lunes, 8 de octubre de 2018

PUERTA GRANDE PARA DIEGO URDIALES EN LAS VENTAS

Diego Urdiales consiguió abrir la Puerta Grande de Las Ventas con una de las mejores faenas de la temporada, si no es la mejor, del coso venteño. Y lo hizo con una faena basada simplemente en la torería, en ser torero toda la tarde, estar en torero y toreando. Toreando con el toreo puro, la pata para adelante, la figura desmayada, la cintura rota y girando al compás de una embestida, que se enroscaba en la figura del diestro. El toreo que no pasa de moda, aquel que emociona a los tendidos, aquel que se siente y que nunca caerá en el olvido. Porque, simplemente, Urdiales desempolvó el toreo de siempre y lo sacó a relucir en la Feria de Otoño. Por su parte, Octavio Chacón, que se libró milagrosamente de cornada en una escalofriante cogida en el quinto, cortó una oreja del lote más complicado de una buena corrida de Fuente Ymbro, en la que destacó el tercer toro.




El momento mágico de la tarde, de la feria y quizás de la temporada venteña llegó con el cuarto de la tarde, un toro alto, hondo, serio, con poco cuello, pero armónico de cara, que no hizo cosas de bravo en los primeros tercios. Sin embargo, todo cambió cuando Diego Urdiales citó con la muleta en la diestra en el tercio al astado. A partir de ahí, toro y torero crearon una obra magnífica presidida por la torería. Esa palabra tan fácil de decir, pero al alcance de muy pocos. Esa palabra que se desprende de la postura, de la forma de andar en la plaza… Esa palabra incrustada en el significado de lo que es un torero. Sin embargo, lo antológico llegaría por el pitón izquierdo, con naturales desmayados, llevando la embestida, enroscada en la figura del torero, hasta detrás de la cadera. Urdiales desempolvó el toreo de siempre y puso a todos de acuerdo. Un espadazo en el sitio, haciendo la cruz con gran pureza, sería el justo final para una obra tan grandiosa. Dos orejas, dos vueltas al ruedo y gritos de ¡Torero, torero! sonaban de fondo. El toro fue fuertemente ovacionado, con algunos pañuelos en los tendidos pidiendo la vuelta al ruedo.


Ya en su primero, un toro que tuvo movilidad en los primeros compases, pero que luego se vino abajo, dejó el riojano pasajes de su concepto, sobre todo al final de la faena. De uno en uno, siempre colocado de frente y cerca de los pitones dejó algunas series muy toreras. Otra estocada, atacando de frente y con pureza, fue clave para cortar una oreja.
Con el segundo, un toro muy complicado, que nunca pasaba de la cintura del torero, Octavio Chacón se jugó la vida. Se puso por ambos pitones y logró sacarle muletazos de mucho mérito. Guerra y épica a parte iguales, ya que el gaditano no se salvó de una voltereta mientras toreaba por el pitón izquierdo. No se alivió en la estocada y a sus manos fue a parar un trofeo ganado a base de sudor y lágrimas. No tuvo opción en el quinto, que le prendió de forma muy fea por el pecho, librándose, de forma milagrosa de una muy fea cornada. Actitud y ganas con un toro muy rajado. Supo ver el público de Madrid su esfuerzo y le premió con una gran ovación su actuación.



Por su parte, David Mora sorteó en tercer lugar un gran toro de nombre ‘Laminado’, que se arrancó con alegría y empujó con la cara abajo en el caballo. El toro, que siempre se arrancó en galope con los cuartos traseros, embistió humillando, con casta y transmisión, haciendo el avión en algunas de sus embestidas. No terminó de acoplarse David Mora con él y el público se puso de parte del toro. Faltó el triunfo del torero, como sí pasó en el cuarto, para que la gente pidiese mayor premio para el toro. En el sexto, un sobrero de El Tajo, el madrileño estuvo correcto, pero la gente ya pensaba en la Puerta Grande y su faena no prendió vuelo.
Por: Cultoro

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