domingo, 11 de marzo de 2018

¿TOROS PARA NIÑOS?

María Victoria me manda un vídeo muy especial ¿Es un niño jugando al toro con un becerrito o es un becerrito jugando al toro con un niño?

Da igual, porque los dos están pasándoselo lo mismo de bien: están jugando.

Psicólogos, sociólogos y gente común pero con sentido común, denuncian la atrocidad de que lo políticamente correcto haya eliminado la muerte de la infancia y, en general, de la sociedad. 

La muerte forma parte de la vida. El esconderla no la evita. Hay que aceptarla con naturalidad, pues forma parte de la vida animal, de la vida humana y, también, de la vida social. La muerte de los animales forma parte de la alimentación humana. La corrida de toros  es un rito que parte de la muerte cierta del toro y de la muerte posible del torero: el toreo tiene, por tanto, consecuencias morales, pues nos recuerda que todo tiene un final, incluso la vida propia. Pero, además, la corrida de toros nos dice que ese final, por ser heroico, es  bello. En la tauromaquia, el primer héroe es el toro. Su final es bello, pues muere luchando. Y además, la muerte le permite realizarse como raza: un toro bravo sólo llega a serlo en el episodio terrible de su lucha en el ruedo. La muerte del torero en el ruedo es asimismo bella y heroica. El torero ha abrazado una profesión cuya diferencia sustantiva con todas las demás es la de que el ejecutante expone su vida. El torero, en cuanto a vocación, da a todos una lección moral.

Pero esta sociedad sin muerte, sin embargo, contiene una enorme sobredosis de violencia. Niños y mayores asistimos diariamente a docenas de imágenes en las que el argumento es la muerte infligida sin experimentar el más mínimo sentimiento. Desde los juegos infantiles digitales a las películas de acción de las televisiones, un español medio puede ver matar al cabo del día un centenar de congéneres. Con la mayor naturalidad. Con una trivialización que conduce a que los menores de edad, tanto física como mental, puedan contemplar dentro de sus expectativas quitar la vida sin remordimiento. Como algo normal , tal y como ha ido interiorizando a través de miles de mensajes visuales. A la vista están las consecuencias.

Pero hay más: el toreo es valor, arte e inteligencia. Y reconocimiento de los derechos del animal. Un perro no tiene derecho a morder al amo que lo maltrata. Un gato no tiene derecho a arañar al niño que le causa daño. Un caballo no tiene derecho a derribar al jinete que lo somete a su mando. El toro, sin embargo, tiene derecho a lesionar al hombre con el que comparte su actuación como animal bravo, y tiene derecho a herirlo, a dejarlo inválido y tiene derecho hasta a matarlo. Algo que no se concede en ningún país del mundo a ningún animal.

La corrida de toros es un hecho moral. La corrida de toros es para los niños una escuela de valores, para los adultos un ágora de sabiduría, y para el toro, la dignificación de su condición animal.

José María Portillo Fabra

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