lunes, 6 de marzo de 2017


"A Manolete le ha matado un toro". Así titulaba escuetamente su artículo Manuel Casanova, director de "El Ruedo", en aquel número especial, prácticamente monográfico, que salió a los kioscos el día 4 de septiembre de 1947. Era el número 167 de la colección del periódico taurino y se vendió al precio de tres pesetas. La muerte y el entierro del torero cordobés como argumento central, con el acompañamiento de un gran despliegue gráfico. Cuando ahora se cumple un nuevo aniversario de aquella tragedia, resulta muy oportuna poner a disposición de nuestros lectores la integridad de aquel número de la revista.
 
Manuel Casanova


PIROGRABADO TITULO: MUERTE DE MANOLETE
AUTOR: JOSE LUIS CUEVAS
La muerte de "Manolete", victima de un toro de Miura en la Plaza de Linares, ha conmovido, con los acentos de una catástrofe, el alma española. En el hecho tremendo de un vida joven, que cae destrozada en un ambiente de fiesta, de alegría y de pasión, se dan las dimensiones de la leyenda, el sentido de lo maravilloso. Todo en "Manolete” —en su vida y en su muerte— tiene carácter de fabula, casi irrealidad. De su infancia triste y enfermiza saca fuerzas para reaccionar vigorosamente frente al desvalimiento de la orfandad; como por encanto, logra transformar su traza des garbada en una línea de armonía clásica; alcanza un prestigio fulgurante ante las masas, que le admiran con fanatismo; hace sus viajes a América envuelto en el misterio y la prisa del aire, y le acompaña en países remotos y extraños el estrépito de la popularidad; sus riquezas  parece que florecen como por graciosos resortes de magia, y todo con ese aire grave, concentrado, en el que adivina una lucha heroica entre una timidez  natural y una rígida voluntad de vencer. Así era de fuertemente sugestiva la figura de “Manolete”, que ha rematado su arquitectura impresionante yendo a morir en una plaza de toros, herido por un toro de Miura, ganadería de leyenda también.
“Manolete no ha necesitado que el tiempo le fuera tejiendo gradualmente la fama, el romance del torero y el hombre. Su fuerza interior, su personalidad rotunda, habían ya creado en vida, de golpe, el mito. Era el héroe joven de los cuentos infantiles; también el predestinado a la tragedia, que tragedia es el arte de los toros; era el elegido, al que Dios, en sus designios inescrutables, llamó pronto.
La misma intensidad del drama, su desenlace en la noche, mientras la noticia superaba ágilmente las mayores distancias y se mantenían por teléfono conversaciones entrecortadas pidiendo socorros, y unos hombres portadores de auxilios volaban por las carreteras y otros ofrecían y daban su sangre para reponer la que el herido derramaba, dejan flotando la duda entre fantasía y realidad, como en los sueños. Pero, desgraciadamente, el hecho es cierto: a "Manolete" le ha matado un toro.
A "Manolete", torero, también se le puede medir ya en sus proporciones cabales, precisamente, y aunque parezca una paradoja porque no ha tenido contraste. A "Manolete" nadie le azuzó hasta ahora, sino él mismo: su propio afán y su propio pundonor. Cuando "Manolete" saltó al primer plano del toreo con un impulso irresistible, ninguna otra figura de las mismas características o parecido estilo le cerraba el paso. Era una época de transición, en la que se había reflejado la solución de continuidad que había establecido nuestra guerra. "Manolete", como una renovación, trajo a los ruedos tres notas, fundamentales y trascendentes: acortar el terreno del toro hasta llegar a la confusión; el gusto por el pase natural, que en loé últimos tiempos, solamente se daba en circunstancias excepcionales, y que "Manolete” prodigaba con un ritmo vibrante; y un estrecho concepto de la responsabilidad, que le llevaba a considerar todas las Plazas de España como de análoga categoría.
Esclavo de esta idea, honradez primaria que para el no admitía  revisión, ha perdido la vida en una Plaza sin historia, donde se dan tres o cuatro corridas al ano. A la combatividad de ese publico de todos los lugares, que ajusta las cuentas a los demás, y para el que importan más los honorarios que el arte y el riesgo de los toreros; para poner de relieve una casta torera más firme que la riqueza y que la gloria y defender el puesto conquistado, "Manolete" ha respondido con el gesto, que en este caso es consecuencia de la conducta. El infortunio –emoción ante el ídolo sangrante y  roto- ha hecho lo demás.
El torero, el torero de la historia fabulosa, de líneas geniales, seguirá viviendo con su huella personal en el recuerdo de los aficionados, y hasta en el de aquellos simples espectadores o indiferentes a los que llegó a través del rumor popular indefinido una existencia novelesca de valor, de aventura, de genio creador.  El hombre no vive ya. Se extinguió serenamente, como era sereno su arte, en la  madrugada de la ciudad  andaluza en fiestas.  Por las calles, todavía la trasnochada ruidosa, la algaraza y la copla. En la salita de un hospital, la paz estremecedora, imponente, de un dolor de desgarro, un “¡Madre mía!” y unos rezos.
¡Treinta años, una fama y una fortuna puestos en juego en cada día! De la noche a la mañana, como un sueño, el drama.,
A "Manolete" le ha matado un toro. ¡Qué pena!
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►►Gracias a la Biblioteca digital de Castilla y León, en el adjunto archivo en PDF nuestros lectores pueden consultar el número íntegro de "El Ruedo", dedicado a la muerte del mitico torero cordobés.

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