domingo, 6 de noviembre de 2022

 A Juanito Hidalgo, un Maestro, un amigo.



Hace unos años di con una mirada que me resultó familiar.
Cada vez que me cruzaba con ella, parecía que de forma silenciosa quería contar un misterio que sólo él conocía. Aquellos ojos decían más que sus palabras. Cual Séneca en un cuerpo enjuto, descubrí que tras ella se encontraba un soñador cuya bonhomía abrazó a la afición al toro de la forma más acendrada que existe, desde la libertad.


Aquella que por algún motivo resucita de forma
apologética en personas como él.
Enseguida entendí que aquella mirada era la de un niño que quiso ser torero, y lo fue.Y tanto que lo fue, lo fue siempre. Porque aquel adolescente que se vistió de luces mantuvo ese espíritu hasta para comprar el pan. De la forma más romántica que existe, sin intereses de por medio, incluso sin capote y muleta durante muchos años.


Eligió ser libre, pues únicamente desde esa atalaya cordobesa se podía divisar el toreo con la grandeza, respeto y amor con la que Juanito no sólo se asomaba, sino de la que bajaba para impregnarse de todo lo que oliese a toreo.Cada tentadero a su lado, cada paseo por el campo, era la muestra más fiel de que aquella forma de mirar era la del amor al toro y hacia todo aquel que se le acercara. Si José Alameda escribió aquello de que "el toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega", fue porque de reojo tuvo que ver a Juanito alguna vez.


A pesar de la edad, esa apasionada entrega le acompañó siempre. Tenía el valor de la inocencia metida en un frasco de sabiduría. Cada cite, un aforismo sobre el que reflexionar,
con el compás cerradito y la prudencia del que no quiere molestar, todo muy torero. Aún le recuerdo como un ciprés centenario alargando su magisterio en cada muletazo, vertical, como era su trato, cabal, porque no entendía la vida de otra manera.


Cada vez que se caló la gorrilla y se asomó a un tendido o a una tapia, porque Juanito era así, apasionada entrega que conservó como un tesoro la mirada nefelibata de un niño.
Los mejores maestros, son aquellos que te muestran dónde mirar, pero no te dicen qué ver.
Por ello, muchas gracias, Maestro Bombé. Muchas gracias, Juanito, por tu amistad, tu verdad y torería.
Venciste al tiempo porque permanecerás por siempre en nosotros y nos mostraste como nadie cómo y hacia dónde mirar.
Luis Tesón Ramos
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor



















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