miércoles, 16 de octubre de 2024

 

Mi amistad con el Gran Escultor Mateo Inurria jpg – Proyecto Garlo

 Mi amistad con el Gran Escultor Mateo Inurria.

Hoy al coger la pluma para rendir un modesto homenaje a la memoria del gran escultor Mateo Inurria, por Francisco Pompey.
Ultimo libro en 1974 Francisco Pompey jpg – Proyecto Garlo
Mi amistad con el Gran Escultor Mateo Inurria
Hoy al coger la pluma para rendir un modesto homenaje a la memoria del gran escultor Mateo Inurria, una impresión de pena me turba el ánimo, me entristece observar la confusión que reina en el mundo en lo que se refiere al glorioso pasado con sus artistas grandes, en el olvido.
La vida con su llamado «progreso mecánico», no deja de ser un tanto indiferente y dura para los grandes artistas creadores, entregados a mantener el valor transcendental del Bien y la Belleza; la vida espiritual sin la cual el hombre quedará reducido a ser sólo el «animal de costumbres» que camina deprisa y hacía un estado de demencia colectiva, mecánicamente fuerte pero sin alma.
¿Cómo no sentir el elogio y nostalgia de los que dejaron obras de arte para orgullo de la vida contemporánea? En la serie de maestros de la escultura en lo que va de 1900 a 1940, en España, la figura de Mateo Inurria ocupa un lugar de muy excelente escultor fuera de serie; en vida poco estimado en su auténtico valor artístico y sí olvidado actualmente. Con nuestro carácter acostumbrado a darlo todo o no dar nada; lamentable contraste ese del «blanco o negro», del eterno «sol y sombra», en el que rara vez acertamos. ¿Por qué esperar a que El Greco, Velázquez, Goya, por ejemplo, nos digan que son glorias de España dos siglos después de su muerte?
Recuerdo que en 1910 cuando la crística de avant-garde glorificaba a Cézanne como maestro genial de la pintura, se olvidaban de que Cézanne no hubiera existido sin aprender e imitar al Greco, y, entre otros maestros, al mismo Boucher, pintor académico y pompier del siglo XVIII. En lo que se refiere a la escultura, con Mateo Inurria acontecería algo semejante en los días en los cuales él se daba a conocer en oposición contra el arte académico y oficial, y que ciertos jóvenes atacaban violentamente e incurriendo a Mateo Inurria, a pesar de estar mucho más con los jóvenes que con los viejos; los jóvenes no vieron en Inurria que era más joven en sus esculturas que los jóvenes en su edad y en sus esculturas. Mateo Inurria partía de la tradición, como base de concepto y de técnica; los jóvenes partían del concepto y no de la tradición. Por eso a Inurria hay que situarlo en los que ya no eran jóvenes por la edad, sino por el concepto de lo «muy antiguo y muy moderno»: Clará, Casanovas, los Oslé y entre todos y, muy particularmente, con Enrique Marin, el más importante de aquel grupo de 1900 a 1920.
Mateo Inurria nace en Córdoba el año de 1869 y falleció en Madrid en 1924. Colaborando en la composición del monumentos a Alfonso XII, en el Retiro, con una figura de marinero, se destacaba como escultura de concepto y técnica que es quizá la mejor figura de dicho monumento. Estimulado por el éxito, Mateo Inurria no se conforma y se da a trabajar en su estudio, lo que alterna con la enseñanza como maestro de modelado y dibujo. En el año 1895 obtiene medalla de segunda clase en la Nacional, y en esta misma Nacional en el año 1899 se le concede otra medalla de primera clase. En 1921 ingresó en la Real Academia de San Fernando como homenaje al gran éxito obtenido con su obra «Torso», que fue premiada con la Medalla de Honor. Además de ese precioso «Torso» – desnudo de mujer joven – de esos años son las magníficas obras: «Retrato de mujer desnuda»; «Estatua de mujer desnuda», mármol, admirable interpretación de la mujer moderna; el monumento a «Eduardo Rosales», «Lope de Vega» y otras obras.
Conocí y traté personalmente a Inurria en su estudio y en los ratos que dedicaba a sus amigos en el Círculo de Bellas Artes. De una forma muy cordial y sin tener en cuenta la gran diferencia de edad que existía entre los dos, llegamos a comprendernos en cuestiones de arte y de cómo se encontraba el ambiente artístico de aquella época. Mateo Inurria, era la sencillez en persona, en él se veía al hombre que ha conocido la vida con todas sus grandezas y miserias; sin alardear de cultura, él sabía expresar sus ideas estéticas y sus experiencias con un sentido humano y de espíritu de justicia, en los que conseguía hacerse respetar y querer. Era lo contrario del polemista y del envidioso. Amable, tolerante y comprensivo en la conversación y mantenía el culto a la inteligencia y por el arte en su más elevado concepto de tradición. Yo lo recuerdo con simpatía porque tenía por mi un acogimiento paternal y me concedía la liberta de tratarlo como camarada y confidente. Con alguna frecuencia se daba el caso de encontrarlo en plan de trabajar en algún desnudo femenino; y no sólo no mostraba enojo por mi inoportuna visita, sino que dejaba de modelar para conversar conmigo. Como ya aquellos años de 1920 a 1924, yo conocía obras de escultura francesa e italianas, etc., a él le complacía conversar sobre las obras extranjeras que tan bien conociera en sus viajes por el extranjero. Pero lo que más gustaba en sus charlas era cuando se refería a su vocación de escultor con su espíritu juvenil y con alegría de su acento cordobés, me daba la impresión de estar conversando con un camarada de mi juventud. De aquí a unos veinte años, cuando se haga historia de la escultura en España de 1900 a 1950, el nombre de Mateo Inurria quedará como un gran escultor que ha honrado el prestigio de la historia de España.
Francisco Pompey, Evocaciones de un pintor que escribe, Semblanas de grandes artistas, Madrid, 1974.
Francisco Pompey en la AEPE jpg – Proyecto Garlo
Mateo Inurria Escultor en el AEPE jpg – Proyecto Garlo
En este año 2024 celebramos el Centenario del Fallecimiento del Escultor Mateo Inurria Laynosa, de esta forma ProyectoGarlo homenajea a este insigne laureado artista español. Gracias por todo siempre. Juanjo Garlo.
Fuentes de información: Libro de Francisco Pompey, y la Web de la Asociación Española de Pintores y Escultores en Madrid, 114 aniversario de su fundación en 1910.
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