…”SÓLO UNA VEZ, MANDÓ EL GUERRA QUE
LE PUSIERAN BURLADEROS”…
Es conocido, que las demostraciones valerosas en torno al toro de lidia, primero se efectuaron a campo abierto, más tarde en los patios de armas, a los que siguieron recintos más o menos apropiados y acondicionados a la exhibición, como las plazas mayores de las ciudades o lugares que se adecuaban a las exigencias del evento, por ejemplo acotando una zona con carros. Todavía hoy, en algunos pueblos, es posible admirar la “arquitectura” de las primitivas plazas de toros.
Comprobado su arraigo popular y la ascensión en los niveles de aceptación de la fiesta de los toros, se piensa en construir cosos, especialmente diseñados para tal menester, lo que se produce y generaliza a partir del siglo XVII.
Anfiteatro romano de Nimes
Los primeros proyectos se basaron sin duda, en los anfiteatros y circos romanos, de tal forma, que entre la arena y el público, sólo estaba previsto levantar un muro, siendo esa la única defensa que separaba a las dos partes. Se empezó respetando escrupulosamente, que la lidia ha de afrontarse y resolverse en el ruedo, debiendo desestimar el matador en todo momento, aún cuando el peligro acechara, el poco edificante recurso de encaramarse a la división de fábrica o los carros, según los casos.
COSO DE LOS TEJARES
En el proyecto para la construcción del antiguo coso cordobés de Los Tejaes, el secretario contador de la sociedad constituida al efecto: don Fausto García Tena, aconsejaba lo siguiente:
…”8º apartado: la plaza no tendrá barrera y sólo se colocarán burladeros en los ángulos de polígono, y dos maromas paralelas sobre pilaritos de madera, colocados en el antepecho.- 20-marzo-1845-“…
COSO DE LOS TEJARES EN CÓRDOBA
Sin embargo, poco después – el día 26 del mismo mes y año -, existe un informe de la Junta Directiva, que a su vez lo tomó de la Junta Inspectora, en el que ambos grupos se manifestaron claramente, a favor de la colocación de una barrera, según se desprende de la lectura del dictamen, cuyo contenido parcial traslado:
…”con intento (la Junta) ha dejado para la última, la 8ª base; porque, como no puede estar de acuerdo con élla, se propone razonar en opinión: trataremos el asunto de que no ha de tener barrera y sí burladeros. La Comisión señores: conoce que hay muchos aficionados a quienes ocupa, tanto el peligro que corra en una plaza de toros sin barrera, como el placer de tocar al toro y que su pañuelo sea saludado…como acontece en este caso; pero a su vez debemos manifestar…”
Y continúa más tarde:
…”por todas estas razones la Comisión opina que se ponga barrera y que en la contrabarrera, haya una maroma de bueno uso”…
BARRERA Y NO BURLADEROS
Así es, precisamente lo que acabamos de releer (un texto de 1845), establece que para la seguridad de los espectadores es bueno construir una barrera, es verdad, pero no dice nada ni alienta en ningún momento, la colocación de burladeros que sirvan en un momento peligroso, de alivio para los lidiadores. Ese tipo de defensa se empleaba en aquellos tiempos exclusivamente para situaciones muy puntuales, como por ejemplo la incapacidad física del espada de turno, bien por alguna herida o problema que le impidiera saltar con agilidad la barrera. La historia escrita e ilustrada de la Tauromaquia deja perfectamente determinado que los primeros burladeros no disponían de acceso directo a través del callejón, sino que simplemente se trataba de unas pantallas distantes treinta y cinco centímetros de la barrera, tras las que se resguardaban los diestros que consideraban precisa la utilización de tan vital abrigo, ¡pero sólo cuando realmente fuese necesario¡… No era bien visto ese alivio. Incluso el hecho de poner burladeros requería la formalidad de anunciarlo previamente en el programa de la corrida, o en su defecto indicarlo claramente, con letra bien marcada y perfectamente legible, en un
PRIMITIVA PLAZA DE ATOCHA SIN BURLADEROS
Actualmente es lógica la existencia habitual de los burladeros, e incluso dentro del callejón, para garantizar la estancia en el mismo del personal taurino, el sanitario, los periodistas y las autoridades.
LITOGRAFÍAS
Es conocido el dibujo de Chaves (litografía de LA LIDIA-24-9-1883), plasmando el momento en el que resulta cogido Curro Guillén, dejando constancia impresa de lo que era una plaza sin barrera , y sí con algún burladero, estampa nada anormal en fechas anteriores y cada vez menos frecuente en posteriores.
Cantidad de ilustraciones, correspondientes a las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX, donde se nos muestran los recintos con barrera pero sin troneras. Se pensaba que no era una acción gallarda, por parte del lidiador, esquivar al toro guardándose tras el burladero.
Cierto es, que en un dibujo posterior del mismo autor (LA LIDIA 22-9-1884), nos podemos regocijar con un cite clásico, realizado probablemente en 1760, en el que efectivamente aparece un parapeto protector para nada habitual y que habría que considerarlo como una rareza.
PARA GUERRITA TAMPOCO…
A Guerrita se le achacan tantos privilegios, que no está de más atribuirle también el de los burladeros…, pero esto no fue así. Don Antonio Peña y Goñi, autor de la obra GUERRITA, publicado en 1894, se encarga de desmantelar la errónea información:
…”Hay que advertir que, sólo una vez en la vida, mandó el Guerrita que le pusieran burladeros. Ocurrió el caso en la plaza de Pamplona, donde toreó por San
Fermín en 1890, teniendo abierta la herida, que le infirió en Jerez el día 24 de junio de aquel año, el famoso toro Corredor”…
El segundo califa, al ser una gran figura del toreo y con una personalidad tan arrolladora, ha influenciado en la aparición de normas, que efectivamente, han tenido que ver con su paso por los ruedos. Por ejemplo el tema de los burladeros, cuya utilización se fue normalizando, entendiendo y aceptando cada vez con más naturalidad, siempre que se usaran con mesura… Y éllo, es verdad, empezó a resultar habitual a partir de la hegemonía taurina de nuestro paisano Guerrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario