Un jamón entre langostas
David Mora emerge en el Baratillo sin trofeos en la tarde destinada a la gloria de un Morante que no la obtuvo y a la de un Talavante muy serio al que sólo le dejaron pescar una oreja
MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: ARJONA-PAGÉS
Dicen que no eres rico multirrico -por muy mal gusto que tengas- si no te permites cada día langosta para cenar. Es caro el plato que pretenden prodigar más de la cuenta los que te cuentan el cuento a seis columnas, pero también peligroso, porque son comunes las alergias al marisco y las malas digestiones son mucho más habituales que cuando se come jamón. No conozco a nadie que haya palmao por comer Guijuelo o que le haya sentado mal un homenaje de Jabugo. Un buen jamón, de Teruel, por ejemplo, no te lo quitan de la dieta ni por tener alto el colesterol.
Pero no tiene el jamón la celebridad ni el caché de la langosta más barata, y raras veces coinciden en lo que ahora se llama maridaje perfecto. Hoy, sin ir más lejos, hacía el paseíllo entre langostas un jamón bueno vestido de rioja y oro. Porque son marisco -del caro- un Morante de la Puebla que se fue andando después de cuatro tardes, ocho toros y tres ganaderías sin dar una vuelta al ruedo y un Talavante serio y convencido al que le viene dando un poco igual los trofeos que se eche al coleto porque da gusto verlo. Allí, entre las dos caras langostas -que no siempre se digieren bien- emergió un tío de Madrid vuelto a la vida hace un año que ha reinventado su sitio, su concepto y hasta su forma de torear para hacer de la desgracia una virtud.
Cualquier español de bien debe defender el jamón, que se encuentra en cada casa porque a muy pocos disgusta. Y ese fue hoy David Mora emergiendo entre el marisco a base de templar embroques más despacio que en su vida. Iba para premio grande esa muleta a la rastra recogiendo la transmisión de ese sexto embestidor. Iba para conseguir gloria el embarque más perfecto que se le recuerda en Sevilla, el desmayo vertical de quien se sabe el amo, el viaje deletreado para regustarse de capa en dos verónicas y media. Todo eso era grande. Tanto como lo sea cualquier marisco, y eso que era hoy la primera vez que lo maridaban como Dios manda.
Aprovechó David Mora ese momento personal de saberse vencedor, de confiar en las muñecas que tiene bien rotas de trabajar el toreo, de corregir las posturas, de buscarse más adentro y exponerse más afuera viéndose con la de Cuvillo en Sevilla. Ofreció jamón David, porque no sabe racanear esfuerzos. Por eso se hincó de hinojos para recibir a ese sexto con una larga cambiada que mostraba la intención, lancearlo después sin prisa, dibujando cada delantal como si tuviese desliz el desentendido toro y llegar a la muleta pensando sólo en cuajarle hasta exprimirla la transmisión al Cuvillo. Pero se le asfixió el galope, se le desmoronó el fondo, se le agarrotaron las patas y se le acabó el fuelle al que llevaba el cortijo en el cuello. Y las dos orejas que mereció David -una en cada toro lidiado- se esfumaron entre aceros que o bien retrasaron su efecto, o bien no horadaron la carne por donde se fulmina al bovino. Lástima. Pero lo hizo entre las langostas.
Una de ellas, la que le rebosa el toreo entre el fragor de la tormenta, hoy paseó una oreja del único medio toro que se le ha dejado en esta feria. Se dobló Alejandro estético y largo con el toro en el inicio, Natural, seguro, templadísimo y serio, muy serio para exigirse él mismo exponer su mejor versión. Y tal vez no lo fue su forma de cambiar la mano, de imponerse a toro y viento, de tragarle mediciones al Cuvillo inquisidor y darle media distancia para dejarle -muy sueltos- los mejores muletazos que volaron esta tarde. Todo soltando la cara, queriendo puntearle el trapo, sacándole el poder de dentro al extremeño mandón, que ya no necesita despojos para saber que es único. Único entre las langostas.
También lo es José Antonio Morante, pero es que, además, aquí sienta bien con cualquier cosa. La prueba está en la ovación que le tributó la plaza, ocho toros después de su apuesta de caballo ganador. Hoy sí sacó la actitud el de La puebla, y quiso prospectar la plaza recorriendo muchos sitios; primero con el abreplaza, un toro mediocre en todo que ni le sirvió para el toreo ni le quiso quitar el cuello. Esa medianía tediosa la mantuvo con el animal hasta que tocaron a muerte. Porque el otro fue peor. El cuarto, un dechado de adjetivos que comenzaron con manso y siguieron con huidizo. Ni uno fue capaz de pegarle a ese, por eso lo banderilleó como si no hubiera mañana. Para que se llevase Sevilla, al menos, la impresión de que estuvo allí. Cuatro tardes más tarde. Saliendo andando y entre palmas.
Porque lo que tiene Morante es un público a favor, que siempre le fue fiel y lo siguió con el coche, que llena en el Baratillo y le aplaude hasta un paso, y que se le entrega sin remisión sólo con ver actitud. Por eso se rompe la camisa cuando Joseantonio hace el toreo, pero le debe una disculpa a David Mora porque no lo midió igual. Doctores tiene la Iglesia para imponer penitencia.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Undécima de abono. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.
Seis toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presencia, desiguales de hechuras, pero reunidos en general y sevillanos de estampa. Humillado en los embroques y de embestida sucia en los finales el primero; repetidor con fondo de cara suelta y tendencia a vencerse el segundo; medidor pero obediente el exigente tercero; manso con papeles el colorao cuarto; áspero, bruto y desagradecido el incómodo quinto; de emotiva y enclasada humillación sin duración el sexto.
Morante de la Puebla (coral y oro): ovación tras dos avisos y ovación.
Alejandro Talavante (obispo y oro): oreja y silencio tras aviso.
David Mora (rioja y oro): vuelta y ovación.
Saludaron Ángel Otero y José María Tejero tras banderillear al sexto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario