Fino en "Los Ronceles"... o cuando crujieron las traviesas de "La Tiesa".
Estaba viendo el sábado en Tendido 0 el reportaje de Los Ronceles (no me cansaré de decirlo, una de las divisas jiennenses con mayor y mejor proyección de futuro) y a la cabeza se me vino el día que Juan Serrano “Finito de Córdoba” debutó en esa casa. Se prodigan poco las figuras por esta tierra de Jaén, pero la mediación de un amigo común hizo posible que aquella tarde de primavera Juan se acercara hasta “La Tiesa”, situada en el corazón de los encinares de Vilches, donde los hermanosJiménez Fernández-Bugallal tienen sus vacas de vientre, los sementales y las eralas de tienta.
Desde que se hicieron cargo de la ganadería, que es una partición de la primigeniaJiménez Pasquau, ellos han hecho varias reformas en la finca. La más significativa, construir una moderna plaza, de gran diámetro, donde tentar a gusto sus animales. Precisamente en ella tuvo ocasión Finito de probar tres eralas, a cual con mejor clase. Hasta pareció sorprenderse, porque en el burladero me dijo, literalmente “Hay que ver que anda uno todos los días tentando, pero ha sido ayer (la tarde anterior había estado en Guadalmena) y hoy donde me he encontrado los animales con más calidad de mucho tiempo".
Tan a su gusto salieron que, aunque había encerradas cuatro vacas, cuando había toreado esas tres, Juan dijo que se daba por más que satisfecho. Terminado -o eso parecía- el tentadero, se fijó en lo que él pensaba era un corral hecho con traviesas de la vía del tren y se quedó mirándolo con curiosidad.
- Juan, ésa es la plaza donde siempre tentó Juan Pablo Jiménez Pasquau.
- ¿Sí, en serio? ¡No me digas!
Eso contestó, intrigado, mientras se asomaba a ver la placita, que tiene pequeño diámetro y lleva bastante tiempo en desuso. Al instante, sin pensárselo, le dijo a los ganaderos ¿echamos aquí la vaca que queda?
Álvaro y Diego, los ganaderos, (por desgracia su hermano Curro, el mayor de un triunvirato indivisible, no pudo estar presente) intentaron disuadirlo, contándole que allí ya no se tentaba, que aquello era un espacio muy reducido, pero…poco había que hacer ante la ilusionante insistencia del matador por torear en un sitio con tantísimo sabor. Así que la becerra salió, tuvo la misma clase que las anteriores y la magia de lo que allí ocurrió no se nos olvidará a los pocos que estuvimos presentes.
Era ya casi anochecida, y el sol cayendo en el horizonte dotó de unas tonalidades increíbles a aquellas traviesas, que reverdecieron laureles de cuando allí se tentaban, hace muchos años, las madres de la que en su tiempo llegó a ser una de las vacadas con más renombre del panorama.
Por cierto, El Fino estuvo inmenso, cosa que por otra parte es habitual, ya que resulta una auténtica gozada verlo en el campo. Pero mejor que contarlo, os lo demuestro con un puñado de fotografías.
Por: Luis Miguel Parrado
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