jueves, 30 de abril de 2020

CÓRDOBA Y SU MAYO... 


El mayo de Córdoba es un poema de percepciones. Es un canto a la alegría, al bullicio, a la belleza, al amor, a la primavera… pura orfebrería de nuestra tierra. 

BATALLA DE LAS FLORES


Todo comienza con la BATALLA DE LAS FLORES, un espectáculo primaveral de apertura, hacia tres decenas de días de ensoñación. Le sigue las CRUCES con su peculiar entrega al divertimento. Y a continuación, lo más importante: LOS PATIOS, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, una frase cortita, pero que resume toda una historia popular de los naturales de Córdoba, y una singular colección de flores, sin más reglas que lograr una belleza armónica natural. 

                   
LAS CRUCES

LOS PATIOS


Al Festival de los Patios, se le une el CONCURSO POPULAR DE REJAS Y BALCONES, precioso certamen de mucho atractivo turístico y local.




Y una romería, la ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LINARES. La espectacularidad serrana por excelencia, un paseo hasta la ermita, en el que se combinan todos los colores de nuestra sierra, las cordobesas con su belleza única, los caballos, el sombrero cordobés, las carrozas, las canciones, la jara, el romero … Todo un paisaje, para recrear la vista y los sentidos. 



ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LINARES. 


Aunque no se celebre en mayo, tenemos el placer de recordar que otra romería – a mediados de abril - abre el calendario de las fiestas populares, se trata de la típica ROMERÍA DE SANTO DOMINGO, de especial seguimiento por parte de los cordobeses. 
José Luis Cuevas, Zafra presidente de los Romeros de la Mezquita y Rafael Flores



ROMERÍA DE SANTO DOMINGO,

Y finalmente, la FERIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD, o lo que es lo mismo LA FERIA DE CÓRDOBA. Una paleta de colores y sensaciones que se nos cuela en la retina, como: caballos enjaezados de trote elegante, vestidos de faralaes, sombreros cordobeses, la noria, casetas, nubes de azúcar, farolillos etc, una colección un tanto desproporcionada, pero que vista en su conjunto, conforman un todo armonioso. 







Y entre medias, y acompañando a la feria, LOS TOROS, en nuestro coso de Los Califas. Allí, si los diestros destapan sus tarritos de esencia, es probable que veamos pintar un buen cuadro con los pinceles rojos de la muleta. Soñemos para que al final del mes de MAYO, agobiados y enamorados por tanta belleza y diversión, lo podamos festejar cuando menos, saludando desde el tercio... 






     
                          



LOS TOROS,








miércoles, 29 de abril de 2020

El NIETO DEL MAYORAL QUE VISTE DE LUCES Y CALZA GREGORIANA Y MONA




Manuel Sánchez Rodríguez 'Zapata' se crió entre el luto por Manolete y la efervescencia de Benítez y ofrendó al mundo del toro un apodo de mayorales iniciado a finales del siglo XIX.
LA plaza de Las Tendillas conservaba aún los ecos de la visita del jefe de Estado con motivo del Día de la Hispanidad; el Campo de la Verdad estrenaba las primeras viviendas sociales de Fray Albino y la calle Antonio Maura se confundía aún con el Camino Viejo de Almodóvar o el de los Toros. Más allá, hacia El Higuerón, la parada obligada eran Los Olivos Borrachos, La Letro y Córdoba La Vieja, en donde pastaban las reses bravas de Ramón Sánchez Recio, con divisa verde y grana, junto a la ladera del Monte de la Novia. Al fondo, se recortaba el castillo sobre la dehesa y aquellos mayorales, diestros en reconocer las ganaderías bravas, dueños de la absoluta confianza y tesoreros de una pasión transmitida de padres a hijos. 


Uno de ellos fue el abuelo Miguel, empleado de Antonio Velasco Zapata y conocido como el mayoral de Zapata. Su hijo, Manuel Sánchez Domínguez, mantuvo la profesión en la finca Mesas Bajas de los Natera y heredó el apodo del padre. Manuel estaba casado con Marina Rodríguez Fernández y eran ya padres de un hijo que acabaría siendo mayoral en la ganadería salmantina de Montalvo. El segundo de los
cuatro que tuvieron, Manuel, pasearía por las plazas de la Península y Francia el sobrenombre de Zapata. 

Manuel Sánchez Rodríguez nació un viernes 15 de octubre de 1948, cuando Córdoba despedía al general Franco y Díaz del Moral recibía a su último otoño en el exilio de Madrid. Creció en las dehesas de Almodóvar hasta los años 50, década en que la ganadería de Natera dejó de ser brava. Los caballos y reses llenan sus primeros recuerdos, junto al nombre de un novillo amansado a fuerza de caricias, que compartió sus primeros juegos, los años de adolescencia y las salidas a hacer la luna que para él tienen una lectura distinta: "Juntarnos unos cuantos de aficionados y salir al campo por la noche, cuando el ganado está tan tranquilo, descansado, para mí es espantar vacas". 




Quizá por eso empezó a probarse coincidiendo con "la revolución del Benítez; cuando todos queríamos ser toreros". La experiencia en el campo y la buena impresión que causaba, le animaron a más de una novillada nocturna y a debutar en Los Califas en 1968.
Pero al llegar a la plaza, ilusión y realidad taurina le parecieron incompatibles. De nada sirvió su evidente valentía, sus exquisitas hechuras y el inmejorable recuerdo de quienes le vieron andar en la cara del toro. Aún a pesar de muchos, el debut fue prácticamente su despedida del capote y la muleta; nunca del toro y del caballo. 
Una sevillana, Setefilla, tuvo que ver con la aparente retirada. Buscó la estabilidad laboral fuera de las dehesas y las plazas; se casaron en 1974 y se fueron a vivir a Puerta Nueva, donde nacerían
Manolo y Nacho; luego en Valdeolleros no dejó de respirar, de cuando en cuando, la soledad sonora entre Córdoba La Vieja y Almodóvar. Así, en 1987 vuelve a los principios que nunca había abandonado, porque, confiesa, "siempre queda algo de gusanillo y por eso no dejé del todo los toros". En los tentaderos, Ambrosio Martín insistía en entregarle el testigo y estuvo en ello durante dos o tres temporadas. En 1996, animado por El Califa y El Pireo entre otros, se convierte en picador profesional con la cuadrilla de Sergio Sanz durante tres años. Acompañó igualmente a Reyes Mendoza, Platero, Víctor Abad, Rey Vera, José Luis Torres, Andrés Luis Dorado, Julio Benítez o Curro Jiménez. 




Comenzaron así las actuaciones por toda la Península, o los viajes de ida y vuelta de Córdoba a Francia en el coche de cuadrillas con José Luis Torres y la incertidumbre de lo desconocido: "En la plaza pasa miedo todo el mundo, por muchas razones. A veces te encuentras en sitios en donde sólo ves los grajos sobrevolando la plaza; otras me he encontrado con sitios en donde no había ni anestesia". En ese sentido, para él Madrid es un paraíso de tranquilidad. 

A la mayoría de las plazas, se llega sin conocer a los animales y sin tiempo ni espacio para calentar al caballo: "Cuando la cuadra se conoce y te ofrece garantías, piensas que te puedes escapar; porque a nosotros nos preocupa más la cuadra que el corral". Sin embargo, ha sido el corral el artífice de sus más graves percances. En 1999, toreando con Rubén Cano El Pireo en Villanueva de Córdoba, se quedó sentado en el estribo frente al toro con el caballo echado. Hubo un capote porque "en la plaza siempre hay personas que, por muy poco que te quieran, te echan una mano. Tiene que venir muy mal el toro, si no te escapas. Pero ese día se quedó mirándome el cuello y decidió dejarme". 


Zapata elegante como le caracteriza, vestido de corto, preparado para un tentadero en Ramon Sánchez.

El último percance, ya en este siglo, fue un derribo que acabó con el caballo sobre él y con el tabique nasal y el brazo izquierdo fracturados. Recuperado, sigue alternando sus tardes en la plaza con su vida en el campo, experimentando el latir y el sentir del toro y el caballo, los dos animales que llenan sus vitrinas de premios y reconocimientos por faenas memorables o exhibiciones ecuestres, siempre precedidas de un tiempo de introspección: "En las horas previas necesito la soledad para afrontar el miedo a la responsabilidad y al fracaso; porque los picadores nos enfrentamos con dos animales, uno al que dominar y otro que no te puede dominar a ti. Y luego darle a la puya con el corazón; echar el corazón en lo alto del palo".


José Luis Cuevas








FOTOS DE TENTADEROS




Manuel Rodríguez "Zapata" de tentadero en el Capricho, hermanos Centeno Guerra 








Zapata en villalobillos de tentadero con Julio Benítez

Zapata y Cuevas en Villalobillos


José Muñoz, Francisco Algaba, José Luis Torres, José Luis Cuevas y Manuel Rodríguez "Zapata"

Reunión en la peña José Luis Torres antigua sede en la taberna Paco Acedo







Fotos en la Mirilla de Ramon Sánchez, Zapata, Echevarría y Cuevas 






martes, 28 de abril de 2020

"TOREROS MERCEDARIOS 
CORDOBESES".-




Desde hace al menos quinientos años se han venido celebrando en Córdoba, corridas de toros o festivales en torno al toro bravo.
El primero de éstos festejos, del que hay noticias feacientes, data del siglo XV y fue para celebrar el nacimiento de la Infanta María, hija de Ios Reyes Católicos Isabel y Fernando. Para la celebración de tal acto hubo que habilitar  la explanada de los Santos Mártires. 
También en el año 1492 se lidiaron dos toros en honor del malogrado Príncipe Don Juan de España, hijo único de los Reyes Católicos. Esta corrida tuvo lugar en el Patio de su propia casa, o sea, en Alcázar de los Reyes Cristianos.

Alcázar de los Reyes Cristianos.


Después hubo en Córdoba  muchísimos espectáculos burlescos o de los llamados "regocijos" como les denominaban, por aquellos años, a las corridas de toros, y que fueron celebrados en otros lugares de la ciudad como: la calle Feria, la Corredera o la plaza de la Magdalena, (ésta contó con la actuación del torero sevillano José Delgado Pepe-Hillo, en función de convite, por la toma de hábitos en el convento de Santa Inés, de una novicia hija de una acomodada familia cordobesa).  
 No sería hasta el siglo XVIII cuando comenzó en Córdoba a construirse los primeros cosos de madera. El primero, en el año 1759, situado en el Campo del convento de la Merced y casa Matadero, lidiándose en dos tardes 32 toros que fueron picados por los varilargueros Juan Díaz y Pedro "Gorrón". 
Más tarde se construirían los Cosos de los Tejares (demolido) y el de los Califas,  (actual plaza de toros).
Virtualmente la tradición torera cordobesa arranca, en lo que se refiere a matadores de toros, con Francisco González Díaz "Pachón" (1815), porque a los que anteriormente figuraron como matadores de toros, los hermanos Manuel y Pedro Barrios, en la época en la que desarrollaron sus actividades profesionales, no existía el ceremonial de la alternativa y actuaban indistintamente, unas veces de matadores y otras de banderilleros.
Son muchos los aficionados que reconocen que Córdoba ha aportado al mundo de los toros lidiadores de gran fama, casi todos, nacidos en el Campo de la Merced y alrededores del Matadero Viejo: el mismo "Pachón, quién llegó a adquirir tal nombradía que su presencia era solicitada en todas las plazas más importantes de España entre las que, naturalmente, estaba la de Madrid. El Rey Fernando VII le premió con 100 ducados por un hecho acaecido en la Villa y Corte en que puso a prueba todo su valor y destreza ante un toro que pudo arrancarle la vida. González Díaz "Pachón" recibió, toreando en Cádiz, un puntazo en una de sus rodillas imposibilitando para siempre  su participación en los ruedos. Por esta circunstancias, con la  facultades físicas muy mermadas y agravada la situación con los escasos y recursos económicos, el torero cordobés, se vio obligado a realizar otro tipo de trabajos. Enterado de su mala situación el Rey Fernando VII, le concedió un destino retirándose totalmente de los ruedos. En 1814 pasan las huestes del sevillano José María Inclán que le daría la alternativa el 22 de mayo del 1815 en la plaza de madera del Campo de la Merced, recibiendo definitivamente  el doctorado en Madrid, de manos del maestro Antonio Ruíz "El Sombrerero".  











Además de "Pachón", hubo otros grandes toreros que vieron también la luz primera en el barrio del Campo de la Merced: Rafael Bejarano Carrasco "Torerito"; José Dámaso Rodríguez Rodríguez "Pepete"; Manuel Fuentes "Bocanegra"; Rafael Rodríguez Sánchez "Bebé Chico"; Rafael Molina Sánchez "Lagartijo"; Rafael Guerra Bejarano "Guerrita"; Rafael González Madrid "Machaquito"; Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" (padre e hijo) pese a que el nacimiento de éste último se produjo en la calle Conde de Torres Cabrera, próxima al barrio de la Merced, (la jurisdicción del distrito le abligaba a empadronarse en el barrio de San Miguel), en cuya parroquia recibió las aguas bautismales. Por esa proximidad al barrio torero de la Merced y porque también pasó toda su infancia y adolescencia en la famosa plaza de la Lagunilla (en pleno corazón de Santa Marina), Manuel Laureano Rodríguez Sánchez "Manolete", merecería ser considerado como su padre torero "mercedario"; 
-Otro de aquellos afortunados que allí nacieron fue José Flores González "Camará"; quién con los años pasó a ser el hombre que dirigiera con tanto acierto los pasos del mundialmente conocido y admirado torero Manuel Rodríguez "Manolete" hasta el mismo día de su cogida y muerte en plaza de toros de Linares.










- También merecerían ese honor: Antonio de Dios Moreno "Conejito"; José María Martorell Navas y un sin fin de subalternos de pie y de a caballo. Recuérdense los apellidos toreros de los Molina, Martínez, Sánchez, Guerra, González, Rodríguez, de Dios, Saco, de la Haba, y los apodos: "Caniqui; "Cerrajillas", "Manene", "Mojino", "Moni", "Pesca" "Patatero"; "Chiquilín"; "Cantimplas"; "Zurito"; "Mazzantini"; "Melones" "Catalino"... y por último, comentar el caso tan peculiar del matador de toros Enrique Rodríguez Moreno ("Manolete II"). Este torero era conocido en Córdoba por ser "botones" del famoso "Club Guerrita". En el año 1917 en la plaza de Vista Alegre de Madrid obtuvo la borla de matador de toros, de manos de Rufino Sanvicente "Chiquito de Begoña", actuando de testigo Juan Cecilio "Puntaret". Estuvo ejerciendo su oficio, de manera discontinua, hasta el año 1922 que lidió su última corrida en Madrid.
Pese a llevar el "alias" del padre, del que transcurrido el tiempo, fuera motejado con el sobrenombre "El Monstruo" del toreo, no le unía ningún parentesco.
Ante tanta productividad torera de este popular y singularísimo barrio habría que preguntarle a la autora de tan generoso y prodigioso parto taurómaco...


!Córdoba!, tú que
eres la alegría, 
la cuna del arte 
y de la sabiduria.
Dime cuál es el misterio 
que no llego a comprender,
del por qué nacieron,
tantos y tan grandes toreros
en el Campo de la Merced
de tú barrio del Matadero...


Antonio Rodríguez Salido.-
Compositor y letrista.-

Escalera del Éxito 176.-