El tiempo pasa y la vida marca sus patrones sociales: el hombre nace, crece, se reproduce y aguanta en esta vida lo que Dios quiera. Por ello, llega un momento en el que, pasada la etapa de la juventud primera, en la que uno da rienda suelta a múltiples ilusiones, las que unas veces conseguimos en mayor o menor grado, y otras se van quedando en el camino por circunstancias también múltiples. En ese camino vamos madurando, y empiezan a verse las cosas de otra manera. Nuestra cabeza, normalmente, se va amueblando y vamos adquiriendo eso que se llama madurez, que no es ni más ni menos que el momento en el que empezamos a ver las cosas con el prisma de la experiencia. En el caso de los toreros, esa madurez llega muy pronto; la intensidad que obliga la dura profesión hace que así sea.
Conocí a José Luis Torres personalmente, aquella su primera tarde en la becerrada homenaje a la mujer cordobesa de 1999, muy cerca, en el callejón, por lo que su evolución, tanto personal como profesional seguí hasta su alternativa, en la feria
cordobesa de 2005, de manos de Ponce, con el toro “Verboso” (de Buenavista), testificada por “Finito de Córdoba”, hasta que Taurotoro dejó de apoyarlo, y luego, en su segunda etapa, junto a su peña, en aquellas dos temporadas que volvió a resurgir y pensamos que iba a colocarse en el puesto que merecía, porque cogió sitio y oficio, lo que se tradujo en sucesivos e importantes triunfos, ante corridas serias. Injustamente sufrió un parón en su profesión, del que no se recuperó, al coincidir con la evolución decreciente de la fiesta, curva que no cambia de trayectoria, pues para ello, es vital que los propios empresarios cambien de mentalidad y se adapten a las necesidades de los nuevos tiempos.
La fiesta necesita una renovación, sobre todo desde el punto de vista de promoción y publicidad competitiva ante la multitud de ofertas de ocio, que hoy existen. La fórmula de presentar un cartel 15 días antes, y esperar a que el público pase por taquilla, hoy no vale. Entre otras cosas porque no hay un torero, que con su nombre, en un tablón junto “A DOS MÁS”, sea capaz de llenar la plaza. Hoy, y de eso son conscientes las primeras figuras del
escalafón, que un cartel con tres de ellos no llena las plazas. Lo que da lugar, a que ese empeño en rematar dichos carteles deja fuera a los que, incluso con méritos sobrados, quedan en el rincón del olvido, acabando por diluirse, entre la impotencia y el desengaño. Ser figura es un milagro; es como una lotería, pero si además no te dejan comprar el décimo, el premio es imposible.
El pasado 26 de septiembre, Torres, junto a “Chiquilín” y el periodista Francisco J. Domínguez, compusieron una mesa redonda en la Filmoteca Andaluza, dentro del ciclo dedicado al centenario de “Manolete”, después de la proyección de la película “Torero”, de Carlos Velo, y protagonizada por Luis Procuna. Allí pudimos ver a un José Luis Torres centrado y coherente, como suele decirse: con la cabeza muy bien amueblada. Señal ésta, de su evolución y enriquecimiento personal. Lástima que profesionalmente, en esta plenitud de madurez, las circunstancias nos hayan privado de verlo, en todo este tiempo alejado de los ruedos, pues a buen seguro, nos hemos perdido a un torero que ha dejado mucho que decir, de su valor sereno, de su temple y su sello
personal, algo que tanto echamos de menos los aficionados.
El pasado día 2 de octubre de 2017, tras la conferencia de D. Fernando del Arco, en el Real Círculo de la Amistad, un grupo de aficionados y componentes de su peña compartimos junto a él, en la “Taberna Góngora”, sede de su peña, un agasajo con motivo de que próximamente contraerá matrimonio.
Desde aquí, deseamos de corazón a José Luis: se cumplan todas las ilusiones que tendrá para su nuevo estado.
Un abrazo ¡Torero!
Domingo Echevarría
Fotos: Mercedes G. Cabello y José Luis Cuevas
No hay comentarios:
Publicar un comentario