigos de la tertulia, plaza de San Nicolás, con su alargada sombra cada día menos amparadora.
Descansa en paz y gracias por toda tu dedicación a la abogacía, a tus amigos, y a la ciudad que tanto has querido desde muy dentro en estos largos incomparables años de vida.
Adiós amigo. Siempre habrá un silla dispuesta para ti en este grupo de tertulianos dispuestos a escucharte y aprender de ti. Estes donde estes,…siempre estarás con nosotros y te escucharemos, Maestro.
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