lunes, 1 de diciembre de 2025

 EL FASCISMO ANTITAURINO




Me contaba mi abuelo Tomás que lo peor de la dictadura franquista, además de sus imposiciones ideológicas y políticas, fue que se metía en todas las facetas de la vida de los españoles, incluidas las más personales e íntimas, sin limitarse a las sociales y colectivas. Es decir, que imponía o prohibía, a su conveniencia, costumbres, hábitos, valores, tradiciones, vocaciones, aficiones o creencias religiosas. Entonces, cuando yo de niño escuchaba esto no sabía que me estaba definiendo lo que es en realidad el fascismo, sin saberlo él tampoco, claro. Ni le entendía ni le prestaba atención.

Lo que de ninguna manera tampoco me imaginaba en aquellos momentos era que esa circunstancia se fuera a repetir ahora en España, cuando vivimos lo que llaman una 'democracia', aunque cada vez se parezca menos a la definición de este sistema político, en el trato de los poderes de nuestra sociedad, incluida la prensa, con la Tauromaquia. Un ejemplo reciente de esta actitud fascista es un reportaje del periódico 'El País', donde mezcla la ideología con las aficiones y las creencias personales, para sacar la conclusión, que desde un principio perseguía este medio de información, que no era otro que subrayar que "la izquierda española está dividida en su apoyo a los toros". Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad. Bueno, sí tiene que ver, sobre todo para los intereses de los mecenas y sus títeres, peleles y bufones que organizan estas campañas antitaurinas.

¿Aparecerá en algún decálogo o ideario de cualquier corriente política que, para ser 'rojo', 'azul', de centro o de lo que sea, se tenga que ser aficionado taurino o no? Este diario, dictatorial y tirano con sus trabajadores donde los haya y menos independiente que el 'NO-DO', es el guía espiritual de todos estos personajillos y vividores del falso animalismo imperante por orden de los nuevos amos del 'cortijo' hispano. El franquismo hacía lo mismo, con todo lo que rodeaba a los españoles de entonces, que no le interesaba a sus dirigentes. Ahora, los adictos al nuevo régimen tienen que ser antitaurinos y antes era lo contrario. Es decir, lo mismo.

¿Qué tendrá que ver ser de izquierdas o derechas para que te gusten los toros?  Es absurda esa dicotomía y también contraproducente de acuerdo a nuestro presente y pasado más reciente y al más lejano. Son numerosos los políticos, gobernantes, artistas o científicos comunistas, anarquistas o socialistas y taurinos a la vez, al igual que existen y han existido conservadores antitaurinos, incluidos papas, reyes o dictadores. Y sino que se lo pregunten a los poetas Rafael Alberti y García Lorca, o a los cantautores Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute o Joaquín Sabina, o a intelectuales como Ortega y Gasset y Ignacio Sánchez Mejías, por poner sólo unos ejemplos.

Unir ideología o creencias a unas aficiones o vocaciones concretas es la más clara práctica dictatorial fascista o marxista, qué más da. Por contra, dejar que cada ciudadano piense y actúe como desee, con respeto y sin molestar a los demás, es un signo de democracia y libertad. Señores políticos de derechas o izquierdas, qué más da, dejen de meterse en los gustos de cada español y empiecen de una vez por todas a defender intereses colectivos y sociales. Igual pido a un amplio sector de la prensa, aunque sea algo inútil y casi imposible, porque a sus dueños y amos les interesa todo lo contrario, para seguir teniéndonos embaucados, enfrentados y cada vez más controlados. Es decir, para continuar mandando en el mundo con el disfraz que más les interese en cada momento.

En este panorama general tan contrario y ofensivo, la esperanza de los aficionados taurinos aparece cuando esta actitud hipócrita y zafia queda algunas veces derrotada, desmantelada y descubierta, como ocurrió hace poco en el Congreso de Diputados, cuando se rechazó la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) en contra de la Tauromaquia. Esa derrota no les ha sentado ni mucho menos bien a los nuevos 'progres' demagogos, paniaguados y estigmatizados, porque no se la esperaban. Por una vez, y ojalá que sirva de precedente, nuestros diputados votaron más con el corazón y la razón, que subyugados por la directriz e imposición del mando inquisidor de los magnates financieros y gerifaltes de esta sociedad cada vez más farisea.

Antonio Cepedello

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