lunes, 26 de diciembre de 2022

 Hoy domingo día 4 del último mes del calendario, llueve en Córdoba, y aunque el agua que cae es bendecida, a mí me entristece…de que manera Me he levantado muy de mañana y por la ventana de mi dormitorio he visto el agua caer mansamente. Todo permanece en silencio. Solo un pajarillo se protege del agua bajo las hojas de mi limonero. Es un día que la nostalgia ha hecho presa en mí, y me encuentro… como apesadumbrado. Pero enseguida he vuelto a mi ser, intentando evadirme de los tristes pensamientos, hurgando en mis álbumes, buscando los buenos recuerdos de mi ya lejana juventud… “pa’ venirme arriba”. Las pajizas y añejas fotos (selladas con Imedio), me han hecho revivir algunos pasajes de mi estado de soltería. Y, ojeando las muchas fotos que poseo, me he dado de cara con una de singular afecto para mí, la de mi gran amigo:

Antonio Tamajón Santos.-



Mucho hablar de los toreros,

pero poco de los artistas buenos.

Uno de esos grandes artistas era mi amigo D. Antonio Tamajón Santos, rapsoda cordobés. Antoñito, que así lo llamaban todas sus vecinas, vino al mundo el día 9 de mayo en Córdoba, mes de las flores, del año…unos señalan 1.922 y otros escriben que 1.927, para el caso da igual, el resultado es que nació en las misma entrañas del barrio de San Basilio (Alcázar Viejo), donde era venerado por todos sus convecinos. Fue persona de corte cordial, noble, sencillo, con una cultura adquirida con su propio esfuerzo y el acopio de sus muchas vivencias.

Lo conocí personalmente a finales de los años cincuenta. Yo tendría unos 20 años. Cantaba “flamenquito” y, en aquel tiempo, la Emisora EAJ 24 Radio Córdoba, en perfecto maridaje con la empresa Cabrera que llevaba la dirección del Teatro Duque de Rivas, celebraba los domingos a mediodía, un festival artístico llamado “Fiesta en el Aire” que era transmitido integro para Córdoba y provincia. Las voces del gran Paco Vargas y Rafi Díaz eran las que presentaban dicho espectáculo. Aún me acuerdo de algunos nombres de aquellos inolvidables compañeros que tanto disfrutaron con la presencia de un teatro lleno de un público alegre y efusivo. De igual manera ese público también gozaba del arte de aquellos “peasos” de artistas como: la estupenda pareja de baile español: Angelita de las Heras y Rafael Ceular, momentos vibrantes, cuando bailaban “El Antequerano”, acompañados de la orquesta del maestro Fragero*, el humor de Luís Aceta, las mejores voces de la copla Chari de la Rubia o Rafi Extremera, aquel ballet de Maruja Cazalla, la guitarra de mi hermano Rafael, bien como solista o acompañando el cante de Ramón de los Llanos, y la no menos flamencas guitarras de Antonio Murillo (“El Cojo”), y “Merengue de Córdoba”, dando medido compás al cante de “Curro de Utrera” o “Lucas de Écija”, y como no, las siempre esperadas y excelsas actuaciones de los rapsodas Luís Navas y Antonio Tamajón, protagonista de este comentario.


      "Luís Navas"  rapsoda cordobés        Antonio Tamajón. Poeta y rapsoda cordobés.                                                        

Hubo momentos curiosos de ver, como cuando los locutores de sala presentaban a Antonio Tamajón, la mayoría de los artistas actuantes, bajaban al patio de butacas para ver extasiados la actuación de tan singular poeta. Recuerdo una vez, que los tramoyistas se liaron un poco en su trabajo y tardaron en bajar el decorado que correspondía para la actuación de Antonio, que ni cortó ni perezoso agarró dos ánforas viejas que había en un rincón detrás del escenario, las puso a los lados de las embocaduras, mandó abrir telón, se ajustó su chaquetilla, con dos dedos se tocó el ala del sombrero y se echó pa’lante…en ese momento el escenario se llenó de artista, con aquella estampa tan flamenca y el elegante movimiento de sus brazos y manos dijo el poema suyo de, “El hijo de la Volantes” como jamás lo volví a escuchar.

Personaje de los de “rompe y rasga”, poeta excepcional, castizo y muy singular, sin duda, uno de los mejores de su tiempo. Antonio, era autodidacta en todas sus actividades polifacéticas. Sin embargo, había escrito varios artículos de una calidad y riqueza literaria equiparable a la mejor pluma. Escribió un libro “Entre Sierra y río”, y numerosas letras para canciones y saetas que cantaba, al alimón con su vecina Alfonsa Rojas “La Mariquilla”, a María Santísima del Amor, titular con el Cristo de la Pasión del templo de su barrio querido. A su tierra la amó con grandeza, suyos eran los poemas: “El hijo de la Volantes”, como queda dicho, “Plaza de la Lagunilla” y “La madre muerta”.

Por aquellos años, Antonio Tamajón, junto a “Rerre de Córdoba” y Paquillo Cantos, habían formado el trío “Los Alcaceños”. Un grupo que sonaba bastante bien en aquel tiempo y que fue muy solicitado. Se reunían para sus ensayos en la taberna “Casa Jerónimo”, (Campo de los Santos Mártires).

Recuerdo una noche que de regreso a casa acompañado de mi amigo, el buen cantaor Pepe López, “aterrizamos” en aquel lugar a tomar una copita y escuchamos el rasgueo de una guitarra y alguien que cantaba dentro de uno de los reservados de la taberna. Observamos que la puerta estaba entreabierta, me asomé y eran las voces de nuestros amigos en pleno ensayo. Fue Antonio, quién nos invitó a pasar y a participar de aquel “momentazo”, cosa que hicimos de buen agrado.

“Paquillo Cantos”, que había aprendido de niño, las primeras “posturas” de la guitarra, con mi difunto padre que fue su primer profesor, comenzó a tocar por el compás de 12 tiempos en el acorde de do mayor, ritmo acompañante del cante por “caracoles”, para que yo interviniese. Por supuesto canté por ese palo, después cantamos todos, mezclando los cantes de los más grandes artistas del momento: “Porrinas de Badajoz”, Valderrama, Pepe Pinto, y hasta metimos por bulerías un bolero de Machín…”Angelitos negros”.

Se había hecho ya tarde, las manecillas del reloj señalaban la primera hora de la madrugada, cuando el dueño de la taberna entró avisando: ¡Señores! La última, y nos vamos a descansar…

Luego yo seguía visitando a mis amigos, que me invitaban a cantar con ellos y aprender su repertorio, dado que uno de sus componentes, “El Rerre de Córdoba”, se desligaba del conjunto y se marchaba a Londres a trabajar en una sala flamenca de aquella ciudad inglesa y, el deseo de todos era que Pepe López o yo ocupáramos la vacante que Rafael dejaba libre. Al final acordaron hacer un cuarteto en lugar de un trío y por tanto, entramos los dos.


De izquierda a derecha: Rafael, presidente de la Peña  "Solera del Alcázar"; Pepe Lora; Antonio Tamajón, Antonio Rodríguez Salido, Pepe López, Paquillo Cantos, Fernando Ortiz, "El Higuerero" y el hijo de éste. Verbena del Alcázar Viejo, celebrada en  la Puerta de Sevilla.


Pero aquello desgraciadamente no duró mucho.

Por aquél tiempo Antonio Tamajón pasaba colección una vez en semana, en el Hotel Castellana Hilton de Madrid, como modelo de una firma muy importante de ropa masculina y tenía ya en mente afincarse en la Villa y Corte.

En tanto, el resto del grupo continuaba con la rutina de los ensayos. Viene a mi memoria, una de aquellas noches, antes de comenzar nuestro ensayo, Jerónimo, dueño de la taberna, nos comentó que le había propuesto un tal Ortega (guía oficial de turismo), traer a su casa aquellos grupos de turistas con los que él trabajaba, para a modo de despedida, brindar con una copita de vino o una cerveza la felíz estancia de estos señores en nuestra ciudad. (Eso le venía de “perilla”, puesto que había días que la venta no le favorecía lo debido) y, este hombre, había pensado en nosotros para alargar un poquito más la estancia de esos visitantes con el aliciente de una actuación nuestra.

Nuestra respuesta fue afirmativa puesto que nos daba igual ensayar dentro del reservado, que hacerlo en el patio con público, siempre que a nuestros compromisos no le afectara.

En fin, el caso fue que llegó el día, y la prueba resultó tan exitosa, que pronto se corrió la voz entre los demás guías y por allí aparecían, a veces, hasta 50, 60 o más turistas que Jerónimo acomodaba, como podía, en mesas y sillas plegables en el patio de su casa. El “tasquero” hombre habilidoso y con mucho oficio a su espaldas, subía el precio del botellín de cerveza, así como otras bebidas, y ese dinerillo lo repartía entre nosotros. Él no perdía nunca.

Nuestros ensayos más serios los veníamos haciendo los domingos por la mañana, y dado que algunos sábados, Antonio regresaba tarde de Madrid, me advirtió que me pasase por su casa a recogerle por si se había quedado dormido.

Esa mañana junto con mi vecino y amigo Pepe López pusimos rumbo hacia su castizo barrio, entramos en su casa, no vimos a ningún vecino y desde el mismo centro del patio yo le grité: ¡¡Antonio!! Se abrió la puerta de una de las habitaciones de la planta alta, se asomó al patio y nos dijo que esperásemos unos minutillos. Al fin apareció para irnos los tres juntos al ensayo, no sin antes, prestásemos atención en el terno que llevaba puesto, (un “príncipe de gales” precioso. Regalo de la firma para la que Antonio trabajaba.

La marcha de “El Rerre” hizo daño. Era un puntal muy importante para el grupo. No solo por lo bien que cantaba, sino que además, tocaba la guitarra como los propios ángeles. Entre esto, y que los compromisos profesionales de Antonio Tamajón, eran cada vez más frecuentes, cundió el desánimo en los demás, y hubo que hacer una reunión, acordando deshacer el grupo.

Por esos años, Pepe López y Paco Cantos, ya eran socios de la Peña “Los Bordones”, cuya sede estaba en la taberna de “El Gordito”, (Campo de la Verdad). Allí los domingos a mediodía nos reuníamos un grupito de seis u ocho aficionados para echar un ratito de buen cante y toque, a la vez, que compartíamos una copa de vino en agradable compañía… el maestro Pepe Lora, su hijo Fernando, “El Higuerero”, Pepe López, Juan de Dios “El de los Huevos”, “El Kiko de la Ribera”. Y los profesores de guitarra, Pedro Lastre, Enrique del Rosal, Pepe Morales, Fernando Ortiz, auténticos magos de las seis cuerdas.



Antonio Tamajón los fines de semana venía a Córdoba a ver a su hermana, y casi siempre tenía un ratito libre para visitar a sus amigos de la peña “Los Bordones”. Hablábamos de nuestras cosillas y de lo cansado que él estaba de tanto viaje. Nos habló de un trabajillo que le habían ofrecido de “guardarropa” con un Marqués, y que estaba esperando le avisaran.

Al poco tiempo supimos que había acepta aquel trabajo y que se queda definitivamente en Madrid. Pasaron unos años y en una de mis visitas a la capital de España, le vi cruzar la “Plaza del Callao”, del brazo de un hombre mayor. Ese día me acompañaba mi esposa Carmen, que ante tan sorpresiva situación, no quise molestarle.

Ya no volví a tener noticias suyas hasta que una noche me llevé la sorpresa de verlo aquí en su Córdoba, en una entrega de trofeos taurinos que patrocinaba El Corte Inglés. Me acerqué a saludarle, estaba acompañado de otra persona y me comentó entre broma, y serio, que había vuelto a Córdoba para acabar el resto de sus días en el barrio que le vio nacer… su Alcázar Viejo.

A poco, después me enteré que había fallecido.

¡Descanse en Paz!, tan buena gente.


Otro momento con el ciego Vicente "El Granaíno"

En Granada , con Rafael Albaicín, y el "tocaor",  Vicente "El Granaíno"

Homenaje a los jubilados de CENEMESA

Homenaje a los jubilados de CENEMESA

Enrique del Rosal, Pepe  López , Antonio Rodríguez  y Paco Cantos. Durante una actuación en las fiestas  del Campo de la Verdad.

Rafael Rodríguez Salido. Durante  una actuación en el Gran Teatro de Córdoba



Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista. –

Escalera del Éxito 176.-


Jose Luis Cuevas 

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario