Tejero: “Cuando le dije a mi padre de cambiarme el carné, me pegó un arreón y me dijo: Si lo haces es para ser de los mejores”
Con cerca de 30 años de trayectoria a sus espaldas, Antonio Tejero, hombre sincero y cabal, a las puertas de recibir un homenaje el próximo lunesde la afición cordobesa, repasa los hitos más importantes en su carrera desde que comenzara como novillero hasta que se retirara, ya consagrado, como uno de los mejores toreros de plata.
Al echar la vista atrás ¿Qué sensación prevalece?
Es una profesión dura, muy sacrificada. Se pasan momentos muy duros, pero los buenos superan a los malos. La verdad que ha sido una gozada poderla vivir, gracias a Dios, como la he vivido yo.
Para llegar hasta aquí hubo un comienzo ¿Cómo fue?
El venenillo yo lo he tenido toda mi vida porque mi padre quiso ser torero y venía ya de una reata. En mi casa lo que había era eso. Mi abuelo era ciego, y Fernando Tortosa, siendo niño, iba de lazarillo con mi abuelo. De hecho, Tortosa se aficiona a los toros porque un día vio un vestido de torear de mi padre sobre una silla. A Tortosa le viene la afición por mi padre, y a mí, y a mi hermano, nos viene la afición por Tortosa y por mi padre. Gracias a él empecé a ir al campo con trece o catorce años. Y llegó el año 77 y debuté en la plaza. Mi primer vestido de torear fue alquilado. Un verde manzana y oro muy bonito, que era de un señor que se dedicaba a alquilar trastos de torear y que además es muy buena persona, Manuel Béjar. Imagínate lo que supone ver que tus sueños se empiezan a cumplir después de estar desde los trece entrenando y ver lo que yo veía, porque mis padres viven en la zona donde estaban las antiguas cocheras de los Transportes Porritas, y yo veía entrenar allí a Fernando Tortosa, a El Pireo, a Carnicerito de Úbeda… Así que, desde muy chiquitito lo he mamado. Sin caballos toreé unas treinta y algo. Y con caballos torearía unas veinticuatro. Pero fueron muy dispersas, en cinco o seis años y así llegas al aburrimiento por mucha ilusión que tengas.
De hecho hubo un parón de tres años, del 84 al 87 ¿Qué pasó?
Sí, no salió ninguna. De hecho desistí de querer ser torero, con la espada y la muleta, y me dediqué a trabajar, estuve como cuatro años dedicado a la joyería. Entrenaba y entrenaba, pero no veía luz. Y fue a raíz de que don Antonio Pérez Barquero, que en paz descanse, me hablara de Finito y yo verlo que me ilusioné otra vez con el toro. Por él me hice banderillero. Tuve un bache con la empresa que tenía entonces. Tenía además a mi niño recién nacido. Y le dije a mi padre “Papá me voy a cambiar el carné, me voy a hacer banderillero para poder tener mi seguridad social y demás”. Entonces mi padre me pegó un arreón y me dijo: “Si te cambias el carné es para ser de los mejores, sino no te cambies el carné ni te cambies ná”. Eso me llegó al alma. Así que decidí apostar por llegar a ser de los mejores y empecé a entrenar en la plaza con Manolo de la Haba. Entrenaba con nosotros Carlos Gago. Y un buen día me dijo “quiero que torees conmigo”. Así que mi primer matador fue Carlos Gago. Toreé con él cinco o seis novillas y luego ya pasé con Finito. Y después me surgió la posibilidad de ir con Enrique y me fui con él.
¿Cómo es acompañar a un torero como Enrique Ponce durante 22 años?
Yo siempre lo he dicho, es como tocar el cielo con las manos. Ir con esa máxima figura del toreo y esa gran persona, eso no es lo que sueñas, eso es lo que sueñas 70.000 veces. Es que no es ir solo con un matador, es ir también con un amigo del alma. Enrique, para mí y para todo el que le guste esto, es el torero más grande que ha nacido. No creo que a mí me dé tiempo a conocer a otro con las características de Enrique.
Teniendo en cuenta todas las épocas del toreo, si hubiera podido elegir, ¿A las ordenes de qué torero le hubiera gustado trabajar?
Con Manzanares padre. De hecho tuve la ocasión de ir con él. Fue una de las veces que le pegaron a Enrique una cornada y estuvo dos o tres meses parado. Entonces el maestro me lo propuso, pero yo le dije “Mi sueño ha sido ir siempre contigo, pero no es ético que porque le hayan pegado a Enrique una cornada, después de que lleva años toreando cien corridas de toros, yo toree ahora contigo”. Y me contestó “Antonio, eso te honra”. Así que la respuesta la tengo clara: con José Mari Manzanares. Él ha sido mi torero de siempre.
¿Cuál ha sido su tarde más complicada?
Ha habido muchas, gracias a Dios bien resueltas. De animales que den problemas te puedo hablar de un par de toros en Sevilla: uno de La Plata y un sobrero de El Puerto de San Lorenzo. Te puedo hablar de bastantes toros complicados porque se da la circunstancia de que Enrique es el torero que más encastes ha matado. Ha llegado a torear hasta 50 victorinos, ha matado miuras… Todas las ganaderías que se te puedan pasar por la cabeza las ha matado Enrique.
¿Y la tarde que mejor le salieron las cosas?
Tardes gratificantes ha habido muchas y en plazas muy bonitas. En Sevilla me han tocado la música tres tardes. Y allí mismo hubo otra, que sin tocar la música, estuvimos los tres sensacionales, Mariano de la Viña, mi hermano y yo, con un toro de Zalduendo. Fue un día importantísimo, yo creo que si ese día mata Enrique al toro le corta el rabo en Sevilla. Luego también ha habido tardes muy bonitas en Bilbao, San Sebastián, aquí en Córdoba, también en América: México, Colombia, Venezuela… Ha habido muchos días bonitos, gracias a Dios.
De la convivencia, de tanto tiempo, y los viajes con la cuadrilla guardará buenos y malos momentos
Una cuadrilla es como una familia y en tu casa pues surgen roces, porque cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. Pero el mejor amigo que he tenido ahí ha sido Manuel Quinta. Él, además de ser un grandísimo picador, es una excelentísima persona. Los demás, pues sí, nos hemos llevado bien, más o menos, porque ya te digo que éramos una familia y han sido muchos años juntos. Pero amigo de verdad, Quinta. Manuel es que es una persona entrañable, con un fondo de categoría. Muy buena persona.
Dijo el adiós definitivo el 6 de noviembre de 2011, al otro lado del charco, en la Monumental de México ¿Fue meditado o las circunstancias hicieron qué pasara justo allí?
Yo lo iba ya un poco barruntando la idea porque siempre he preferido irme en plenas facultades. Pero sí es verdad que surgió en México. Allí me di cuenta de que me ilusionaba más la carrera de David Mora que ponerme delante del toro. ¡Ojo! no ir con Enrique, que con él yo hubiera ido al fin del mundo y hubiese aguantado hasta que hubiese hecho falta. Pero me ilusionaba más la carrera de David. He llevado a otros toreros, pero ninguno me había ilusionado lo suficiente como para dejar mi profesión y dedicarme a él. Yo tenía los visados para hacer la temporada americana completa con Enrique, porque en un principio iba a ser así. Estando allí se lo comenté a ellos, pero no lo asimilaban. Un día antes, en el campo, Victoriano Valencia me decía todavía “Antonio ¿te vas a quitar de verdad?”. Enrique no estaba convencido. Aquel día en la México, la gente no estuvo muy receptiva con él, cosa extraña porque allí Enrique es un dios, y me preguntó: “Antonio, ¿pedimos el sobrero?”. Y le dije: “Si quieres pídelo y le cortas el rabo, porque es el mejor homenaje que me puedes dar”. Y me miró sorprendido y me dijo: “Pero, ¿te vas a quitar de verdad?”. Y le dije “Sí Enrique, me quito”. Así que pidió el sobrero y me lo brindó. Y así fue cómo surgió todo.
Compartir oficio con un hermano debe unir, pero también ser difícil. Sobre todo en esta profesión que tiene esas dos caras: la bonita y la complicada. ¿Cómo es en su caso?
Pues se pasa muy mal. Mi ilusión era siempre que mi hermano viniese conmigo en la cuadrilla, como de hecho al final conseguimos y hemos ido muchos años juntos, gracias a Dios. Pero había momentos que me arrepentía. Cada vez que mi hermano iba a banderillear a mí se me revolvían las tripas. Tuvimos la mala suerte de que en Albacete le pegaron un cornalón muy grande. En Bilbao le pegaron otro. Y en esos momentos me maldecía a mí mismo. Pero luego lo piensas, y dices, si lo que tenga que pasar va a pasar, mejor que estés cerca. La verdad es que ha sido bonito, pero a la vez muy duro.
A su juicio ¿Qué plaza valora más y mejor la labor de los toreros de plata?
Ahora mismo yo te diría que en todas las plazas de primera se valoran bien. Los toreros de plata están ahora bien considerados. Cuando yo empezaba había dos: El Ecijano y Rafael Corbelle. Pero ahora hay una baraja de toreros de plata muy buenos. El escalafón está lleno de buenos profesionales y al 90% da gusto verlos.
¿Cree que Córdoba está considerada dentro del mundo taurino cómo merece?
Es complicado. No sé si ha sido por las gestiones o qué ha sido, pero la verdad es que Córdoba no es una plaza fácil. Por aquí han pasado los mejores empresarios y los resultados han sido deficientes. El año que estuve yo quedé bastante satisfecho, pero no me dio tiempo a más. No me dio tiempo porque yo me salí, porque con ese tipo de gente no trabajo. Pero creo que si ese hombre hubiera sido honrado, Córdoba se hubiese levantado. Cogí la plaza con 800 abonos y la puse en 2.300. No llegamos a los 3.500 que se hicieron con José Tomás, la última vez, pero casi. Nos movimos mucho, tenía un equipo bueno con mi hermano, y fuimos a todos sitios: colegios, universidades… Incluso se puso un palquito para los niños con el que colaboró Mc’Donald. Hicimos tentaderos a puertas abiertas, de hecho, íbamos a hacer más pero la lluvia no me dejó. Ese año llovió hasta abril, sino hubiésemos seguido con los eventos y moviendo Córdoba, que creo que estaba respondiendo.
Alberto Bailleres es viento de cambio, no sólo en Córdoba ¿Cree que sopla a favor de la Fiesta?
Yo creo que sí. Es una empresa solvente, de contrastada experiencia y creo que harán bien las cosas. Han hecho un cartel bonito para el 50 aniversario de la plaza y pienso que harán, también, una buena feria. Lo que hace falta es que la gente responda. Claro que la gente está ahora un poco mosqueada por lo del año pasado con este individuo. Y eso no pone fácil el volver a meter al público, porque cuando echas a la gente de los sitios luego cuesta que vuelvan. Pero Bailleres es una potencia y en México lleva bastantes plazas y es dueño de dos ganaderías y una empresa solvente, con caché y con categoría.
¿Se atrevería a probar de nuevo como empresario?
Lo mío no es mucho la empresa. Me han ofrecido varias plazas en la provincia y la verdad que, ahora mismo y con los tiempos que corren, no me atrevería mucho a ser empresa. Pero si en un momento dado alguien o una empresa, que sea fiable, me pide que colabore con ellos, no me importaría.
Haciendo autocrítica ¿Qué sobra y qué falta en la Fiesta?
No corren buenos tiempos, pero creo que con la unión de todos se podría llevar esto hacia delante. Sí le falta abrir carteles, para que la gente se vuelva a ilusionar. De toda la vida de Dios, han toreado una o dos figuras y un torero o dos nuevos en el cartel. Pero si no los pones, y no los pones, y no los pones… Esto tiende a desaparecer. Ahora mismo hay grandísimas figuras del toreo, y eso no se lo va a quitar nadie, el merito está ahí y son figuras por algo, pero hay también que ver que ellos no van a estar toda la vida toreando. Por eso hay que abrir nuevos horizontes y darle cuartel a los jóvenes. Hay quien dice que hay que rematar los carteles. Sí, pero hasta cierto punto. Hay una entrevista a Palomo Linares en la que él lo dice “A nosotros nos abrían a todas las figuras con gente nueva”. Y es que eso tiene que ser así. Eso te da también la opción de abaratar costes y hacérselo más asequible a la gente.
Otra cosa que también necesitamos es que la Administración reme a favor. No se puede pagar un veintitantos por ciento de IVA como estamos pagando, eso es una barbaridad. Incluso en la seguridad social. Por dos horas de espectáculo pagamos lo mismo que paga una empresa durante un mes por 15 o 20 trabajadores.
Todo esto habría que mirarlo. Todos hablamos mucho y luego a la hora de la verdad nadie mete el hombro. Uniéndose, esto se puede llevar a buen puerto. El toro ha sido siempre un mundo muy cerrado, “yo me lo guiso, yo me lo como” y así no son las cosas. No se puede pegar un cartel un mes antes y esperar que venga la gente. Eso antiguamente funcionaba porque cuando yo era chico nada más que había futbol y toros, pero ahora mismo hay una cantidad enorme de ofertas de ocio. Muchos chavales dicen que no le gustan los toros por lo que han oído, sin haberlos visto. Hay que buscar otras formas de llegar a la gente, moverse.
No es un buen momento y además sufrimos ataques cada vez más violentos
Lo más indignante de los antitaurinos son las mentiras que dicen y que les llega a la gente. Y además estamos solos en esto, sin amparo ninguno. No estamos protegidos por nadie y esto va a dar lugar a que un día se forme una gorda. No habría que dar lugar, sobre todo porque vivimos en una democracia y se supone que hay que respetar a todo el mundo.
¿Hemos dejado que cayera una plaza importantísima como Barcelona, y con ella toda Cataluña, y ahora nos vamos a Colombia a defender Bogotá? Que está bien que lo hagamos, pero ojalá hubiéramos sabido defender también primero esto. Que Barcelona fue mucho más que Madrid. Barcelona eran festejos todas las semanas, jueves y domingos, en la Monumental y en Las Arenas, en las dos plazas. Y la dejamos ir.
Pertenece a La Hermandad de Jesús Caído, devoción que comparte con Enrique Ponce. La fe es importante para quien sale a jugarse la vida a una plaza ¿Qué significa para usted?
Yo llevo cuarenta años como hermano. A raíz de eso conocí, incluso, a mi mujer, y mi hijo, el mayor, lleva casi cerca de once años sacando a la Virgen de la Soledad. El que empezó en mi familia fue mi hermano, que lleva, más o menos, los mismos años que yo. Él fue de los primeros costaleros en sacar a la Virgen. Perteneció a las primeras cuadrillas de costaleros que hubo en Córdoba. Aunque más tarde empezó también a salir detrás de Cristo. Yo empecé como nazareno, pero en su momento el hermano mayor me propuso ir de paisano detrás del Cristo. Yo no terminaba de verlo porque me daba corte y, además, prefería vivir mi devoción como nazareno, pero al final acepté. Recuerdo que entonces salía solo yo, como torero, el hermano mayor y la guardia civil. Luego ya se empezó a incorporar gente. Enrique Ponce lleva saliendo unos doce años, creo, y Chiquilín llevará sobre diecisiete años, son los más antiguos.
Por último, una curiosidad. El 23-F hizo que su nombre no pase inadvertido ¿tienes alguna anécdota al respecto?
A mí hermano Fernando le paso que iba en el autobús, al día siguiente del 23F, y empezó un hombre con otro a decir “¿Has visto la que ha formado el Tejero?”. En esos días tenía yo varias novilladas, y mi hermano no se había enterado de nada de lo del golpe de Estado todavía, así que el pobre no hacía nada más que darle vueltas en el autobús preguntándose a ver que había hecho su hermano, hasta que se pudo enterar de qué fue lo que pasó.
Laura Ruiz
Fotos: José Carlos Millán
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