JOSÉ SALÓ Y JUNQUET
CÓRDOBA FUE SU MUSA ...
PINTOR, ESCULTOR, MÚSICO, FOTÓGRAFO Y COLECCIONISTA…
Nació en Mataró el 24 de noviembre de 1810 y falleció en Córdoba el 3 de septiembre de 1877.
Fue un gran pintor encuadrado artísticamente dentro de la época del romanticismo. Trabajaba en su juventud la miniatura, realizando sus primeras obras con la técnica del punteado.
Afincado en Córdoba practicó con maestría tanto la pintura como la escultura y el dibujo. También canalizó sus conocimientos técnicos y arte, en el campo de la restauración. Sin olvidar que fue un excelente pedagogo artístico, aunque su timidez le impedía en muchas ocasiones explicarse con soltura o llegar más allá en sus contactos profesionales.
Era su característica más sobresaliente: un acusado apocamiento. Hasta el punto de que su comedida actitud perjudicaba el cierre de los tratos, tanto de venta como de compra de cuadros o esculturas de otros autores. Su amigo, el cronista cordobés Borja Pavón, servía de puente para finalizar con éxito los mencionados tratos.
Era su característica más sobresaliente: un acusado apocamiento. Hasta el punto de que su comedida actitud perjudicaba el cierre de los tratos, tanto de venta como de compra de cuadros o esculturas de otros autores. Su amigo, el cronista cordobés Borja Pavón, servía de puente para finalizar con éxito los mencionados tratos.
Cuando deja la miniatura se dedica a realizar pinturas de gran formato, como por ejemplo la de Muñoz Capilla, Luis Ramírez de las Casas Deza, Joaquín Tarancón, el Espíritu Santo y La Trinidad para la mezquita-catedral, etc.
LLEGADA A CÓRDOBA
El padre de José Saló era médico y uno de sus primeros destinos en Andalucía fue Lucena y después Priego de Córdoba. Por cierto que el pequeño Saló se empapó de técnica pictórica, al lado del profesor lucentino Francisco López.
No obstante, en su preparación cultural, también tuvo mucho que ver la tierra que le vio nacer, pues en 1827 se trasladó a Barcelona, donde aprendió música y practicó de forma brillante el violín.
La vuelta a tierras andaluzas lo hace poco antes de cumplir los veinte años. Se presenta en Córdoba y logra un grado de aceptación tan importante que le llueven los encargos. Curiosamente, sus primeros duros oficiales, no le vinieron por los pinceles, sino por su dominio del violín. Pues se produjo una vacante en el Teatro Principal y la consiguió Saló.
PRIMERAS OBRAS PROFESIONALES
…”Luego le saldría la decoración de la farmacia de don Francisco P. Furriel y algún que otro decorado del Teatro Principal. Dinerillos que le permite afrontar los gastos de la boda con la cordobesa Josefa Prieto Berard.
Un encargo que le hace el comerciante José Paroldo, favorece el que deje sus ocupaciones y se especialice en las miniaturas, de tal manera que el escritor, farmacéutico y cronista cordobés Francisco de Borja Pavón y López nos dice, que en 1840 ya tenía pintadas más de seiscientas miniaturas.”…(notas de sus biógrafos).
Miniatura-Guardia de la Real Persona del Rey
Coleccionaba de todo, plantas, flores, objetos curiosos, libros y cuadros, con el inconveniente, ya apuntado, de que su gran timidez, le impedía tratar resueltamente con los propietarios de las obras o las piezas. La solución a la timidez, pasaba sin duda por la ayuda desinteresada que le prestaba el ya mencionado Borja Pavón.
Refiriéndose a la afición de coleccionista, Ramírez de Arellano escribe:
…”El expresado señor Saló, ha reunido en su casa, durante el espacio de cuarenta años, una buena galería de pinturas y esculturas de artistas notables, tanto nacionales como extranjeros”…
ISABEL II
En la época en que le visitó Ramírez de Arellano, Saló vivía en la calle Arenillas número 20.
En 1853 es nombrado académico numerario de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes.
En 1854 sufre la tragedia de perder a su único hijo Nicolás. Falleció de forma repentina en Madrid. El joven Nicolás destacaba ya como pintor, y fue un discípulo aventajado de Federico de Madrazo.
Precisamente en el año referido, abre en Córdoba una galería de fotografía. En la publicidad anuncia, entre otros servicios, la realización de retratos a fallecidos.
Otro hito relevante fue el nombramiento en 1866, como Director-Fundador y Catedrático de la Escuela y Museo de Bellas Artes de Córdoba. El recuerdo de la efeméride no pasó desapercibido –cien años después – para la Real Academia, cuyos miembros celebraron un solemne acto académico que presidió su presidente, don Rafael Castejón y Martínez de Arizala.
OBRAS CERCANAS
De las muchas obras que realizó, entresacamos de nuestros apuntes algunas de las que permanecen cerca de nosotros, tales como los retratos de Muñoz Capilla y Luís María Ramírez de las Casas Deza (Real Academia); los obispos Joaquín Tarancón y Pedro Antonio de Trevilla (palacio Episcopal); Pacheco, Amor, y Esquivel (Instituto); Espíritu Santo y La Trinidad (Mezquita-Catedral); San Acisclo (museo de Bellas Artes de Córdoba); Benditas Ánimas (Adamuz); escultura de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, creación basada en la Soledad anónima del siglo XVIII, esta imagen de Saló ha sido restaurada posteriormente en tres ocasiones (Iglesia Conventual de San Cayetano), y el retrato de Isabel II, obra que le encargaron en 1854 y que entregó diez años después (Museo de Bellas Artes de Córdoba).
FALLECIMIENTO
Falleció el día 3 de septiembre de 1877 en Córdoba. Fue una conmoción en los medios culturales y de ello se hizo eco El Diario, mediante la pluma – como no podía ser de otra forma – de Francisco de Borja Pavón, amigo incondicional del artista. Artículo que por su sentido y acertado contenido, lo reprodujo íntegramente el Boletín de la Sociedad Económica de Amigos del País el 30 del mismo mes.
Detalla la crónica del suceso, que el profesor del Instituto Provincial don José Saló y Junquet, ex-director de la Escuela provincial de Bellas Artes, falleció el susodicho día, al salir de la casa de un amigo que vivía en la calle Jesús y María, al que acababa de visitar.
Su amor por Córdoba se le ha reconocido, dedicándole una calle – Calle Pintor Saló – situada en el entorno del parque del Cerro de la Golondrina. Merecido recuerdo, sin duda, al pintor que vivió sus mejores años, enamorado de nuestra ciudad.
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