LENGUAJE TAURINO
Y CULTURA POPULAR
La “cultura popular” está forjada por el carácter de un pueblo, por sus manifestaciones profanas y religiosas, por sus tradiciones, sus formas de hablar y sus expresiones. Es lo que distingue, en un momento temporal determinado, a la gente de un territorio de la del resto del mundo.
Esa “cultura popular”, modelada a lo largo de muchos años, posiblemente de siglos, se manifiesta en la manera de vivir de un pueblo, en sus fiestas y ceremonias, en su desarrollo artesanal, en sus expresiones artísticas, en sus creencias, en su carácter colectivo y hasta en la manera de hablar de su gente.
La utilización de términos y frases con los que un pueblo denomina o califica actitudes concretas, son parte de su “cultura popular”. No es baladí que en México se diga “ahorita mismo”, o “ándele compadre”, y que en Argentina se usen vocablos como “boludo” o “colectivero”.
Hay expresiones, que usamos normalmente, de las que no tenemos conciencia de su origen o de su significado, como ocurre en la anécdota de aquel ateo que llegó a una reunión de colegas diciendo: “a la paz de Dios, hermanos”; y el miembro principal del grupo le dijo: “¿Cómo a la paz de Dios?... ¡sal fuera y vuelve a entrar, saludando como Dios manda!”.
En España empleamos asiduamente muchas formas lingüísticas que pertenecen al mundo taurino, confirmando, con ellas, que la tauromaquia está inmersa en nuestra “cultura popular”, incluso para aquellos antitaurinos que son “ateos” de nuestra Fiesta Nacional.
En una conversación trivial entre gente del pueblo llano, sin necesidad de que sean taurinos, pueden decirse cosas como las que siguen:
- ¿Qué tal en tu trabajo?
- Fatal, estoy a punto del acoso y derribo.
- Pero… ¿no eres capaz de coger al toro por los cuernos?
- Estuve a punto de entrar a matar, pero me dieron una larga cambiada y terminé entrando al trapo.
- Pero, échate la muleta a la izquierda y dóblate por bajo.
- He intentado cambiar de tercio, y de templar y mandar, pero me dicen… al hilo de tal cosa… y vuelven a entrarme en corto y por derecho y con ganas de rematar la faena.
- Pues sáltatelos a la torera y les das la puntilla.
- Qué fácil se ven los toros desde la barrera, pero cuando estás a punto de entregar los trastos y sientes que estás para el arrastre, solo piensas en que no haya quinto malo.
- O sea, que estás barbeando las tablas y esperando que alguien te echara un capote.
- Pues sí, aunque a toro pasado me digo que más cornadas da el hambre y que, o me pongo el mundo por montera o me corto la coleta, y que hasta el rabo todo es toro.
Todas esas expresiones, con uso y significado en mundo taurino, adquieren un sentido de equivalencia cuando las empleamos en nuestro lenguaje coloquial. Veamos algunos ejemplos:
“A toro pasado”:
Expresión taurina que se emplea cuando el torero arrima su cuerpo al del toro, una vez que la cabeza del mismo ha pasado y, también, cuando hace un desplante o un adorno con el toro retirado, a distancia y carente de peligro.
A nivel popular se aplica a quien hace o dice algo a destiempo, o da una solución cuando el problema ya está resuelto. Suelen acompañarse de frases tales como: “esto ya lo dije yo” o “esto ya lo sabía yo”.
Adornándose “a toro pasado”; y una collera practicando el “acoso y derribo”
“Acoso y derribo”:
Faena a campo abierto en la que, por colleras a caballo, se persigue a una res y se le hace caer empujándola con una garrocha en los cuartos traseros. Sirve para medir la bravura de las reses, antes de tentarlas en plaza cerrada.
Popularmente esta frase se aplica cuando a una persona se le critica y minusvalora todo lo que dice o hace, para que se sienta abatido y arrinconado.
“Barbear las tablas”:
Define la acción de un toro moribundo, a punto de doblar, que camina lentamente con la cara pegada a las tablas de la barrera hacia su querencia natural.
En lenguaje popular se emplea cuando alguien, a sabiendas de que un problema no tiene solución, sigue buscándola de forma torpe y lenta para, finalmente, transigir.
Un toro “barbeando las tablas”; y los clarines y timbales “cambiando el tercio”
“Cambio de tercio”:
Toque de clarines y timbales que marca el termino de cada una de las tres partes en que se divide la lidia, y el paso a la siguiente. Es ordenado por el presidente de la corrida, que lo indica sacando un pañuelo blanco.
En su uso cotidiano, sin necesidad de que se trate de una tercera parte, indica que el tema de debate o diálogo está agotado y hay pasar a otro asunto, o que la actividad que se desarrolla está terminada y hay que cambiar a otra tarea.
“Coger el toro por los cuernos”:
En las actividades taurinas, no se coge al toro por los cuernos, salvo los forçados portugueses, cuyo hombre de cara o primero de la fila se deja “encunar” abrazándose a la cepa de los cuernos y, a continuación, los siete restantes hasta conseguir frenar la embestida y reducir la acometividad de la res. También en las faenas camperas de herrar, marcar y señalar a las reses añojas, se inmovilizan y reducen, cogiéndolas por los cuernos.
En el lenguaje coloquial, esta expresión indica que se ha actuado de forma resuelta, sin dar rodeos, a la hora de enfrentarse a una dificultad.
Forçados “cogiendo al toro por los cuernos”; y el acto de “cortarse la coleta”
“Cortarse la coleta”.
Acto solemne con el que un torero pone fin a su vida activa. Antiguamente los toreros se hacían una trenza o coleta de su propio pelo que la recogían en un moño o “castañeta”, y se la cortaban cuando se retiraban. En los años 20 del siglo pasado, Juan Belmonte, sustituyó la trenza de pelo natural por un postizo y, desde entonces, “cortarse la coleta” es un acto puramente simbólico.
Coloquialmente “cortarse la coleta” significa abandonar una actividad concreta. Cuando alguien deja de practicar un trabajo, deporte, arte, afición o profesión, dice “me he cortado la coleta”.
“Dar la puntilla”:
Cuando un toro, se echa herido de muerte, el cachetero o puntillero le da un final digno y rápido, con un golpe en la nuca, que secciona la medula espinal y le causa la muerte inmediata e indolora.
En el lenguaje coloquial, empleamos esta frase para dar a entender que alguien está tan apabullado, acogotado o humillado, que solo falta “darle la puntilla” para “rematarlo” en su fracaso.
Cachetero “dando la puntilla”; y dando una “larga cambiada” de rodillas.
“Dar una larga cambiada”:
“Larga cambiada” es un pase de capote, mitad farol mitad revolera, en el que se cita de frente y se tira del engaño por encima de la cabeza, con la mano contraria al de salida, cambiándole el vieje al toro. Es frecuente ejecutarlo de rodillas a la salida del toro al ruedo, a “porta gayola”.
En el lenguaje cotidiano, indica el momento en que alguien cambia el sentido o intención de una conversación y la deriva hacia un fin o conclusión diferente.
“Doblarse por bajo”:
En términos taurinos es encadenar, genuflexo, pases con la muleta muy baja, Si es al comenzar la faena, para ahormar la embestida, encelar al toro y que meta la cabeza en el engaño, en cualquier momento como “macheteo” o castigo, y al al final para cuadrar a la res y entrar a matar.
En conversaciones cotidianas, empleamos esta frase cuando alguien se lleva a otro a su terreno, lo encela en la conversación y lo lleva por donde le conviene, o bien si lo fustiga con frases incitantes para ponerlo nervioso y llevar la conversación a donde más le favorece.
Matador “doblándose por bajo”; y peón acudiendo a “echar un capote”
“Echar un capote”:
Acción que se ejecuta cuando un toro pone en apuros a alguien. Ejemplos: un picador es derribado o un torero es desarmado y quedan al descubierto, y un tercero mete su capote en la cara del toro y se lo lleva. Es equivalente a “hacer un quite”.
En el día a día, es la forma de indicar que alguien interviene, metiéndose en medio de una conversación, cuando uno de los dialogantes esta “acorralado”, y deriva el dialogo hacia otro tema, sacando oportunamente del apuro al que lo está.
“Echarse la muleta a la izquierda”:
En el mundo del toro se dice que “las grandes faenas se hacen con la mano izquierda”, que “los grandes maestros son buenos muleteros zurdos”, y que “con la mano izquierda es con la que gana los billetes”.
Coloquialmente, esta frase indica el momento en que alguien comienza a esgrimir argumentos potentes y convence con sus planteamientos. Por ejemplo, en una negociación, cuando alguien consigue exponer argumentos convincentes que desarman al oponente.
El matador se ha “echado la muleta a la izquierda; y después “entra en corto y por derecho”
“En corto y por derecho”:
Es la forma correcta y contundente de entrar a matar a “volapié”, yéndose detrás de la espada a toro parado. Y cuando así lo hace el torero, es porque no se tiene dudas y la estocada será contundente y eficaz.
En lenguaje popular esta frase se emplea cuando alguien realiza una acción o da un argumento, sin rodeos, con eficacia y contundencia y, normalmente, de forma inesperada.
“Entregar los trastos”:
Es cuando el mozo de espadas le da la muleta y el estoque al matador, para el último tercio y, de forma solemne, también lo es cuando el padrino le da la alternativa al neófito. Significa que ha llegado la hora de la verdad.
En la vida cotidiana, indicar el momento en que un neófito, aprendiz, ayudante, pasante o segundo de a bordo, accede a ocupar el puesto de más arriba. También se emplea esta frase en el relevo de los trabajos a turnos y, en sentido funesto, cuando se está en trance de muerte: "está a punto de entregar los trastos".
Momento de “entregar los trastos” en una alternativa; y el toro, una vez muerto “está para el arrastre”
“Estar para el arrastre”:
Cuando el toro ha entrega su bravura en la plaza, va agotando sus fuerzas hasta la muerte, momento en que es arrastrado por las mulillas hasta el desolladero.
En lenguaje popular, se dice que una persona “está para el arrastre” cuando sus fuerzas, físicas o mentales, están bajo mínimos y su rendimiento empieza a ser nulo.
“Hacer hilo” o “al hilo”:
En el argot taurino, se dice que un toro “hace hilo” cuando persigue a alguien y, sin hacer caso a ningún otro reclamo o quite que desvíe su trayectoria, pone en apuros al perseguido.
A nivel de calle, se emplea tal expresión cuando se pasa de un asunto a otro con el que guarda relación. Es ligar un tema con otro diferente sin interrupción y sin romper la continuidad.
En San Fermín, el toro “hace hilo” con algún corredor; y un bonito ejemplar en el que, desde los pitones “hasta el rabo, todo es toro”
“Hasta el rabo todo es toro”:
Frase taurina que es una obviedad y significa que todo el toro tiene peligro. Que además de los cuernos, el toro es un animal imprevisible, capaz de volverse en un pañuelo, de dar una coz, o de soltar el rabo a modo de látigo.
Igual ocurre en la vida normal. Cuando creemos que ha pasado el momento importante o crucial, nos sorprende cualquier imprevisto. No hay que bajar la guardia ni relajarse hasta asegurar que no hay ningún cabo suelto, que “el toro ha pasado hasta el final, o sea, hasta el rabo”.
“Hay que entra a matar”:
Frase taurina que indica llegado el momento de cuadrar al toro y buscarle la muerte. Una faena excesiva pone al toro “gazapón” o se aquerencia en tablas y es difícil entrarle a matar. Y cuando un toro está parado, es manso y peligroso, es licito abreviar para entrarle a matar.
En nuestras relaciones de calle, también hay que darles solución a los problemas a su debido tiempo. Hay que tener decisión para rematar un problema sin dilación, y se suele decir “hay que entrar a matar”.
El gran Rafael Ortega “El tesoro de la Isla”, “entrando a matar”; y un grupo de “maletillas” a los que “más cornadas les daba el hambre”
“Más cornadas da el hambre”:
Antiguamente, los más humildes, desde niños, querían ser toreros, para ganar dinero y vivir con desahogo. Fue Manuel García Cuesta “El Espartero”, que recibió 23 cornadas en su corta vida, quien dijo: “más cornás da el hambre”, como respuesta a un subalterno que le advirtió: “cuidao maestro quel toro es peligroso, vaya a darle otra corná”.
Frase que suele emplearse como jerga popular, cuando alguien hace algo que supone un riesgo, y no lo hace por gusto sino por necesidad.
“No hay quinto malo”:
Antiguamente, el orden de salida de los toros lo establecía el ganadero, y reservaba el de mejor reata y reseña como segundo del diestro más garantía, o sea de quinto. En agosto de 1896, Luis Mazzantini, con permiso, pero sin convecimiento, de Rafael Guerra “Guerrita”, impuso la norma de hacer lotes y sortear las reses entre los matadores.
En la vida cotidiana, cuando se espera conseguir algo, después de varios fracasos, se suele decir: “sigue, que no hay quinto malo”.
Cartel anunciando al 5º de la tarde y… “no hay quinto malo”; y torero calándose “su montera” o “poniéndose al mundo por montera”
“Ponerse el mundo por montera”:
Cuando el torero se cala o mete la montera que cubre y protege la cabeza, antes del paseíllo, ya no hay marcha a atrás, hay que salir a lidiar la corrida.
En lenguaje de la calle, decir “se ha puesto el mundo por montera”, equivale a asumir riesgos físicos, económicos o de prestigio, o cumplir las normas despreciando las consecuencias.
“Rematar la faena”:
El final de toda faena es el buen uso de los aceros. Pero si ha tenido brillantez, una serie de pases vistosos, armoniosos, con gracia, estilo y belleza estética, sirven de coda final o remate de la faena.
Coloquialmente también se dice “rematar la faena” al colofón de un trabajo o de una acción, que perdería importancia, sino tiene un remate final. Siempre hay que “rematar la faena” para darle brillantez al final.
Caen sombreros para premiar el precioso “remate a una gran faena”; y un natural en el que el torero “sabe templar” y embeber al toro en la muleta.
“Saber templar”:
Un torero templa la embestida del toro, cuando lo lleva embebido en la muleta, al compás o tiempo que él le marca, sin que los cuernos toquen el trapo, desde el inicio del pase, hasta rematarlo, lo más largo posible.
Cuando en la vida cotidiana, se lleva el ritmo adecuado de un trabajo, negocio, o cualquier acción, como garantía de éxito, se dice que “sabe templar”. Es lo contrario a la precipitación que lleva al fracaso o a la chapuza.
“Saltarse a la torera”:
El profesional “salta a la torera” pasando por encima de las tablas de la barrera, cuando se ve comprometido. Apoyando una o ambas manos en el borde superior, impulsa el cuerpo con las piernas unidas, para caer de pie en el interior del callejón. También se dice que “toma el olivo”
En lenguaje vulgar, “saltarse a la torera” se emplea cuando, ante una situación comprometida, se salva con facilidad y soltura. Y también cuando alguien deja de cumplir con un deber, una obligación o una norma.
El banderillero ha llegado a la barrera y la ha “saltado a la torera”; y desde detrás de ella, está “viendo los toros desde la barrera”
“Ver los toros desde la barrera”:
Taurinamente hablando, se dice de quienes, estando lejos del albero y, por tanto, del peligro, opinan sobre lo que debe, o no debe, hacer quien está delante del toro. “Ve los toros desde la barrera” quien está en el tendido o cualquier localidad alejada del ruedo, y dice de cómo hay que torear.
En lenguaje popular se dice que “ve los toros desde la barrera”, quien opina sobre cualquier problema y su solución, sin estar implicado en el mismo y sin a correr los riesgos que se deriven.
Esta muestra de, tan sólo 24 frases, es una pequeña parte de las múltiples expresiones o términos propios del mundo del toro, que están integrados en nuestro lenguaje de uso cotidiano, y que las aplicamos a situaciones que, con frecuencia, se repiten en nuestras relaciones sociales. Es una prueba más del entronque que la tauromaquia tiene en la sociedad española y en sus expresiones lingüísticas que, hasta los enemigos más contrarios a nuestras tradiciones, también las utilizan cuando hablan, porque, aunque ellos no se den cuenta, suelen “meter la cabeza” y “entrar al trapo” con bastante facilidad.
Cabanillas del Campo (Guadalajara), a 25 de mayo de 2023
Cayetano Melguizo Gómez
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor
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