martes, 6 de abril de 2021

 FRANCISCO BARRIONUEVO Y LOS AFICIONADOS PRÁCTICOS



Hace unos días el amigo Paco Bravo Antibón me recordaba que tenía pendiente de enviarle al no menos estimado José Luís Cuevas un artículo sobre Francisco Barrionuevo. La reciente aparición en este escaparate taurino-cultural de un trabajo sobre la Asociación de Toreros Aficionados de Perú (ATA), que en el fondo guarda cierta relación con el mencionado torero-sportman cordobés, me induce a no demorar por más tiempo mi compromiso.

Como aficionado a la Fiesta de los toros, confieso mi gran admiración y profundo respeto para quienes dedican su actividad profesional a la práctica del toreo, desde el subalterno más modesto hasta las máximas figuras de tan bello y noble arte. Lo digo bajo el convencimiento de la dificultad que encierra la lidia de reses bravas, porque en las escasas ocasiones que, en un repentino arrebato de osadia, me atreví a esbozar un mal capotazo creí que se me salía el corazón. Afortunadamente, siempre tuve muy claro que yo no estaba llamado por ese camino. A tal respecto recuerdo la anécdota de cuando Rafael Belmonte, hermano del inconmesurable Juan y consecuentemente de reconocido arraigo taurino, le dijo a Rafael el Gallo: “usted se imagina lo que podría haber sido yo, de nombre Rafael y apellido Belmonte, si me hubiese dedicado al toreo”. El diestro no dijo nada en ese momento, pero, pasado un tiempo, coincidieron en una fiesta campera en la que aquél dio unos muletazos a una becerra, y cuando después de varios revolcones volvió al burladero, le soltó el Divino Calvo: “Rafael, sabes lo que te digo… que contigo no se ha perdio ná el toreo”.


Asociación de Toreros Aficionados de Perú (ATA)

De siempre han existido, y afortunadamente siguen existiendo, quienes sin otras pretensiones que las de dar rienda suelta a su afición favorita, aprovechan las oportunidades que se les presentan para demostrar sus aptitudes en el llamado arte de Cúchares (que tiene su explicación aunque no sea este el momento adecuado para tratarlo). Son los denominados aficionados prácticos, que antaño se conocían como toreros sportman, algunos de los cuales contaban con sobrados argumentos para haberse dedicado en serio a tan difícil empeño, y de hecho se dio algún que otro caso. Sin tenernos que remontar a la época del toreo cuando el protagonismo de la lidia a caballo lo acaparaba exclusivamente la nobleza, entre estos toreros por afición cabría recordar al duque de la Torre, marqués de Portazgo o los condes de Catres, Claramonte y Torrepalma. Y más recientes en el tiempo, a los también aristócratas duques de San Lorenzo y Casa-Valencia, el conde de Santa Coloma y el marqués de los Castellones (acreditados ganaderos los dos últimos), a los que habría que sumar los oficiales del ejército Luzanáriz, De Benito, Casado Pardo y Romero, sin olvidar a los señores Argüelles, Cordón, Becerra, de las Heras y Biencinto, todos ellos conocidos entusiastas del toreo que practicaron la lidia a pie. Así llegaríamos a nombres que hasta hace poco estaban en boca de los aficionados, como son el duque de Arión, Rafael Carvajal, Leopoldo de la Maza, Rafael Gómez Bradley, Manuel Dionisio, Carlos Vázquez y los cordobeses José Cabanás (alumno aventajado de la Escuela Taurina del infortunado Rafael Sánchez Bebe, que llegó a torear vestido de luces), Juan Alvear, José Carrillo de Abornoz y Francisco Barrionuevo Núñez a quien, como ya he apuntado, van dedicadas estas líneas.


Fruto del matrimonio formado por Rafael Barrionuevo Fernández y la sevillana María de la Salud Núñez Cortegana, Paquito Barrionuevo o El Pollo Barrionuevo, como desde la juventud le llamaban por su buen porte y elegancia en el vestir, nació en Córdoba el 18 de mayo de 1879, en el seno de una familia acomodada.


Según indica José Campos en su documentada obra Ganaderías Cordobesas de Reses Bravas, por línea paterna era descendiente de Pedro de Barrionuevo y Pérez, dueño de las fábricas que dedicadas a la elaboración del cañamo existieron en el Campo de San Antón desde principios del siglo XIX. Su padre, criador de ganado vacuno y excelente garrochista, regentó la ganaderia colmenareña de pura raza jijona que su progenitor, Rafael (este era su tercer nombre de pila) Barrionuevo Obrero, comprara en parte o en su totalidad (no hay criterio exacto entre los historiadores taurinos), a Dª Antonia Breñosa. Finalmente, dicha vacada fue vendida en 1893 al hacendado sevillano Antonio Campos y López.


Criado en el ambiente ganadero que rodeaba a su familia y envuelto en la afición taurina que por aquellos años se respiraba en Córdoba, pleno apogeo de Guerrita, no es de extrañar su pronta inclinación por la fiesta de los toros, que iría en aumento a pesar de su traslado a Ávila para ingresar en una academia militar. Con tan solo dieciséis años de edad, siguiendo instrucciones de Lagartijo y auxiliado por los subalternos Juan Molina y Francisco González Patatero lidió y dio muerte a un novillo en el coso de Los Tejares. En sus andanzas taurinas por pueblos de Castilla llegó a Navalperal de Pinares, donde recibió la felicitación de Frascuelo por su felíz intervención en una encerrona para noveles. Durante varios años participó en la Becerrada del Club Guerrita en Córdoba y en el festejo que anualmente celebraba en la Maestranza la Asociación de Caridad de Sevilla, en uno de los cuales (30/4/1905) Celestino Navarro resultó mortalmente herido al banderillear un astado de Ibarra. En distintas ocasiones, vestidos de luces y al frente de cuadrillas formales, alternó junto con Rafael Gómez Bradley en la plaza de Málaga, donde llegaron a matar los toros de una corrida que, suspendida por lluvia, estaba destinada a los diestros Bombita, Lagartijo Chico y Relampaguito, prueba evidente de la sobrada capacidad de ambos para enfrentarse a reses que rebasaban los límites de simples aficionados. Ya profesionalizado, a Gómez Bradley le vieron los cordobeses matar astados de Miura en la novillada de feria de 1912.

Vicente Segura era un acaudalado mexicano cuya apasionada afición por los toros le llevó a construir un plaza en su natal Pachuca y a torear en aquel país como si de un profesional del toreo se tratara, actuando en varias novilladas antes de que el 27 de enero de 1907 Antonio Fuentes le concediera la alternativa. Meses después llegó a España para que el citado espada sevillano le ratificara el doctorado, y con el fin de adaptarse al ganado hispano se puso en contacto con Francisco Barrionuevo, al que venía recomendado desde Madrid, y después de tomar en arriendo el Cortijo el Alcaide, lidiaron y estoquearon varios toros adquiridos a diferentes ganaderos andaluces en una placita instalada al efecto, faenas que en más de una ocasión contó con la presencia de Guerrita. Vicente Segura desarrolló varias temporadas en España. (en 1909 realizó dos paseíllos en nuestro ciclo ferial y el siguiente año se anunció tres tardes en la Feria de Abril sevillana), y no solo se costeaba los gastos de cuadrilla, hoteles, etc. sino que todos los ingresos obtenidos en los ruedos fueron destinados a centros benéficos de su país.

Continuando con Francisco Barrionuevo, protagonista central de este artículo, en su aspecto taurino aún cabe añadir que prodigó sus altruistas actuaciones por diferentes localidades, fuera incluso de nuestra región, y como además de lidiar con sobrada destreza no exenta de brillantez cuando las reses se prestaban al lucimiento, era un consumado caballista, también intervino en público como rejoneador, llegando a compartir cartel junto a Juan Belmonte, a quien le unía una estrecha amistad como bien quedaría demostrado con el transcurrir del tiempo.

Y para que nada faltase en su curriculum taurómaco, en sociedad con José Molina Abela y José Martínez Diterlet, conocido por Pasos llanos y hermano de los subalternos apodados Manene, en 1932 fueron empresarios de nuestro desaparecido circo taurino. A nivel anecdótico diré que en 1944 y con motivo del fallecimiento de su hermano Rafael, distinguido militar, la revista Madrid Taurino equivocó el nombre y publicó erróneamemnte la noticia de su muerte.



Francisco Barrinuevo estudió la carrera de derecho y pese a cierta debilidad personal, que no le restó apego entre sus amistades, se mostró siempre bien educado e intentó mantener el tipo hasta el final de sus días, cuando ya la vida se le había presentado adversa y vivía gracias a la generosidad de algunos conocidos. Después de residir en grandes mansiones familiares enclavadas en San Pablo, Campo de la Merced y calle Saravia, cuando en mi niñez supe de él habitaba un destartalado piso en la planta alta del edificio que en la plaza de la Trinidad era conocido como Casa del Fomento (donde en 1627 murió Luis de Góngora), inmueble que una vez renovado pasó a ser el Centro de Estudios Zalima.




Recuerdo verlo asomado a uno de los balcones que daban fachada a Sánchez de Feria, mi calle, sujetándose con una mano el despeinado peluquín que se colocaba como Dios le daba a entender, y también, que a pesar de su muy sesentona edad intentaba mantener bien herguida la figura aun teniéndose que valer de un bastón para poder caminar. Y en esas circunstancias poco favorables dejó de existir el 27 de febrero de 1950, cuando se dirigía al Círculo de la Unión Mercantil, donde pasaba la mayor parte de los días rodeado de aquellos amigos que le seguían estimando… y ayudando. Cara y cruz de Francisco Barrionuevo Núñez, justamente conocido como El pollo Barrionuevo.


Para terminar enlazando con el tema que inicié este artículo, quiero insistir en mi admiración hacia quienes por afición se ejercitan en un conocimiento mas profundo de la lidia, es decir, toreando, tal y como hacen los integrantes de la Asociación Taurina de Aficionados Prácticos de Córdoba, integrada, me consta, por elementos de acreditada solvencia en materia taurina. Con tan entusiástico afán sabrán valorar en su justa medida cuanto se realiza en el ruedo. En mis particulares y amenas conversaciones madrileñas con el crítico taurino y director del entonces ya desaparecido semanario Dígame, Ricardo García K-Hito, solía insistirme, y me lo decía en 1972, en que el público no sabía calibrar la importancia real de una faena, tanto por desconocimiento de la lidia como del comportamiento del toro al que se había enfrentado el torero. Y añadía a continuación, Rafael, aunque no se dedique uno a enseñar matemáticas, cuanto mayor sea su conocimiento de los números, mejor entenderá de ellos.

Hay muchas formas de ensalzar y defender nuestra maltratada Fiesta de los toros y una de ellas, muy importante, es a través de las asociaciones de aficionados taurinos, merecedores por tanto de nuestro mayor elogio.

Rafael Sánchez González

José Luis Cuevas

Montaje y Editor

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