INTRODUCCIÓN
Una sobrina mía, hija de primos hermanos, fue en su juventud, una fantástica “bailaora” apodada “La Chúa”. Poseía todo lo que el flamenco pide a sus intérpretes: arte, casta interpretativa, temperamento, poderío y gran fuerza en la ejecución. Esta sobrina de la que os habló, llegó a impartir enseñanzas de baile, flamenco español, en una academia de su propiedad, allá por los años ochenta y noventa. A raíz de una información que obtuve del investigador de flamenco, el sevillano Miguel Ortiz, me dio pie para cambiar impresiones con mi sobrina respecto al cante y el baile de la alboreá, (considerada tabú por la etnia gitana), con sola intención que la pusiera en práctica en su academia. Esta historia la hago publica para informar a todos aquellos aficionados que puedan estar interesados en tan delicado y sagrado tema:
“La Alboreá”
El Cante de las bodas gitanas.-
La alboreá es un palo del flamenco que se ha basado históricamente en los cantes que los gitanos de Andalucía hacían en sus ceremonias de boda. El origen de la palabra procede del término alborada, en relación al momento en que las bodas son celebradas, al alba. También es llamada a veces alborá, albolá o alboleá. Los gitanos consideran que la “arboreá”, así la pronuncian ellos, es un cante exclusivo de su raza y cultura y solo para sus rituales, y por tanto no debe ser realizado fuera de este contexto de la ceremonia, pues para ellos es algo sagrado y ésta es una norma que no debe de ser profanada.
Es en Granada, donde a mediados del sigo XIX y en plena expansión flamenca, los gitanos empiezan a aflamencar la alboreá, poniéndola en escena en alguna zambras gitanas, hecho que aprovechan algunos cantaores de la época para esterilizarlas, personalizarlas y agregarlas a sus repertorios de cante flamenco, haciéndolas con un compás de soleá por bulerías y jaleos o tangos. La alboreá simboliza las tres partes de la boda gitana conociéndose como zambra granadina pero además de las de Granada, podemos encontrar en Andalucía Occidental otras variantes destacables en Cádiz, Córdoba y Sevilla.
Ya a finales del pasado siglo XX, el Grupo Gitano de la “Coja del Sacromonte”, grabó un cante llamado la boda, que anunciado como zambra gitana, era lo que hoy conocemos como la alboreá. En el resto de Andalucía se cantan y se bailan alboreás, pero más melismáticas que en Granada y a ritmo de bulerías por soleá romanceada. Un ejemplo de los más conocidos intérpretes fueron: María la Canastera, Pericón de Cádiz, Pepe Marchena, Alfonso de Gaspar, Agujetas el Viejo, La Tía Anica La Piriñaca y Rafael Romero El Gallina, entre otros.
En los tipos de alboreás bailables, es precisamente el baile el que tiene predominio sobre el cante, y es acompañada por la guitarra y las palmas, resultando un baile sencillo, de pasos cortos y sin taconeos.
Una vez sabida la historia de este desconocido cante y algunos de sus intérpretes más destacados, conozcamos ahora el rito tan especial y el significado que tiene, para el pueblo gitano.
Cuando un hombre o mujer de esta cultura desea contraer matrimonio deberá proceder al pedimiento gitano. Esto consiste en pedir la mano a la familia de la pareja. A partir de ahí, los prometidos se consideran novios y pueden comenzar a planear la boda. Contraído el matrimonio, la ley gitana indica que el hombre debe ser absolutamente fiel a su mujer.
Existe una costumbre en el pueblo calé, muy arraigada, especialmente en Andalucía y en Extremadura, que les diferencia de otros pueblos gitanos europeos. Y es, exigir que la prueba de la desfloración de una mujer de etnia gitana, a la hora del casamiento, se haga antes de la consumación del matrimonio. Ésta prueba se suele hacer en casa del novio, por una mujer mayor y gitana, experta en éstas lides, que se conoce con el nombre de “la ajuntaora”. Tal prueba consiste en introducir un pañuelo blanco en la vagina de la novia para romper su himen. El flujo recogido sobre el pañuelo, es lo que se llama “las tres rosas”. Y son la afirmación de la pureza y la fidelidad a una raza.
Se dice también que si la joven novia, en el momento de hacerle la prueba sangra, se puede liar la de “sanquintín” entre los gitanos. Por considerar que “la ajuntaora” a roto con sus uñas, alguna parte de esa delicada zona y no la “telita” del himen declarando con ello su no virginidad. En cambio si se obtiene solo flujo blanco, es señal inequívoca de la pureza de la joven novia. Superada la Prueba del Pañuelo, la comunidad gitana comenzará la fiesta. Las madres de los novios mostrarán con orgullo el pañuelo al público invitado, para celebrar el matrimonio legitimado.
Según el escritor Manuel Barrios, esa costumbre de origen árabe fue también práctica común en España hasta la llegada de los Habsburgo y, que la reina Isabel la Católica, tuvo que someterse a ella antes de su matrimonio con Fernando de Aragón.
Existen muchas canciones con referencia a “las tres rosas”, todas alusivas a la honra de la mujer gitana. Los gitanos las adoptaron y las adaptaron a sus vidas y, hoy, se conocen por el nombre de alboreá, tal vez, porque dicha prueba se suele hacer siempre, al amanecer el día.
Éstas familias, muchas de ellas muy humildes, en sus bodas familiares se las arreglan para deslumbrar a sus invitados, con derroche de comidas, dulces, vinos y donde no faltan cantidades industriales de peladillas o almendras blancas, para tirárselas a los novios.
“Jesucristo te llama
desde su huerto,
coronaito de espinas
y el pelo suelto”
“En un verde prado
tendiste el pañuelo
salieron tres rosas
como tres luceros”.
“En el carro de la infanta
se han gastao un dineral
pa' vení a tu boda
ésta madrugá”…
A medida que se calienta la fiesta, le destrozan el vestido a la madrina y los hombres se rajan las camisas, compradas y estrenadas para la ocasión. La luna de miel no empieza hasta que no se haya ido el último invitado.
“Gitanito que bien has quedao
que a tu familia la has “coronao”.
“Ya son “mario” y mujer
pa' la junta de los calés”.
“Subí” a la novia p'arriba
que se despida
de su familia.
!Olé salero!, ¡Olé salero!
que bien le pega a la novia el velo”.
“Ay mi yeli, yeli, yeli,
ay mi yeli, yeli ya”…
A colación de esas celebraciones, el gran cantaor Antonio Mairena dijo que: “Estos cantes de boda gitanos existe la creencia, de que interpretarlos fuera del estricto ámbito familiar y nupcial acarrea toda suerte de desgracias, calamidades y desastres”. Así se explica que cuando el famoso “cantaor” Rafael Romero “El Gallina”, tuvo la osadía de grabar en el año 1.954, una alboreá para la Antología del Cante de Hispavox, y que dirigió el guitarrista Perico el del Lunar, le llovieron un sin fin de críticas, reproches e incluso amenazas por parte de sus hermanos de etnia.
De este interesante tema, podríamos estar hablando largo y tendido, pero como de muestra vale un botón. Y…, aquí me quedo.
Antonio Rodríguez Salido.-
Compositor y letrista.-
Escalera del Éxito 176.
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito 254.-
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