La mejor vida de un animal
Valorar la calidad de vida de cualquier ser por sus últimos momentos anteriores a la muerte, cuando el sufrimiento y el dolor suelen imperar, es algo parcial, injusto e ilógico, porque la conclusión será siempre negativa y crítica en todos los casos.
Esto es lo que hacen los antitaurinos a la hora de juzgar la Tauromaquia, cuando se limitan a calificarla sólo por los últimos minutos de existencia de los toros bravos lidiados en las plazas, sin tener en cuenta que estos animales han tenido antes la mejor calidad de vida de cualquier animal en estos momentos en todo el mundo.
Estos 'animalistas de pancarta' tampoco tienen en cuenta que gracias a las reses sacrificadas en un ruedo, la mayoría de sus hermanos, y sobre todo hermanas, disfrutan durante siempre de plena libertad en su entorno natural y con todo tipo de cuidados, hasta que fallecen de muerte natural.
Seguro también que estos 'ecologistas de pupitre' no se han molestado nunca en preguntar en una ganadería brava sobre los porcentajes de ejemplares de sus camadas que son lidiados en un ruedo y los que no, porque entonces se habrían enterado que los primeros son sólo alrededor de un 20 por ciento del total. Es decir, que cada fallecimiento en el albero libra al menos a cuatro reses del mismo hierro.
Y me imagino que tampoco estos 'naturalistas de biblioteca' tendrán ni idea que los toros no salen de los chiqueros condenados a morir, como sí entran el resto de animales en los mataderos, sino que pueden salvarse si demuestran las principales cualidades de su especie, como son la bravura, la codicia, la constancia o la fortaleza, sin necesidad de que tengan que acabar con el torero, sino sólo con su entrega en la lidia.
Ni pienso que, estos ignorantes con prejuicios absurdos, se habrán preocupado de informarse sobre la razón por la que estos animales embisten y se crecen ante el castigo, lo que no hace ningún otro, porque entonces habrían descubierto que lo hacen por un instinto genético, que lo muestran desde nada más nacer los becerritos, cuando ya derrotan contra las plantas o matorrales movidos por el aire. Son el único herbívoro y, por tanto, presa en la cadena trófica alimenticia, que ante el peligro no huye, sino que se defiende atacando.
No creo que merezca la pena seguir más para demostrar que el toro bravo es una especie privilegiada gracias a la Tauromaquia, pero no sólo eso, sino que también le debe su existencia a nuestro maravilloso arte milenario. Y sino, que pregunten por qué desaparecieron hace ya mucho tiempo donde no se celebran corridas. ¿No querrán estos exterminadores sociales y culturales que se produzca aquí su extinción también?
Y, por último, me pueden indicar estos supuestos 'amantes de la Naturaleza' el nombre de un sólo animal, ni dos, ni tres, sino sólo uno, que el hombre ya no mate, explote, domestique, domine, maneje, controle, esclavice y haga lo que le interese a su antojo con él. El toro bravo es el que menos soporta este dominio absoluto. Eso es algo que ningún ser racional puede poner en duda.