ONCE MUESTRA SU CETRO DEL TOREO EN
CABRA
SALIÓ A HOMBROS JUNTO AL NUEVO VALOR JOSÉ GARRIDO
Ganado: Dos
toros de Pallarés Benítez Cubero para
rejones, de exagerado peso y feos de hechura con poca movilidad, y cuatro para
lidia a pie de Albarreal, de correcta presentación y juego desigual.
Diego Ventura: un pinchazo y rejón (una oreja); y cuatro pinchazos y rejón (palmas).
Plaza: Se rozaron los tres cuartos de entrada. Lloviznó intermitentemente y al término del festejo los cielos se abrieron para dar paso al diluvio.
La elegancia y perfección en el buen hacer de Enrique Ponce ha puesto de acuerdo a todo el mundo en la plaza de Cabra. La lección magistral que ha dictado el maestro de Chiva, pendiente en todo momento de la lidia. Sin excesos en el capote y elegante y con mucho gusto con la muleta, sin aspavientos, tranquilo y mostrando todo su saber taurino, con una técnica envidiable, que acabó por enseñar a embestir al animal que al principio de mostró reacio. Calidad y exquisitez en una faena completa de principio a fin.
Su segundo fue menos colaborador que su anterior enemigo, pero Ponce tiró de experiencia y suavidad y consiguió meterlo en la canasta. El magisterio del catedrático del toreo fue un exponente de sabiduría. El cetro del toreo hace tiempo que tiene dueño.
José Garrido, por su parte, pareció tomar buena nota del maestro. Muy bien con el capote toda la tarde y con la muleta, antes de darse un arrimón al rajarse su primero, demostró que está en la línea correcta. Es variado y tira bien del animal poniéndose en el sitio exacto. Gustó mucho a la afición. Y es que hace falta savia nueva que irrumpa con fuerza. Garrido tiene cabeza y valor a prueba de bombas. Tanto en su primero, con poca fuerza, al que toreo muy bien como en el que cerró el festejo, su labor fue muy celebrada por el público.
Diego Ventura, que abría cartel no tuvo su tarde.
Sus dos enemigos fueron muy grandes, sobre todo el primero, y no colaboraron en
absoluto en que el jinete consiguiera el éxito deseado. También sus
cabalgaduras fueron tocadas demasiadas veces. Ante toros sin clase, sacó todo
su repertorio y en banderillas a dos manos y cortas el público le ovacionó con
intensidad. No tuvo toros aparentes, hándicap que suplió con voluntad y entrega, consiguiendo momentos de
gran vistosidad. Su mal uso de los rejones le privó de salir a hombros junto a
sus compañeros.
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