martes, 27 de marzo de 2018

CÓRDOBA PIERDE A UNA VERDADERA ENCICLOPEDIA VIVA DEL TOREO:
A JUAN CABELLO FERNÁNDEZ


Honda preocupación causó la noticia, aún algo confusa, el pasado sábado 22 de marzo de 2018, cuando empezó a circular por los mentideros cordobeses: el fallecimiento inesperado de Juan Cabello. Para los no aficionados a toros, a la copla, al flamenco, o ajenos al mundo de las peñas, quizás no lo ubiquen, pero asociado a su mascota clásica a lo “Lagartijo el Grande” (su ídolo), su sombrero de paja o su bicicleta, serán pocos a los que no se les escape la expresión: ¡Ahhh… sí…!

Y es que Juan era único; de los que ya no quedan; apasionado, bohemio; a veces desaliñado y a veces de sorprendente elegancia personal; afable, educado, simpático, respetuoso, buen conversador y un verdadero amigo de sus amigos. El linaje de muy pocos escapaba a su memoria prodigiosa. Juan era un libro viviente de historia, no sólo del toreo o de la copla, sus dos pasiones. ¡Cuánto le tenemos que agradecer los que nos gusta escribir! por su enseñanzas para reconstruir la historia. Además, a él, eso le apasionaba igualmente.


Fueron muchas horas las que pasamos juntos, armando linajes, repasando biografías, hablando de lo que era verdad y mentira. Cariñosamente me reñía por no anotar bien las cosas, por confiar en mi memoria, a años luz de la suya. Con profundo pesar os tengo que decir que Córdoba ha perdido un hombre excepcional y una inmensa fuente de conocimientos, que se llevó con él.
Nacido en Santa Marina, en la calle Mayor nº 30, el 25 de julio de 1939. Hijo de Enrique Cabello García y Matilde Fernández Cantero, natural de Villaviciosa y bisnieta de Antonia Rodríguez Rodríguez, hermana del legendario matador de toros José Dámaso Rodríguez y Rodríguez “Pepete”, por tanto, emparentado con casi todas las dinastías toreras de Córdoba. 


Su afición al toreo se inicia a temprana edad, debido al ambiente del barrio de Santa Marina, y del vecino de la Merced.
Sus primeras andaduras fueron junto a Francisco Palomeque Martínez y Miguel Lozano de los Reyes, conocido en el ambiente taurino como “Chamaco de Córdoba”, así como de Andrés Dorado Ortega, primo hermano del padre del crítico taurino Andrés Dorado. Realizaban sus entrenamientos en la cuesta San Cayetano, en el llano que existía por encima de la fuente.
Su inclinación le llevó a perfeccionar conocimientos en la Escuela Taurina del Frente de Juventudes, dirigida por Luis Rodríguez López, fallecido también el pasado año (otro aficionado ejemplar e irrepetible).


La primera vez que Juan se puso ante una res fue en una de las célebres capeas de Almodóvar del Río, que tenían lugar durante la feria de dicha localidad cordobesa. Corría el año 1954. En aquella
ocasión le acompañaban, otros alumnos de la citada Escuela: Joaquín Centeno, Palomeque y Julio Muñoz, así como el célebre cantaor de flamenco “El Mangui”.
Gracias a don Amando Mayoral León, interventor de Hacienda, y al director de la de la antigua Residencia Teniente Coronel Noreña, intervino en algunos espectáculos menores en el antiguo Coso de “Los Tejares”, tanto de becerrista como de subalterno. Su primera actuación fue en una nocturna en Córdoba, en 1958, como subalterno, a las órdenes de José Carrasco “Espadita”. Se lidiaron “Pepas” de don José López Martínez, de Puebla de los Infantes (Sevilla).

Actuó, como matador, repetidas veces en “Los Tejares”, y en la becerrada de la Mujer Cordobesa de 1959, donde fue recomendado por el célebre aficionado don Miguel Zamora Herrador. También actuó en la feria de Montilla de 1958, organizada por don Ángel Ramírez “Porritas”, y en la feria de “Pedroche”, en septiembre 1959, organizada ésta por don Carlos León Rodríguez. Juan lidió una erala, y la otra,
por encontrarse mermado de facultades, por la vacuna del ejército, la lidió Pepe Sánchez Saco que resultó lesionado. En aquella actuación le acompañó en el cartel Pedrín Castro que lidió un becerro. El ganado era procedente de don Samuel Flores. 


No solo su afición fue influenciada por el ambiente de los barrios citados y el parentesco con los Rodríguez, sino que también la impulsó su amistad con Manuel Mellado Cámara “Gaona”, gran aficionado.
La afición de Gaona, era lógica pues, su madre, natural de Bujalance, era cocinera de la casa de “Lagartijo el Grande”.
Otra inyección que tuvo su afición fue el programa taurino de entonces, en EAJ24 Radio Córdoba, dirigido por José María Gaona “Tío Caniyitas”, que después saltaría a Radio Intercontinental de Madrid, al que se le dedicó el célebre pasodoble que lleva su nombre “Tío Caniyitas”.


Juan Cabello era, como hemos referido, un enamorado de la historia del toreo y de las distintas dinastías toreras de Córdoba. Nadie como él conocía y se preocupaba de las mismas. Mantenía amistad con sus descendientes, a los que frecuentemente visitaba, y con los que refrescaba el pasado de las estirpes toreras. Orgulloso estaba de la amistad que tuvo con las hijas de Juan Molina, hermano carnal de “Lagartijo el Grande”, Luisa y Josefa Martínez Disterlet, conocidas respectivamente por “Tía Niña” y “Tía Pepa”. 


Los linajes taurinos de Córdoba le fueron transmitidos también, de forma directa, a través de su abuela materna Rosa Cantero Carretero, hermana de Eugenia, madre de Manuel Calero Cantero “Calerito”, el gran torero cordobés, conocido también por su valentía y pundonor como “El lobo feroz”, sobre apodo con el que le solía llamar el crítico taurino don Ricardo García López “K-
Hito”, por su decisión y ganas de ser figura del toreo.


Juan: estés donde estés, sabes que los que te queremos, siempre te recordaremos con todo el cariño que mereces; el que tú supiste transmitirnos siempre con tu especial forma de ser. Desde aquí te envío ese fuerte y último abrazo, que no te pudimos dar en vida.
Descansa en paz amigo.
Domingo Echevarría

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