MARÍA CEGARRA SALCEDO
y MANOLETE
A “Manolete”:
...”Porque mi madre es de Córdoba, tengo la obligación de acudir a tu duelo y llevar en el pecho, la rosa negra de mi luto”…
Portada de la publicación
María Cegarra Salcedo nació en La Unión (Murcia) en 1903, y falleció en la localidad de Cartagena el 26 de marzo de 1993. Su madre, cordobesa, junto a otros familiares, se desplazaron por motivos laborales a La Unión, y allí conoció al que sería su marido, agente de cambio de moneda extranjera. Contrajeron matrimonio y nacieron tres retoños: Josefa, María y Andrés. La hija mayor asumió el rol de segunda madre, cuidando amorosamente a María y al pequeño Andrés, quien, sin duda, fue el ojito derecho de padres y hermanos. En su alma se engendró un poeta, y fue la sensibilidad, la pasión, y la semilla, de la poesía en el grupo familiar. Falleció muy joven y dejó para siempre, una huella indeleble y un perfume de tristeza, que en adelante impregnará la obra de María Cegarra.
Nos referimos a ella, la protagonista de este recuerdo, al rememorar que tuvo amores y pretendientes muy importantes, enamorados firmemente, como fue el caso de Miguel Hernández, quien llegó a escribirle desde Madrid, en los siguientes términos:
…”el otro día quité, de la solapa de mi chaqueta, aquel nardo que me regalaste, María; ha llegado conmigo hasta Madrid: no debió mustiarse nunca”…
Aún cuando contó con posibilidades de formalizar alguna que otra relación, María Cegarra no llegó a casarse. Tal vez lo impidió la dedicación en cuerpo y alma, a la docencia, -no en vano fue la primera mujer perito químico de España-, ejerciendo durante cuarenta años en la Escuela de Peritos Industriales de Cartagena, donde obtuvo la Cátedra de Químicas. De forma paralela a su dedicación profesional, cultivó la poesía, destacando los siguientes títulos: “Cristales míos” (1935), “Desvaríos y fórmulas” (1978) y “Cada día conmigo” (1987).En la obra “Cristales míos”, dedica a su madre unos nostálgicos y profundos versos:
…“Tú, madre, siempre tan callada, avara de sufrimientos, ni suspirar quieres para que no se pierda un átomo de tu dolor…”
…”Madre, ¿es este tu rostro? ¿Aquél de luz y de risa, y el perenne cantar en los labios?
No te pareces, madre.
Tienes ahora la cara ensombrecida y llevas el andar cansino, y si me apoyo en tu hombro no me sostienes, y si te hablo lloras amargamente.
No te pareces, madre, no te pareces.”…
Y volviendo a las peculiaridades del homenaje lírico de María a Manolete, les traslado, a título de curiosidad, que la impresión está datada en 1948, y que se realizó una sola edición, con un total de quinientos ejemplares numerados, - éste que les muestro es el nº 363 -. No deben quedar muchos originales, porque tras varias gestiones, tan sólo he encontrado este número, en una librería de Murcia especializada en antigüedades literarias.
La composición poética de “Obsequio último a Manolete”, está resuelta con versos estremecedores, en honor del diestro cordobés, estructurados en prosa con alma y cadencia musical. La página que los recoge, forma parte de un díptico impreso simple:
…”Nadie vio la tarde cargada de óleos, ni a las campanas preparar su llanto, ni el sudario extendido que esperaba envolverte, ni el cuchillo afilado que le nacía al toro”…
…”Las manos de los hombres no servían para cortar la flor morada de tu herida. Tu sangre debió empaparla el algodón rosado de una nube y el firmamento hacerse tiras para vendar tu carne estatuaria.”…
Y finaliza así la composición:
…”Así has quedado más allá de los vientos, sin barrera, ni espada, ni capote encendido, despierto, quieto en el último pase de la gloria, para siempre seguro.
Junto a Dios ha nacido el clavel de nieve de tu amanecer.
(María Cegarra Salcedo).”…
Autor: Francisco Bravo Antibón-
Jose Luis Cuevas
Montaje y editor
Escalera del Exito 254.-
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