viernes, 5 de febrero de 2016

La historia se repite

No es la primera vez que las circunstancias de la vida nos llevan al dicho. En este caso se ha cumplido con lo ocurrido este año 2016, con la cabalgata de los Reyes Magos y demás acontecimientos sucedidos. Ya en 1933 y 1934, la gran tensión revolucionaria existente en la república dio al traste con la cabalgata y otras celebraciones relacionadas con nuestras raíces culturales, de igual modo que este año está ocurriendo.
Intereses políticos auspiciados por los de la propia sociedad de consumo han ido imponiendo nuevas celebraciones que no tienen nada que ver con nuestras raíces culturales, dando de lado a nuestras tradiciones más arraigadas como ha ocurrido con la fiesta de los toros. La sociedad aborregada que intencionadamente se ha ido creando, mediante un adoctrinamiento continuo durante años, ha ido tragándose el anzuelo, y ajena a esos intereses, le ha seguido el juego. A nuestra juventud desorientada, los mal intencionados pusieron en bandeja el pastel: “A vivir que son tres días”, dándoles rienda suelta hasta desembocar en el absurdo “botellón”,  el Papá Noel o la Noche de Hallowed. Paralelamente, en el sistema educativo, una asignatura titulada “Educación para la Ciudadanía”, que les presenta a los niños un mundo irreal propio de los dibujos animados, porque el verdadero fondo no es educar, es promover una versión de la  sociedad bajo el modelo de su propio concepto político.
La tauromaquia, que  es la más completa metáfora de la vida, no interesa para ese modelo de sociedad que quieren implantar, porque todo lo que sucede en el ruedo son los hechos esenciales que mueven nuestra existencia: la vida y la muerte, la singularidad, el sacrificio altruista, el dolor, el miedo, el valor, la gloria, la belleza, la prudencia y la astucia, y sobre todo el conocimiento y la inteligencia para actuar en el momento oportuno; la verdadera educación en valores, pero no los que a ellos le interesan para su idea de sociedad.   La Tauromaquia es una verdadera escuela de la vida, donde los niños se hacen hombres de verdad. Por eso las escuelas taurinas no interesan en el modelo social que los políticos de la nueva ola quieren implantar. Había que prohibir que los niños vayan a los toros; en su sociedad interesan más los borreguitos y los desorientados que ellos pueden manejar con sus cuentos de progresismo.  

Así, desgraciadamente, la entrada en el poder de los nuevos grupos políticos infectados ya de ese mal, llegan obcecados en borrar todo lo que supone la identidad de España: la bandera, el himno, la religión, la Semana Santa, el flamenco y, lo más significativo: la fiesta de los toros; el acontecimiento más importante del mundo occidental, y por tanto la meta principal de los antisistema. La educación y sus grandes valores son costumbres en desuso, fuera de los hábitos rentables del momento. A la juventud hay que implicarla en la “Telebasura”, donde el éxito mediático está al alcance de cualquiera. Ahí ven claro la “Ley del mínimo esfuerzo”. El torero es la encarnación del héroe individual, del héroe épico, y esa heroicidad no está al alcance de cualquiera; ¡¡don Domingo!!... ¡¡ es que los toros cuernan!!!..., me decían mis alumnos cuando salía a la palestra el tema de los toros. Con razón, “Pepehíllo” (1754-1801) en la portada de su tauromaquia, plasmó la figura de un torero con la muleta en una mano y en la otra un reloj. Suerte que el practicaba mostrando un reloj de cadena de su padre. Una suerte con fondo instructivo, filosófico y pedagógico. Y es que, ante el toro, el mínimo error cometido en segundos puede llevarte a la muerte. De eso hace más de 200 años, casi nada…
Pero volvamos al caso que nos trae, el de los Reyes Magos. En 1935, por iniciativa del párroco de la Iglesia cordobesa de San Francisco, sede del Cristo de la Caridad, al que todos los años, en su desfile procesional de Semana Santa, acompaña una bandera de la Legión, la cabalgata de los Reyes Magos sale adelante. El citado párroco don Carlos Romero Berral, junto a grandes cordobeses de aquella época, entre ellos el insigne rejoneador don Antonio Cañero, don Luís Ruiz de Castañeda y don Manuel de la Torre, que encabezando el cortejo Real, llenan de nuevo de emoción las calles de Córdoba, y devuelven la sonrisa de felicidad a los niños pobres y huérfanos de los hospicios. La cabalgata fue un gran éxito, a la que finalmente se  unieron las instituciones y toda Córdoba.
Gracias al investigador incansable Juan Manuel Fernández Delgado, tesorero de la Asociación Campera Antonio Cañero, podemos ilustrar esta parte del artículo con unas fotografías significativas de aquel acontecimiento, que cerraba la navidad de 1935.
Otra buena labor de aquel centauro cordobés al que Córdoba le es aún deudora por muchos conceptos.
                                                Domingo Echevarría.



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