miércoles, 1 de marzo de 2023

 

«YO MATÉ A MANOLETE»

Por Antonio Luis Aguilera


Con este llamativo título el cordobés Antonio Estévez Reyes presenta su segunda obra literaria. En esta ocasión se trata de la biografía novelada de la actriz Antonia Bronchalo Lopesino (1917-1959), conocida artísticamente como «Lupe Sino», que fue la novia del torero Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete» (1917-1947), desde 1943 hasta la infausta tarde de Linares, cuando una grave cornada y la infortunada actuación de un prestigioso cirujano, contraria a la opinión de sus compañeros médicos, acabaron con la vida del torero. La muerte de Manolo destrozaba los planes de boda con Antoñita, prevista para el mes de octubre, con o sin consentimiento de Angustias Sánchez, madre del diestro, que no quería ni oír nombrar a la novia de su hijo. 

Antonio Estévez presenta un documentado relato sobre la relación de aquella pareja de novios adelantados a su tiempo, a los que por envidia y por «pasarse de la raya», como se decía en la severa España de entonces, no dejaron vivir en paz, cayendo sobre ellos una sarta de calumnias, murmuraciones, críticas, acosos y desprecios personales y profesionales, que fueron minando el ánimo del torero. Cinco días antes de la tarde de Linares, «Manolete» acudió con su apoderado a la consulta del doctor don Gregorio Marañón en el hotel «María Cristina» de San Sebastián. Tras explorarlo, el prestigioso médico le comunicó que no estaba en condiciones de torear y debía cortar la temporada. Ante la negativa del torero, añadió: «Mañana mejor que pasado». Pero el diestro continuó la ruta para cumplir sus compromisos en las plazas de Toledo, Gijón, Santander y Linares, donde «Camará» le había firmado la de Miura. Allí saltó «Islero», el toro que cargaría con tanta culpa inconfesable.

Antoñita y Manolo. Foto Santos Yubero

El libro desmonta la sesgada historia «oficial» sobre la tormentosa relación del torero y su novia, a la que acusaron de su deterioro físico y anímico. Ella, «la serpiente» para algunos miembros de la cuadrilla, o «la puta de Madrid» para el matriarcado del espada, era el blanco perfecto para descargar tanto odio e imputarla, aunque fuera de forma indirecta, de haber matado a «Manolete». No está desorientado, pues, el título de esta biografía novelada. Lo que está claro es que una cosa fue lo que contaron y otra lo que ocurrió. Ahora, cuando parecía que después de tantos años no habría vuelta atrás en aquel discurso de los hechos, aparece este libro, fruto de una larga investigación en hemerotecas y archivos, conversaciones con familiares de Antoñita, recopilación de fotos y cintas magnetofónicas con testimonios de quienes convivieron con la pareja, que fueron grabados por José María Lara, amigo de ambos y autor del interesante libro «Manolete, yo me mando». Antonio Estévez indaga la vida de la protagonista antes, durante y después de la guerra civil para encajar las piezas del puzle, otorgando voz a quien no la tuvo, para que sea la propia «Lupe» quien rememore su vida en un extenso relato, que desde la primera de las cuatrocientas páginas del libro invita a conocer una versión distinta de los hechos, la de una hermosa mujer que fue víctima de todas las habladurías, descalificaciones e insultos por haber estado casada con un «rojo» antes de ser la novia de «Manolete», que no solo la eligió libremente conociendo su pasado, sino que jamás permitió que nadie le faltara el respeto.

Manolete y Antoñita cogidos tiernamente de la mano.
Fuentelaencina (Guadalajara), 1946. Foto José Lara

La novela concitará la atención de los manoletistas, pero también de los aficionados que no quedaron conformes con el relato difundido por algunos protagonistas de los hechos; aquellos que consumado el drama pretendieron beatificar al espada glorificándolo profesional, familiar y humanamente, proyectando el misticismo de una figura que parecía escapada de los cuadros del Greco. Los NO-DO propagaron al «Manolete» varón de virtudes, ejemplo de torero, hijo, hermano y buen cristiano. Puede que la imagen que idealizaron sirviera para tranquilizar algunas conciencias, pero cínicamente olvidaron que Manuel Rodríguez Sánchez fue mucho más que toda esa blandenguería de diseño. «Manolete» fue un hombre, en el sentido literal de la palabra, que como cualquier hombre amaba y sentía. Un hombre bueno, que no permitió nunca que nadie hablara mal de un torero delante suya, al que por ser bueno no dejaron en paz quienes se beneficiaron de su rango de máxima figura, a los que molestaba la presencia de la hermosa mujer que lo hizo feliz. Antoñita, viéndolas venir, en el verano de 1946 en Fuentelaencina (Guadalajara), alejado esa temporada de los ruedos, le advirtió que no lo dejarían en paz hasta que lo matara un toro. No iba descaminada, pues todo empezó a enrarecerse desde el regreso de la pareja de la exitosa campaña americana, cuando en la primavera de 1947 se desató un orquestado acoso de compañeros, críticos y público, que sumado a la falta de empatía con el apoderado y la incomprensión de su madre, fueron cubriendo el cielo de negros nubarrones en la última temporada, que toreó sin querer torear, cuando ya lo tenía todo conseguido, para cumplir la exclusiva firmada por «Camará». 

«Yo maté a Manolete», la biografía novelada de Antonia Bronchalo Lopesino escrita por Antonio Estévez, revela hechos, corrige falsedades, presenta a personajes desconocidos de la historia, profundiza en la relación de Antoñita y Manolo, y pone en valor las ilusiones e inquietudes de dos jóvenes que, por amarse sin estar casados, al no autorizarlo el matriarcado del chalet de la cordobesa avenida de Cervantes, condenaron a un sinvivir personal, social, profesional y familiar. Aguardando la llegada de octubre de 1947, para contraer nupcias con o sin autorización de la madre, el 7 de octubre de 1946, en el aeropuerto de Nueva York, «Manolete» colocó su capote de luces sobre el hombro de «Lupe», para que todo el mundo comprendiera el significado del gesto, mientras miraba con ternura a la mujer que quería.

Suplemento musical:

«Tu mirá». Por Lole y Manuel



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