miércoles, 22 de febrero de 2017

El toreo es eterno

Nuestro redactor taurino, Juan Carlos Ávalos, evoca los triunfos de Juan Serrano "Finito de Córdoba" y la vigencia de su personalidad y arte, a pesar de vivir entre luces y sombras en el toreo actual
Juan Carlos Ávalos. Patio de caballos de la plaza de los califas, después de muchos años y junto con mis hermanos accedo al mismo, encontrándome nada más entrar y frente a mí, el imponente azulejo de Ntra. Madre la Santísima Virgen de los Dolores, el cual me retrotrae al día de su bendición, de emotivo recuerdo para mí y para todos los que posibilitaron que la devoción de Córdoba y de tantos toreros estuviera presente a partir de ese momento en el acceso a la capilla ubicada en el referido patio de caballos; y entre corrillos y la expectación lógica, espero a que aparezca Juan Serrano por la puerta para enfrentarse a una tarde de responsabilidad.




Finito I
Juan Serrano, en sus inicios como novillero

Mientras, cierro los ojos e inspiro ese olor tan característico que desprende el patio de caballos en la antesala a una tarde de toros, esta vez vestido de calle, más tranquilo y relajado pero con los nervios de estar a punto de presenciar una tarde de toros. Y cerca otra vez, de ese chispeante ruido característico de las campanitas que cuelgan de las mulas de arrastre y que en el intento de quitarse las moscas las hacen sonar una y otra vez, conformando una composición que es música celestial para mí y que me transporta a otro tiempo.
Qué bonito es el toreo, amigos, y cuantas sensaciones te transmite, sobre todo cuando has vivido alguna tarde vestido de miedo y oro. En un momento, miro al cielo cubierto y amenazante de lluvia, instante en el atisbo la llegada del maestro, vestido con un traje increíble, blanco de pureza y plata, recordando sus 25 años de alternativa, llegando decidido pero a la vez preocupado y entre palmas de ánimo, momento en el que un aficionado descerebrado lo increpa; hecho que no me sorprende pues esto del toreo es así, y algunos van predispuestos desde el minuto uno a gritar al torero mientras otros permanecen a la espera.
El desenlace, como es de prever por las condiciones de la plaza, es el lógico y el que ya todos estábamos anticipando, pero el rostro del maestro cuando se iba nunca lo olvidaré, como tampoco olvidaré algunas de las palabras dirigidas a él cuando marchaba con cara de desilusión y tristeza. Ese era un día en lleno de ilusiones y sueños en el que Finito había puesto mucho de su parte, pero cuando no puede ser no puede ser, siendo finalmente el tiempo el que marca el destino del torero.
Tras la marcha, y ya casi en la soledad del patio de cuadrillas, volví a cerrar los ojos, y me vino a la memoria aquella vez, cuando de la mano de mi padre y rodeado de taurinos, como la familia Zurito, fuimos a ver torear a Juan en una de sus primeras tardes en los califas.
El ambiente de expectación era total y el triunfo fue tan sonado, que recuerdo ver a la gente salir toreando de la plaza. Después de aquella vez, vendrían otras tantas tardes de lío gordo que hicieron de Juan, el ídolo de una afición que hasta ese momento estaba dormida y que con él volvió a despertar cuando vio como ese joven interpretaba el arte de cúchares.
Entre esas tardes de locura, recuerdo una, en la que recibió rodilla en tierra a un utrero de Torrestrella, y lo sacó a los medios de diez o doce verónicas con la plaza llena, y la gente loca de histeria levantada de sus asientos y aplaudiendo al ver tanta torería Todos los aficionados y gentes del toro de aquel tiempo, hablaban en tabernas y bares del toreo de Juan, y la Córdoba taurina tomó un nuevo rumbo, se volvió en a poner en el mapa y Finito de Córdoba, se convirtió, en uno de los novilleros con mas cartel de los últimos tiempos.
Había ferias donde añadían novilladas para incluir a Finito, y las carreteras se llenaban de coches con matricula CO para ir a ver al torero de nuestra tierra.
Recuerdo como yo siendo un joven con sueños de torero, esperaba a Gabriel de la Haba “ Zurito”, su apoderado en aquéllos años, en mi casa para que me contase las faenas que el maestro había desarrollado en tal o cual plaza, enseñándome desde su punto de vista profesional y sabio las grandezas de su toreo. Barcelona, donde cortó un rabo, Madrid, Sevilla, Córdoba y un largo etc de plazas, querían contar con Juan porque era éxito seguro, tanto de taquilla como a nivel artístico.
El toreo que Finito desplegaba por las plazas era inusual para un novillero, teniendo un conocimiento perfecto de los terrenos y sacando faena a todo tipo de novillos, conjugándolo, a la vez, con la elegancia que siempre le ha caracterizado a la hora de interpretar el toreo, la inspiración y su arte. La largura de los muletazos, con la figura compuesta, son simplemente eternos, generando unos oles eternos y desatando pasiones allá donde toreaba. Aún, guardo en mi retina, el recuerdo de ese mano a mano en Huelva, con Antonio Borrero “Chamaco”, hijo del también gran matador de toros “ Chamaco”, en el que Finito cortó cinco orejas, mientras el torero onubense en su plaza, cortó sólo una, pudiéndonos hacer una idea queridos lectores, sobre el lío que nuestro torero pudo formar allí.
Después de la etapa de novillero, tomó Juan la alternativa, envuelto en un gran ambiente, donde los aficionados más viejos, aseguraban que no recordaban desde hacía muchísimos años, un matador de toros de una dimensión como la suya. En esa etapa, Juan adapta su modo de sentir y expresar su toreo delante del toro, necesitando tiempo para ello, al igual que le ha pasado a todos los toreros de corte artista habidos en la historia del toreo.




Finito II
Un lance con el capote de Finito de Córdoba / Foto: Ladis

El toreo de “ El Fino”, como le dicen ahora, aporta una dosis importantísima de inspiración, necesita de sensaciones y de momentos para poder expresar todo lo que lleva dentro pero cuando esa chispa se enciende y sale, es una autentica explosión de arte, un toreo con alma y que traspasa las fronteras de la lógica o de la técnica. Por eso, y como también le ha pasado a todos los grandes artistas, su toreo y su carrera posee luces y sombras, momentos buenos y momentos no tan buenos pero que son necesarios para su propia perfección no solo como profesional si no también como artista.
Esa sensibilidad, también se debe trasladar al aficionado, pues el maestro a nadie deja indiferente, poseyendo, a la vez, seguidores y detractores, que de todo de haber como en botica, aunque siendo de Córdoba y con el bagaje profesional de Finito, creo que se merece una defensa de él, como artista que es de nuestra tierra. Cuantas veces habré oído eso de ¡Si hubiese nacido en Sevilla! En definitiva, han habido en estos 25 años muchos momentos históricos, tales como su presentación en México, donde fueron cientos de aficionados de Córdoba y otros lugares para ver su presentación en el coso de insurgentes donde levantó un interés del que ya no se tenía recuerdo.
Muchas son las tardes de gloria del maestro que podría enumerar y que seguramente, usted lector, también recuerde, pero me viene a la memoria por ejemplo la tarde del indulto a “Tabernero”. Ese día, todos los que allí nos dimos cita, vimos torear a la elegancia personificada, con una lentitud en los pases que pararon el tiempo, donde las distancias con el toro fueron perfectas, además de necesarias para que el toro respondiera como lo hizo, y un temple y suavidad a la hora de manejar las telas simplemente sublime. En aquél instante, volvieron a bajar los ángeles para tocar con su varita al Maestro. Recuerdo ver a Cesar Rincón, apoyado en el burladero y con la boca abierta, frotándose los ojos ante tanta belleza.
En definitiva, queridos lectores, Juan Serrano “Finito de Córdoba” o “El Fino “, es un torero de esos que no deja indiferente a nadie y que hay siempre que esperar, porque lo bueno necesita de su tiempo. El toreo de Juan sigue siendo distinto, con personalidad, pues el maestro ha sido autodidacta y ha creado su propia forma de sentir el arte de cúchares y que, como pasa a las grandes figuras, ha sido y sigue siendo imitado por muchos de los que empiezan. Por eso, quisiera hacer desde aquí, una petición a las empresas para que tuvieran la delicadeza que requiere este espectáculo y se acuerden de nuestro torero, por que el arte hay que preservarlo, cuidarlo y mimarlo, ya que la eternidad del toreo nunca debe olvidarse.
Por último, con todos mis respetos y con el permiso del Maestro, dedico estas palabras, a la figura del torero que ilusionó y sigue ilusionando a los aficionados y a los que alguna vez soñamos con ser toreros.

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