lunes, 4 de agosto de 2025

                                  PRESIDENTES DE PRESTIGIO



Reciben la mayores broncas en los festejos taurinos y, lo peor de ello, es que sufren todos estos improperios de las personas que ellos intentan defender con sus decisiones, los espectadores. Su poder es supremo en una plaza de toros, pero muchos se dejan llevar por la presión de la mayoritaria masa del público ocasional en los cosos, que se preocupan más por la concesión de orejas y rabos que los propios diestros. El resto de circunstancias de la lidia les da igual, incluido que no salga al ruedo un toro, sino que sea un gato obediente, si es necesario, para que todo el mundo salga a hombros. Menos mal que aún quedan o quedaban presidentes de prestigio.

No es una misión grata ni mucho menos, pero sí es verdad que también algunos la utilizan para quedar bien con sus votantes, como son los concejales o alcaldes que se suben al palco, o para presumir de poder y protagonismo entre amigos y vecinos, cuando es una función fundamental para la Tauromaquia. Son los defensores que garantizan los derechos del público, frente a los ataques de los intereses económicos del sector taurino, como son los 'empresarios millonetis', los 'apoderabiletes' o los 'ganaduros'.

La Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos deja bien claro el gran número de competencias y poder de decisión de los presidentes, tanto en el ruedo como en los corrales de la plaza en la aprobación del ganado a lidiar. "Las decisiones de la Presidencia de la corrida serán inmediatamente ejecutivas y no requerirán otro trámite que la comunicación verbal o, en su casa, por escrito, al interesado", establece esta normativa con rotundidad.

Una forma fácil y evidente de distinguir a un buen o mal presidente, o lo que es lo mismo, a uno que le gusten los toros y a otro que busque sólo su protagonismo, es en la concesión de los trofeos. La segunda oreja sabemos que la dan ellos, según su propio juicio, y la primera es el público. Por lo tanto, los que tardan en sacar el segundo pañuelo, para dejarse querer y ver si aumenta la petición de los espectadores, está claro que no tienen criterio taurino alguno, porque esa decisión es personal. El proceder correcto del ocupante del palco es sacar los dos moqueros a la vez. 



Existen también auténticos presidentes, que se han ganado el respeto de los aficionados con sus decisiones, aunque sean los más criticados por los espectadores ocasionales y algunos profesionales taurinos. Son muchos, aunque no tanto como los referidos populistas y 'diplomáticos'. Haré sólo referencia a 3 de ellos, como buenos ejemplos, porque les conozco mejor que a los demás y tengo más pruebas para juzgarles. Dos son malagueños, José Luis Fernández Torres y Ana María Romero, y el tercero es el jiennense Curro Sabina, el hermano del cantautor y también aficionado taurino Joaquín Sabina.

Fernández Torres presidió el palco de 'La Malagueta' durante los duros años 90, cuando la Feria de Málaga era conocida como la del 'Boquerón', por el poco trapío y seriedad del ganado. Luchó contra viento y marea para recuperar la importancia y relevancia de esta plaza, que por ello volvió a ser de primera categoría, pero antes sufrió todo tipo de improperios, incluida una agresión física, cuando no admitía toros sin trapío suficiente o en malas condiciones, o no concedía trofeos sin méritos suficientes. 

Esta misma línea la continuó Ana María Romero, hermana de los también periodistas Enrique y Juan Ramón, y aficionada desde muy niña, que también se enfrentó al clan de los falsos taurinos, hasta ser destituida por ello. Curro Sabina, en la misma época, puso durante unos años al coso de 'La Alameda' donde merece, y a la Feria de Jaén como algo más que la última de cada temporada.
 
Mi mayor enhorabuena, agradecimiento y elogio para José Luis, Ana María y Curro, y para otros muchos de sus compañeros que defienden en cada festejo a los aficionados, a los que de verdad nos gusta y apasiona el toreo; se enfrentan a las presiones ocultas de los negociantes del sector taurino y, además, respetan a los espectadores ocasionales, pero haciéndoles sólo el caso necesario. No más. ¡¡¡Va por todos vosotros!!! 

Antonio Cepedello

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