Romero Campos en La Malagueta
Nuestro Avizor Taurino de hoy se ha trasladado hasta la Plaza de toros de Málaga para presenciar un interesante espectáculo organizado por la Escuela Taurina de Málaga y patrocinado por la Diputación de dicha ciudad. Este espectáculo, bajo el formato de clase práctica y dentro de la IV edición del Certamen Doctor Juan Pedro de Luna, ha contado con la participación del matador de toros jerezano Juan José Padilla impartiendo una Clase Magistral para deleite de los noveles participantes y para los numerosos aficionados que han acudido a la plaza.
El "Ciclón de Jerez" ha encabezado el paseíllo en el coso de La Malagueta vestido de corto al igual que el novillero con caballos Luis Rivera, mientras que el resto de noveles actuantes lo hacían vestidos de luces. José Cabrera de la Escuela Taurina de Almería, Romero Campos de Córdoba, el jerezano Eloy Hilario y finalmente el malagueño José Antonio Lavado cerraba el cartel con la lidia de 6 bien presentadas reses de El Torero que han dado un magnífico juego en general.
El maestro Padilla acoge la ovación del público y la comparte sacando al tercio a los novilleros actuantes.
En el novillo del compañero de Almería, José Cabrera, Juan Romero Campos intervino en un quite por verónicas en el que no hubo lucimiento debido a las fuertes rachas de viento, pudiendo únicamente dejar esta media verónica de buen trazo.
Juan Romero quitó del caballo interpretando esta vez unos ajustados lances al delantal rematando con una larga.
La aparición del viento apenas diez minutos antes del inicio del festejo fue la tónica dominante de la tarde, poniendo incluso en apuros en varias ocasiones tanto a novilleros como a banderilleros durante la lidia.
A pesar de la lógica falta de continuaidad motivada por las fuertes rachas de viento que hacían casi imposible el manejo de la muleta, aún así nuestro paisano dejó su sello en las diferentes tandas tanto por la derecha como al natural. El torero de mano baja y de buen gusto caló en los aficionados en una faena de menos a más y que tuvo como epílogo unos bellos y muy personales ayudados por alto antes de dejar al novillo listo para la suerte suprema.
Una estocada entera algo contraria pero de rápido desenlace fue motivo más que suficiente para que el público pidiera las dos orejas para Juan. Finalmente tan sólo se le concedió una oreja que el cordobés paseó en una aclamada vuelta al ruedo.
Conclusiones sobre la actuación de Romero Campos en la tarde de este 18 de junio: un novillero que está progresando a pasos agigantados con tan sólo tres festejos menores toreados y al que no pocos aficionados y profesionales están empezando a echarle el ojo ya que se vislumbran en él cualidades del gusto de muchos.
Suerte en próximas citas y enhorabuena.
El "Ciclón de Jerez" ha encabezado el paseíllo en el coso de La Malagueta vestido de corto al igual que el novillero con caballos Luis Rivera, mientras que el resto de noveles actuantes lo hacían vestidos de luces. José Cabrera de la Escuela Taurina de Almería, Romero Campos de Córdoba, el jerezano Eloy Hilario y finalmente el malagueño José Antonio Lavado cerraba el cartel con la lidia de 6 bien presentadas reses de El Torero que han dado un magnífico juego en general.
El maestro Padilla acoge la ovación del público y la comparte sacando al tercio a los novilleros actuantes.
En el novillo del compañero de Almería, José Cabrera, Juan Romero Campos intervino en un quite por verónicas en el que no hubo lucimiento debido a las fuertes rachas de viento, pudiendo únicamente dejar esta media verónica de buen trazo.
Ya en su novillo, Romero Campos, saludó con el capote a su oponente doblándose con el capote en tres ocasiones para a continuación instrumentarle un total de siete verónicas y un vistoso remate soltando el capote a una maño. Buen manejo del percal con cierto "pellizco" por parte del cordobés de Santa Marina.
Juan Romero quitó del caballo interpretando esta vez unos ajustados lances al delantal rematando con una larga.
La aparición del viento apenas diez minutos antes del inicio del festejo fue la tónica dominante de la tarde, poniendo incluso en apuros en varias ocasiones tanto a novilleros como a banderilleros durante la lidia.
Tras el preceptivo permiso al presidente del festejo, Romero Campos se dirigió hasta el burladero de médicos para brindar la muerte del novillo al Dr. Juan Pedro de Luna, cirujano jefe de la enfermería de esta plaza durante muchos años y cuyo certámen de novilladas lleva su nombre, además de ser toda una institución en la Málaga taurina.
A pesar de la lógica falta de continuaidad motivada por las fuertes rachas de viento que hacían casi imposible el manejo de la muleta, aún así nuestro paisano dejó su sello en las diferentes tandas tanto por la derecha como al natural. El torero de mano baja y de buen gusto caló en los aficionados en una faena de menos a más y que tuvo como epílogo unos bellos y muy personales ayudados por alto antes de dejar al novillo listo para la suerte suprema.
Conclusiones sobre la actuación de Romero Campos en la tarde de este 18 de junio: un novillero que está progresando a pasos agigantados con tan sólo tres festejos menores toreados y al que no pocos aficionados y profesionales están empezando a echarle el ojo ya que se vislumbran en él cualidades del gusto de muchos.
Suerte en próximas citas y enhorabuena.
martes, 4 de junio de 2013
Vestirse de torero: Juan Romero Campos
Llegó el día señalado y soñado por Juan Romero Campos, el día de su presentación vestido de luces en el coso califal. Y en un día tan señalado para él tuvimos la oportunidad de estar presentes en la realización de un rito como es el de vestirse de torero.
Dos horas antes del inicio del festejo comienza el ritual. El mozo de espadas avisa que ya es la hora. Es el momento también en el que amigos y compañeros pasan brevemente por la habitación del hotel para estrechar la mano del torero y desearle suerte.
Las conversaciones ahora se tornan más serias y los rostros se transforman en semblantes cargados de responsabilidad pero no faltos de ilusiones.
La silla, un ritual más de los muchos que hay en los entresijos taurinos. Todo tiene su sitio, su orden, su colocación y siempre acariciadas las prendas con mimo por las manos expertas del mozo de espadas. Es el que mejor conoce los gustos, las costumbres y las manías, a veces rarezas, de su matador. Por eso la complicidad de un torero con su hombre de confianza es total, no hacen falta palabras, con solo una mirada, y a veces hasta ni eso, para que el mozo de espadas sepa lo que quiere o necesita su torero.
La colocación del tornillo que luego sujetará la castañeta es muy importante. La tensión justa para que ni apriente y moleste, ni que esté floja y ande moviéndose suelta. La castañeta es un adorno que hoy se usa tan solo como un complemento de lo que antaño sí era un elemento identificativo de todo torero: la coleta.
Otros profesionales y personas de confianza son los únicos que normalmente comparten estos momentos con el torero. Expertos consejos de última hora y frases de ánimo son bien recibidas en estos momentos en los que la tensión y la responsabilidad van en aumento al igual que avanzan las manecillas reloj. Una mirada de reojo a través del ventanal para comprobar el viento, el gran enemigo de los toreros, que aunque aunque esté ondeando las banderas siempre hay una frase de esperanza que dice: ya verás, se va a quedar una tarde estupenda...
La medias, una prensa más de las que componen el vestido de torear, deben quedar ajustadas, estiradas, bien sujetas para que no se aflojen durante la lidia.
Juan Romero Campos observa desenvolverse a Manuel Lara "Larita" en la labor que sólo el mozo de espadas ha de realizar, vestir con calma pero con prestancia y diligencia a su matador.
Dos horas antes del inicio del festejo comienza el ritual. El mozo de espadas avisa que ya es la hora. Es el momento también en el que amigos y compañeros pasan brevemente por la habitación del hotel para estrechar la mano del torero y desearle suerte.
Las conversaciones ahora se tornan más serias y los rostros se transforman en semblantes cargados de responsabilidad pero no faltos de ilusiones.
La silla, un ritual más de los muchos que hay en los entresijos taurinos. Todo tiene su sitio, su orden, su colocación y siempre acariciadas las prendas con mimo por las manos expertas del mozo de espadas. Es el que mejor conoce los gustos, las costumbres y las manías, a veces rarezas, de su matador. Por eso la complicidad de un torero con su hombre de confianza es total, no hacen falta palabras, con solo una mirada, y a veces hasta ni eso, para que el mozo de espadas sepa lo que quiere o necesita su torero.
La colocación del tornillo que luego sujetará la castañeta es muy importante. La tensión justa para que ni apriente y moleste, ni que esté floja y ande moviéndose suelta. La castañeta es un adorno que hoy se usa tan solo como un complemento de lo que antaño sí era un elemento identificativo de todo torero: la coleta.
Otros profesionales y personas de confianza son los únicos que normalmente comparten estos momentos con el torero. Expertos consejos de última hora y frases de ánimo son bien recibidas en estos momentos en los que la tensión y la responsabilidad van en aumento al igual que avanzan las manecillas reloj. Una mirada de reojo a través del ventanal para comprobar el viento, el gran enemigo de los toreros, que aunque aunque esté ondeando las banderas siempre hay una frase de esperanza que dice: ya verás, se va a quedar una tarde estupenda...
La medias, una prensa más de las que componen el vestido de torear, deben quedar ajustadas, estiradas, bien sujetas para que no se aflojen durante la lidia.
Juan Romero Campos observa desenvolverse a Manuel Lara "Larita" en la labor que sólo el mozo de espadas ha de realizar, vestir con calma pero con prestancia y diligencia a su matador.
Encima de un escritorio unos machos de otro "vestío", amuleto o talismán del torero que nadie se atreve a tocar ni a preguntar para respetar la creencia o la "manía" de quien lo puso ahí. El mundo del toro está lleno de respetos y es otra de las muchas cosas que lo diferencian o lo distinguen.
Anudar los machos y abotonar es de los procesos más bonitos de ver cuando se viste un torero. Para hacerlo se necesita tacto y maña.
Las zapatillas pulcras y el lazo bien anudado para que nunca pueda deshacerse.
Serenidad en el rostro y mirada perdida. Intimidad y pensamientos secretos de quien se viste de luces.
Últimos ajustes y retoques y ya está el torero terminado de vestir.
Una última mirada al exterior. Todo parece en calma, quizás no tanto el interior. Ahora se queda sólo el torero unos instantes en los que se entrega a sus oraciones frente a su capilla con estampas de Cristos, Vírgenes y Santos de su devoción.
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