lunes, 5 de mayo de 2014

RAFAEL Alonso 03/05/2014
Tras nueve años cerrado por obras, una inversión pública considerable y sin la menor participación ciudadana de entidades o personalidades entendidas en materia taurina, el Ayuntamiento de Córdoba ejecutó el proyecto museológico presentado por la empresa Kultura Ideas y Estrategias para el Patrimonio, aprobado por la anterior Corporación, abriendo al público las puertas del Museo Municipal Taurino, donde destacan la magnífica restauración llevada a cabo en el histórico edificio, y la desaparición de la inmensa mayoría de fondos generosamente depositados por las familias de los más dignos representantes de la tauromaquia cordobesa.
Como sentencia, un aserto popular: "Entre todos lo mataron y él solo se murió". La anterior Corporación encargó el proyecto y la actual lo ha aceptado y ejecutado. Por fin, en algo está de acuerdo la clase política, lo que sería motivo de enhorabuena si el resultado hubiera sido otro, porque en definitiva se ha vulgarizado uno de los mejores museos taurinos del mundo, sustituyéndolo por otro de una simpleza absoluta, que nada tiene que ver con la identidad de una tierra considerada definitiva en el toreo, que ahora recibe al visitante con reportajes de filmaciones en la cordobesa plaza de Zaragoza del jerezano Juan José Padilla o del granadino El Fandi, diestros tan respetables como carentes de vinculación con esta ciudad y su historia taurina.
Tercio de Quites considera el nuevo discurso museístico un despropósito que tal como se plantea podría ubicarse en Esplugas de Llobregat o cualquier lugar. Una herramienta como Internet permite visualizar fotografías o películas, conocer la historia y acceder a informes sobre el hábitat del toro sin soportar el escándalo del espulgabueyes protagonista de una filmación expuesta, que rompe el silencio de todo el recinto. Sin embargo, lo que no está al alcance de cualquier ciudad, mucho menos de ningún otro museo taurino del mundo, es la riqueza y variedad de los fondos que la clase política ha decidido ocultar al ejecutar el proyecto museológico redactado por la empresa catalana que recibió el encargo del Ayuntamiento de Córdoba.
Se ha olvidado algo fundamental. Quienes visitaban el museo podían contemplar unos fondos que permitían analizar la evolución del toro, manifestada en el volumen de las cabezas expuestas de diferentes épocas, del corte y bordados de los trajes de torear, o del tamaño de banderillas y divisas, además de admirar objetos únicos como el estoque que El Tato regaló a Lagartijo, cuya hoja lleva grabado un emotivo agradecimiento; el traje corto que Manolete vistió en la cena homenaje que los intelectuales le tributaron en el restaurante Lardhy de Madrid, donde fueron leídos poemas hoy considerados joyas literarias; carteles de feria pintados por Julio Romero de Torres; y tantos otros que manifestaban la grandeza de una ciudad que instauró en el toreo un orden de tal magnitud que llegó a ser conocido como el Califato Taurino de Córdoba. Todo eso ya no es posible para el visitante de hoy.
Tercio de Quites considera que se ha perdido una magnífica oportunidad para reivindicar la excelencia de un museo único, y reitera públicamente su preocupación por la falta de reparos de las autoridades municipales que encargaron, asumieron y ejecutaron este proyecto, sin considerar las condiciones que están estipuladas en las actas de cesión firmadas por los cedentes de los fondos depositados, documentos que con la reformulación museográfica han podido quedar alterados o sin efecto. Utilizando la jerga taurina: la faena ha sido lamentable, pero además tememos que suenen los tres avisos y sean retirados fondos de gran valor. Entonces Córdoba sería la gran perjudicada de este petardo político.
* Por la Tertulia Taurina Tercio de Quites de Córdoba

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