OCHENTA AÑOS SIN “EL GUERRA”
Evocación del Segundo Califa de la torería
Acuarela de Rafael Guerra “GUERRITA”, obra del pintor Daniel Perea Rojas (Burgos 1836 – Madrid 1909) dibujante de “La Lidia”, “Sol y Sombra” y “Blanco y Negro”, autografiada por el propio torero.
(Cedida por su propietario el cronista taurino Jesús Ron Serrano)
Cuando vi anunciado, para el domingo 10 de octubre, la “gran becerrada en homenaje a la afición cordobesa” –que en realidad es “a la mujer cordobesa”, aunque se haya querido hacer extensivo a toda clase de aficionados sin discriminar sexo ni edad–, he pensado que “Guerrita” volvería a sentarse, una vez más, en el palco celestial desde el que preside este evento taurino, desde hace ochenta años.
Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita”, el segundo Califa de la torería dejó, en su Córdoba natal, una amplísima estirpe de hijos, nietos, biznietos y tataranietos, y lo lógico es pensar que, a pesar del tiempo transcurrido, se hubiera mantenido vivo el recuerdo del patriarca. Sin embargo, al margen de alguna anécdota u ocurrencia, y de saber que fue un importante torero cordobés, la mayoría de sus paisanos sabemos poco de la vida y milagros del que fue, en el último decenio del siglo XIX, el torero más importante de España.
1.- SUS ORÍGENES
Nació en Córdoba, el día 6 de marzo de 1862. Hijo de José Guerra y de Juana Bejarano, dedicados ambos a la tenería o curtido de pieles, negocio de la familia materna en el que tenían participación, lo que les permitía vivir con holgura.
Antigua tarjeta postal de la casa en la que nació Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita”, número 42 de la, entonces, Acera del Hospicio y que hoy día se llama Acera de Guerrita, sita entre la plaza de Colón y la Avenida de los Molinos, frente al Palacio de la Merced, actual Diputación Provincial que, en el aquel entonces, era Hospicio.
Para su bautismo, el día 8 de marzo en Santa Marina, fueron designados como padrinos el famoso y legendario torero cordobés José Dámaso Rodríguez y Rodríguez “Pepete I” y su esposa, Rafaela Bejarano, que era tía del recién nacido, o sea hermana de su madre. Pero el día de la recepción de las aguas bautismales, “Pepete I” estaba ausente –hay cronistas que dicen que fue testigo de la ceremonia– y fue representado por el abuelo materno del neófito, Mariano Bejarano. El motivo de la ausencia del designado como padrino, fue que se encontraba en Madrid, firmando el contrato para torear en la vieja plaza de la Puerta de Alcalá, también llamada de los Campos Elíseos, el día 20 de abril de ese mismo año.
Y así fue, porque cuando “Guerrita” tenía tan sólo 45 días de vida, el que debió ser su padrino de bautismo, toreó en Madrid un mano a mano con Cayetano Sanz. Era la primera corrida de la temporada, y el segundo toro de aquella tarde se llamó “Jocinero”, berrendo en negro, capirote, botinero y alunarado, bien armado, aunque ligeramente corni-corto, y pertenecía a la vacada de Don Juan Miura.
Momento en que el toro “Jocinero” de Miura, hiere mortalmente a “Pepete I”
Dicho morlaco, que recibió más de diez puyazos y mató a seis caballos, entró en la jurisdicción del picador Antonio Calderón y lo derribó. Al tratar “Pepete I” de hacer el quite, resultó corneado mortalmente en el pecho.
Con su muerte, inauguró dos trágicas listas: la de toreros muertos por toros del legendario hierro; y la de los diestros apodados “Pepete”, que han sido corneados mortalmente, como José Rodríguez Davié “Pepete II”, muerto en 1899, y José Gallego Mateos, conocido como José Claro “Pepete”, fallecido en 1910.
“Pepete I”, fue el fundador de la dinastía de los Rodríguez de Córdoba, que abarcó a su hermano –sólo de padre–, llamado Manuel Rodríguez Luque, que fue un buen subalterno, primero en apodarse “Manolete” y que, a su vez, casado con Ángeles Sánchez Gómez –prima hermana de “Lagartijo” el grande–, fue padre de los matadores José Rodríguez Sánchez “Bebe chico” y Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” (padre). En consecuencia, “Pepete I” fue tío abuelo del más famoso y universal Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”.
2.- SUS INICIOS
Pero sigamos con nuestro personaje: Rafael Guerra y Bejarano.
Tenía doce años, cuando su padre fue nombrado portero-conserje, también denominado Llavero de la Casa Matadero de Córdoba, y fue allí donde el niño Rafael inició sus andanzas taurinas, enfrentándose a unos becerros de la ganadería de Don Rafael Barbero que estaban destinados a ser filetes en los hogares cordobeses.
La hazaña la repitió varias veces el chiquillo hasta que, una mala noche, junto a un aspirante a picador apodado “California”, trató de enfrentarse a un utrero que estaba en los corrales, siendo sorprendido y duramente reprendido por su padre que, desde la muerte de su con-cuñado “Pepete I”, había acumulado odio y repudia hacia las corridas de toros.
A pesar de la oposición familiar, el “veneno” por ser torero estaba ya inoculado en el ADN del joven Guerra quien, con el apoyo del influyente cordobés Don Tomás Conde y Luque y del buen aficionado Rafael Sánchez, de la familia de los “Poleo”, empezó a hacer notar sus facultades y valor en varios tentaderos, lo que le abrió las puertas para entrar a formar parte de la cuadrilla de “Los niños de Córdoba” que organizó el antiguo subalterno cordobés Francisco Rodríguez “Caniqui”, cuya composición inicial fue con dos espadas: Ricardo Luque “El Camará” –hijo del matador de igual apodo Antonio Luque y González–; y Manuel Martínez Diterlet “Manene”. Y cuatro banderilleros: Rafael Rodríguez Calvo “Mojino” –hijo del propio “Caniqui”–; Rafael Guerra y Bejarano “El Llaverito” –primer apodo que adopta por ser su padre el dueño de las llaves del matadero–; Rafael Bejarano Carrasco “Torerito” –sobrino político de “Lagartijo” el grande–; y José Diaño “Orejitas” –al que el Cossío nombra como José Diañe “Orejita”–.
Retrato del entonces Rafael Guerra “El Llaverito”, vestido de torero
Esta cuadrilla comenzó sus actuaciones en Andújar los días 8 y 9 de septiembre de 1876, fechas que se pueden consignar como las del debut en público como torero de Rafael Guerra Bejarano.
Un año duró su permanencia en la cuadrilla de “Los niños de Córdoba”, y otro año más en el que su padre lo obligó a trabajar en el taller de curtido de pieles e incluso lo mandó a un colegio a Archidona (Málaga), para que preparase su ingreso en la carrera militar, intentando que se olvidara de los toros.
3.- COMIENZA SU CARRERA
Pero todos los intentos de su padre fueron inútiles, y en 1878, con 16 años cumplidos, comenzó de verdad la carrera taurina nuestro protagonista, como banderillero en novilladas, cautivando a los públicos con sus actuaciones, siendo en Alcoy, en agosto de ese año de 1878, cuando mató, por primera vez, un novillo a petición del público.
El 26 de junio de 1879 se presentó ante la afición de Madrid y aun continuó una temporada más actuando exclusivamente en festejos de novillos –periodo de formación que en aquella época era preceptivo e imprescindible para poder actuar de subalterno en corridas de toros–. Al comienzo de la temporada de 1881 ingresó en la cuadrilla del famoso matador cordobés Manuel Fuente y Rodríguez “Bocanegra”, iniciando su periplo como banderillero en festejos mayores. Pero con “Bocanegra” sólo estuvo un año, porque al siguiente se enroló en la del sevillano Fernando Gómez García “El Gallo”, momento en el que dejó de apodarse “El Llaverito” y pasó a ser definitivamente Rafael Guerra “Guerrita” en los carteles.
Cartel de la Plaza de Madrid de 1882, en el que “Guerrita” aparece como banderillero de la cuadrilla de Fernando “El Gallo”, el padre de Rafael “El Gallo” y de “Joselito”.
El prestigio y la fama que “Guerrita” adquirió en su labor como banderillero a las ordenes de Fernando “El Gallo”, trascendió de tal forma que los empresarios exigían a éste, que en los contratos figurara el compromiso de actuación del joven banderillero cordobés, porque era un fuerte reclamo publicitario para atraer hacia las taquillas a los buenos aficionados, y su nombre llegó a figurar en los carteles con el mismo tamaño de letra que el de los matadores. El aprecio que Fernando “El Gallo” tenía por su subalterno, quedó patente cuando le pidió que fuera padrino de bautismo de su recién nacido hijo Rafael, el que pasados los años sería el famoso Rafael Gómez “El Gallo”.
Y, efectivamente, en junio de 1882 “Guerrita” fue padrino bautismal de Rafael “El Gallo”, lo que no impidió que en septiembre de 1885, “Guerrita” se despidiera de Don Fernando “El Gallo”, al incumplir éste la promesa que le había hecho de incluir en su cuadrilla a su amigo “Mojino” y al picador “Matacán” en vísperas de actuar en la murciana Caravaca de la Cruz.
Su despedida la hizo a través de un telegrama cuyo texto decía: “Enterado por su carta que no van a Caravaca ni Mojino ni Matacán, yo tampoco voy. Rafael”
De cara a la temporada de 1886, el entonces más famoso banderillero de España, quedó libre y sin cuadrilla. Pero por poco tiempo, ya que el Primer Califa de la torería, o sea su paisano Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”, lo enroló en sus filas, acogiéndolo con tal afecto e interés que a un hijo no lo hubiera tratado de mejor forma.
Hay que decir que sus actuaciones como banderillero en corridas de toros, tanto a las ordenes de “Bocanegra”, como de “El Gallo” y de “Lagartijo”, las alternaba con otras en las que participaba como matador de novillos.
Curioso cartel en seda de una novillada en la Plaza de los Tejares de Córdoba. El día 6 de enero de 1887 a las 14,30 horas, “Guerrita”, “Torerito”, “Manene”, Mojino” “Melo” y “Bebe” (todos de Córdoba),con novillos de Laffitte de 4 a 5 años, actuando de subalternos los mismos novilleros. La entrada más cara 30 reales (0,045 €) y la más barata 6 reales y 40 céntimos (0,011 €) –la peseta era moneda oficial de España desde 1868–, y los militares sin graduación y niños menores de 7 años, podían entrar dos con una entrada. (Guerrita” era banderillero de “Lagartijo”, y tomó la alternativa ese mismo año).
(Propiedad del autor)
4.- LA ALTERNATIVA Y LIDERAZGO
Dos años duró el aprendizaje de “Guerrita” como miembro de la cuadrilla de “Lagartijo”, pues llegado el día de San Miguel de 1887, en la Plaza de Toros de Madrid, el propio Primer Califa, le dio la alternativa al que, con el tiempo, llegaría a ser el Segundo Califa. Justo ese día hacía 22 años que Antonio Carmona Luque “Gordito” había hecho lo propio en Úbeda con “Lagartijo”, y como homenaje a su jefe de filas, padrino y protector, “Guerrita” quiso que se incluyera en los carteles, debajo de su nombre, la misma advertencia que apareció en el de la alternativa del que era su maestro, y que reza así: “Alternará, por primera vez en esta plaza, confiando más en la indulgencia del público que en sus propios conocimientos, y procurará llenar su cometido con el mayor lucimiento posible”
Siguiendo la crónica que sobre tal acontecimiento realizó el periodista y revistero taurino aragonés afincado en Madrid, Mariano de Cavia y Lac “Sobaquillo”, hacemos el siguiente resumen: “El Califa iba de verde y plata, y de perla y oro su heredero…el toro se llamaba “Arrecío” y pertenecía a la ganadería de Núñez del Prado –según otras publicaciones pertenecía al hierro de Don Francisco Gallardo, cuya única ganadería descendiente en la actualidad es la de Partido de Resina (antes Pablo Romero), mientras que con ascendencia en Núñez del Prado están los hierros actuales de Urcola y Conde de la Maza–, y “Guerrita” terminó con él de una estocada al volapié, hasta la mano, tres intentos de descabello y un golpe de puntilla. Ovación por todo lo alto… –aún no se había implantado la norma de cortar apéndices de la res como premio al torero–. El cuarto se llamaba “Tinajero” –los cinco toros restantes, después del de la alternativa, fueron de la ganadería de Juan Vázquez–, en quites, “Guerrita” fue aclamado por la muchedumbre… hubo momentos que hasta el toro aplaudió…y fueron monumentales los pares de “Guerrita” y los de “Lagartijo”…ovación final…” y termina colocando el nombre de “Guerrita” junto al de los generales Prim y Serrano y el almirante Topete, por… “la audacia de elevar el toreo a la altura de la Revolución” –refiriéndose a la Revolución de 1868 que encabezaron dichos militares–.
Cuando tomó la alternativa, Rafael Guerra tenía 25 años, y habían pasado once desde que ingresó en la cuadrilla de Los niños de Córdoba, y seis desde que se enroló en las filas de “Bocanegra”.
Aún tuvo tiempo, en esa temporada de 1887, de torear en el mes de octubre dos corridas más, una en Barcelona y otra de nuevo en Madrid. El 30 de dicho mes embarcó en Cádiz, rumbo a La Habana, junto a Francisco Arjona Reyes “Currito”, el hijo de “Curro Cúchares”, con un contrato en el bolsillo para torear, cada uno, 14 corridas de toros, por las que percibieron 18.000 duros (590,41 €) y otra corrida de beneficio –se llamaba corrida de beneficio la que toreaba como único matador, siendo él el beneficiario de toda la ganancia, si la había–. “Guerrita” sólo toreó doce de los catorce festejos contratados, porque sufrió dos lesiones, y la de beneficio no la toreó hasta el día 5 de febrero de 1888, y en ella mató los seis toros de sendas estocadas, dos pinchazos y un descabello. Regresó a Cádiz el 21 de marzo, con otros 23.000 pesos cubanos (unas 160 pesetas, o sea 0,96 €) que fue el beneficio de esa última corrida, después de haber estado en América casi cinco meses.
La temporada española de 1888 la inició en Sevilla, emparejándose por vez primera con Manuel García Cuesta “El Espartero”, que tenía dos años de antigüedad de alternativa más que él, y del que todo el mundo, sobre todo la afición sevillana, hablaba maravillas. Se entabló de forma artificial una rivalidad entre los dos nuevos valores: “El Espartero” versus “Guerrita”; pero ese enfrentamiento, ante el poderío que desde en principio mostró “Guerrita”, fue imposible de mantener por parte del diestro sevillano y terminó, definitiva y desgraciadamente, el 27 de mayo de 1894, en la plaza de toros de la carretera de Aragón de Madrid, cuando el toro “Perdigón” de Miura puso fin a los 29 años de vida de Maoillo “El Espartero”.
“Guerrita”, la gran figura del toreo desde 1888 hasta 1899
“Guerrita” toreó en 1888 setenta y cinco corridas, de ellas dieciséis en Madrid. Al año siguiente siguió en la misma tónica, y aunque las actuaciones en la capital fueron sólo nueve, ya era el torero predilecto de toda la afición española.
Al célebre revistero Antonio Peña y Goñi, director de la revista “La Lidia”, se le caía la baba cuando hablaba de “Guerrita”; y a “Sobaquillo”, que lo denominaba “l’enfant terrible” y era declarado “Lagartijista”, admitía que era el heredero de “Lagartijo” y “Frascuelo”. Y todos, en general, estaban de acuerdo en que cuando actuaba en Madrid, lo hacía como en su propia casa.
(CONTINUA EN 2ª PARTE)
Cayetano Melguizo
José Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito 254.-
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