GRACIAS ETERNAS, JOSÉ ANTONIO
Gracias eternas, José Antonio, porque me das un motivo más para ser feliz y sentirme orgulloso de ser taurino, al igual que le ocurre a millones de aficionados. Verte torear hace que sienta que no he perdido el tiempo en esta vida y justifica que al día siguiente tenga ganas de volverme a levantar para contar lo que ya me queda para tu próxima corrida.
Eso ya será imposible a partir de ahora, Morante de la Puebla, pero lo primero siempre es lo primero. Y la persona está por encima del torero, aunque seas un matador de época, de los que aparecerá en todos los libros de historia y los manuales de la Tauromaquia.
No eres ni serás siempre sólo un torero único, sino insustituible e imprescindible. Así que, ya sabes, lo de retirarte me ha dolido en el alma. Tu inesperado corte de coleta, nos ha cortado a muchos parte de nuestro corazón de aficionados taurinos. Y para ello no existe aún ningún tipo de trasplante.
Gracias, José Antonio, por demostrarme la grandeza que puede alcanzar un artista y lo débil y vulnerable que somos todos los seres humanos. Ese contraste provoca que con un trapo frente a un toro llegaras a culminar la obra artística más grande, que resultaba tan real y efímera como soñada y eterna.
Gracias, torero, porque me hiciste soñar despierto, tanto cuando estabas en el albero, como cuando empiezo a imaginarme qué harás cuando pongas de nuevo los pies en un ruedo, aunque siempre mi fantasía se quedaba corta cuando disfrutaba hasta enloquecer al verte templar y acariciar las caras de los toros con el capote o la muleta hasta parar el tiempo.
Gracias, maestro, porque me demuestrabas cada tarde de corrida que en este mundo taurino no todo es falsedad, trampa, hipocresía, apariencia o fariseísmo, sino que la verdad sobrevive en nuestro sublime rito milenario, lo que permite la belleza infinita del toreo, que no es otra que la basada en la naturalidad y la sinceridad del diestro.
Gracias, hijo de la Puebla del Río, porque no necesitaste riquezas, ni estirpe, ni ningún otro tipo de abolengo para convertirte en el rey de mis mejores ilusiones, donde ya mandas más que yo mismo. Tu poder es el de auténtico, porque se basa en los sentimientos, la devoción y la admiración.
Larga vida para ti, José Antonio, fuera de los ruedos, aunque nos duela hasta los tuétanos aceptar y asumir que ya no te veremos más en el albero, consiguiendo con tu toreo que volviéramos a ascender de nuevo a los cielos de la Tauromaquia.
Gracias y millones de gracias a ti, que serás Morante de la Puebla por los siglos de los siglos. Amén.
Antonio Cepedello
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