ENRIQUE SAN MIGUEL ERASO
Casi dos décadas al frente de la Asociación Campera y del Rejoneo Antonio Cañero, en las que ha demostrado ser ejemplo del trabajo bien hecho.
Tras el mancillamiento y ninguneo al que ha sido sometida la figura de don Antonio Cañero, rejoneador cumbre, creador del rejoneo a la española, el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº2 de Córdoba atendió el recurso presentado por la Asociación Campera y del Rejoneo Antonio Cañero, declarando nulo el acuerdo adoptado por la mayoría de la izquierda sectaria de anterior gobierno del Excmo. Ayuntamiento de Córdoba de cambiarle el nombre a la Plaza que lo recordaba en su tierra «Plaza de Cañero» en el barrio construido en los terrenos de la extensa finca, que el genial rejoneador cordobés donó a la ciudad para ese fin, máxime, cuando tal denominación se adoptó a petición de la propia vecindad.
Apasionado del mundo del caballo y del toro, Enrique San Miguel Eraso es ganadero criador de caballos anglo-árabes en su finca «Córdoba la Vieja», junto a Medina Azahara, la que eligió Felipe II para pasto de las yeguas que alumbraron la nueva raza del puro caballo español y que, más tarde, perteneció a «Lagartijo el Grande» Primer Califa del Toreo.
«Córdoba la Vieja» rebosa historia torera por los cuatro costados. Allí pastaron las reses de Sotomayor, allí pasaba don Antonio Cañero largas temporadas preparando sus caballos. La chimenea que alberga el salón principal de la casa sigue prácticamente intacta.
Conserva incluso los azulejos de los tiempos de estancia del mítico rejoneador, alusivos a escenas de las nuevas suertes del toreo que él creó a caballo y que luego realizaron y realizan en los ruedos los que le siguieron.
Como no podía ser menos, allí se gestó, pasados los años, la Asociación Campera y del Rejoneo que lleva el nombre del caballero cordobés; nombre grande de Córdoba para la historia de toreo: Don Antonio Cañero.
Como dice don Álvaro Domecp y Díez en la carta prólogo que engrandece mí obra: «Don Antonio Cañero, una visión apasionada»,
…El “Don” no se lo he puesto yo; se lo ha puesto la prensa; se lo ha puesto la afición; se lo ha puesto su trayectoria, porque ponía en vilo a esa nueva afición de toreo a caballo que, naturalmente, con esas puntas era doblar el peligro; era fórmula totalmente distinta a la de hoy…
También, don Álvaro, en su «Breve historia del rejoneo», resalta la figura del rejoneador cordobés, dándole el sitio que le corresponde:
“No se puede escribir sobre el rejoneo a la española sin nombrar a una figura señera: don Antonio Cañero”
“Don Antonio es un caso único en el rejoneo. Con sus manos y sus piernas de hierro se hace obedecer por cualquier caballo, y no digamos cuando tropieza con una jaca como «Bordó», puesta a punto en Los Cortijos". “Es la emoción —decía César Jalón, entonces un muchacho—. La emoción de aquellas banderillas con una mano, la emoción de aquel caballo llevado a volandas, quisiera o no quisiera; la emoción de aquellas lanzadas tremendas y de aquel salto de carnero sobre el toro… para remachar el triunfo. La ola de emoción y, sobre todo, la emoción de haber encontrado una vena oculta gana a toda España”
En tiempos que fui director del coro de la Hdad. del Rocío de Córdoba, Paco Laguna, el notable escritor taurino afincado en Villa del Río (Córdoba), con el que me unía buena amistad de bastantes años antes, me preguntó un día, cuando su libro «La Tauromaquia de Cañero» estaba dispuesto para entrar en imprenta: ¿Por qué tendría Cañero, en el portafolios de cuero de su despacho, una imagen de plata, incrustada, de la Virgen del Rocío?
fotos que conservaba su madre, Lola Eraso Salinas, del primer camino que hizo la Hermandad cordobesa con don Antonio Cañero en cabeza y que ella misma vivió. A Paco le vinieron como anillo al dedo, pues así pudo completar esa faceta de la vida de don Antonio Cañero, desconocida hasta entonces por los cordobeses ajenos a dicha Hermandad rociera.
Corría el año 1935 cuando se realizó aquel primer camino. López Narváez que, como Hermano Mayor de la citada Hermandad, hizo una labor excelente, nos contó también una bonita anécdota:
“Íbamos, durante uno de los caminos, llegando a Villamanrique. Apareció Juan de Dios Pareja Obregón y, al ver el Simpecado, con mucha admiración, me dijo – Niño… yo vi a don Antonio Cañero, a caballo, con ese Simpecado apoyado en el estribo- Dicho Simpecado tiene también una importante connotación histórica: su lienzo fue un encargo de don Antonio Cañero a Julio Romero de Torres.
La citada vivencia de Emilio López viene a ratificar, aún más, la importancia de don Antonio Cañero como devoto de la Hdad. del Rocío de Córdoba.
Acto de fundación de la Asociación Campera Antonio Cañero. Córdoba, 15 de abril de 2002. Sentados, de izquierda a derecha: dos representantes de la Sociedad Propietaria de la Plaza de Toros de Córdoba, Domingo Echevarría, Paco Laguna, Andrés Dorado, Clodoaldo Cano, Luis Rodríguez y Javier Vilchez. De pié: Javier Gómez (Gerente de Córdoba Ecuestre), Enrique San Miguel y Luis Mahíllo. Finca, “Córdoba la Vieja”.
De aquellos días previos a la publicación del libro de Paco Laguna derivó que la presentación fuese a cargo de Enrique San Miguel y ella fue la chispa que dio lugar a la creación de «La Asociación Campera y del Rejoneo Antonio Cañero» a iniciativa del propio San Miguel; se llevó a cabo el 15 de marzo de 2002, en el salón central de la hacienda «Córdoba la Vieja».
Todos los fines se han ido llevando a cabo, consiguiendo que se haya hablado de don Antonio Cañero, en estos últimos 18 años, más que en los 50 transcurridos después de su fallecimiento.
De gran relevancia fue también el acto de presentación de la suscripción popular pro-monumento a Cañero, que se celebró en el patio central de Bodegas Campos. Una collera de caballos atalajados con sus jinetes, Juan Castaño e hijo perfectamente equipados, garrocha al hombro, detrás de la mesa presencial y, a uno de los lados, a la izquierda de un gran cuadro, obra del pintor y fotógrafo cordobés, José Luis Cuevas Flores, el cantaor cordobés Juan de Juanes y la guitarra de José Antonio López pusieron la nota musical al bello acto.
El acto más importante hasta la fecha fue el Festival Taurino Pro-monumento a Cañero, celebrado en la Plaza de Toros de Córdoba, el 11 de octubre de 2003. El día desapacible dio al traste con la ilusión y el esmero que se puso en su organización y con la esperanza de conseguir el presupuesto necesario para el proyecto, para el que se habían presentado ya varios bocetos y elegido el que realizó el escultor de Fernán Núñez, Juan Polo, discípulo de Benlliure. Afortunadamente, la llegada de nueva savia en 2005, año que se cumplía el 125 Aniversario del nacimiento de Cañero, Juan Manuel Fernández, el gran historiador cordobés Patricio Hidalgo Luque, Antonio Cuesta López, Carlos Vázquez de la Torre, Juan Antonio Merlos y una larga lista de nuevos simpatizantes que nos brindaron su apoyo ha sido un gran estímulo para seguir adelante con nuevas ilusiones y proyectos.
¿Por qué habéis tardado tanto?
Recuerdo con emoción las palabras que nos dijo, a San Miguel y a mí, don Álvaro Domecp Díez cuando le visitamos en su finca «Los Alburejos», para hablarle de este Festival Pro-monumento a Cañero -¿Por qué habéis tardado tanto?- ¡Si sabría el sabio maestro del rejoneo como era el carácter cordobés…!
También, al despedirnos, nos dijo –Que no perdamos el contacto-
Desafortunadamente, el tiempo no acompañó, el público no respondió y no se alcanzaron las expectativas, por lo que el monumento aún sigue en proyecto y la Asociación en el empeño. No cabe duda que, tanto a San Miguel como a los
demás socios nos causó desencanto, pero la llegada de la citada nueva sabia nos animó.
No quiero terminar este artículo sin dejar constancia de lo que escribió Juan Pons Negrevernis, a colación con lo de erigir un monumento a Cañero:
“DEBÍA DE LEVANTARSE A CAÑERO UN MONUMENTO QUE LE REPRESENTASE, HACIENDO UN ALARDE SOBRE SU JACA TORDA Y SALUDANDO CON EL CORDOBÉS EN LA DIESTRA. Aseguro que, al contemplarlo, llegaría a los labios de todos, el nombre de España. De esa España gallarda, de caballeros muy caballeros, que huele a manzanilla dorada y sabe amar con impetuosa pasión, porque es sensible y brava. La España buena, labrada con granito de los siglos, marchosa y pletórica de grandeza, que triunfará siempre sobre todas las Españas, mientras exista una guitarra, una mujer morena, y un jinete que huela a tomillo como don Antonio Cañero”.
Y termino con las palabras de elogio, precisamente, de un catalán, Eugenio d'0rs, en su obra sobre don Antonio Cañero, «Cinco minutos de silencio»:
“Bendito sea Dios que ha permitido que el último verano se abriera y cerrara para mí con dos espectáculos de belleza excepcional. Cuando el verano iba a nacer he visto, en Sevilla, como D. Antonio Cañero, caballero en plaza, rejoneaba un toro. Cuando el verano iba a morir, he visto en Saízburgo como Max Pellenberg, representaba «Le malade imaginaire de Moliere», ante el fastuoso encanto de la noche rococó en el castillo de Leo Moldskron. Mi valoración no escoge ya entre estos dos recuerdos. Y esto dice, claro, el aprecio atribuido a cada uno de los dos”.
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