LA LLUVIA PARIÓ UN TORERO
Era una tarde de marzo. Llovía en Jaén. Un crío inquieto y revoltoso estaba aburrido en su cuarto. Habían suspendido su partido de fútbol. Su Madrid tampoco jugaba ese sábado, porque al miércoles siguiente lo hacía la selección española. Su madre empezaba a ponerse nerviosa. El inquilino de la casa, al que el niño puso el mote de 'El Pringaíllo', también. Pero, en esos momentos, a este último se le encendió la luz de su amor por la Tauromaquia.
Recordó que daban ese día una corrida de la Feria de Castellón, por una cadena de televisión de pago. Qué rabia, no estaban abonados, aunque sí a las retransmisiones deportivas de la misma plataforma. Había que intentarlo como sea, porque las travesuras infantiles iban en aumento.
Isabel, así se llama la entregada y bella mamá, telefoneó rápido para contar con ese canal. Y, primer milagro, fue posible. Pronto estaba la plaza de toros levantina en su gran pantalla. Pero, de nuevo otro inconveniente. Qué sufrimiento. Llovía también allí. Los presentadores comentaban que el festejo estaba a punto de ser suspendido por ello. Segundo milagro, empezó a abrirse el cielo. Los tres toreros anunciados en el cartel, 'El Fandi', Castella y Varea, decidieron echarse adelante para lidiar un encierro de Victorino Martín. "Era la ocasión ideal para aficionarle o, al menos, para caerle más simpático", pensó 'El Pringaíllo'.
Así que empezó pronto su estrategia para ganarse esa misma tarde la confianza y el amor del nene. Tenía el esperanzador precedente que de más pequeño le había gustado jugar a los toros con una toalla. Un refresco y buen jamón serrano no vinieron mal para ayudar a que el rapaz prestara más atención a las explicaciones de los conocimientos taurinos que quería trasmitirle.
"MIra, el que va en el medio, al hacer el paseíllo, es el que torea el último. Detrás van las cuadrillas de cada torero por el mismo orden que torean". El avispado e inteligente chaval, no se sabe por qué, empezó a interesarse por los torpes comentarios del inquilino, que hasta entonces había tenido pocas habilidades de convicción con él en otros intentos de acercamiento. Tercer milagro.
"Si el toro remata por bajo en los burladeros cuando sale, es buena señal, porque muestra que humillará en el capote y la muleta, lo que al matador le viene muy bien para su faena". El hijo de Isabel había dejado ya hasta de comer las lonchas de un 'pata negra' para escuchar mejor las palabras de un aficionado taurino tan ignorante y pesado como enamorado de la Tauromaquia. Cuarto milagro.
"Fíjate, el diestro está ahora al hilo de la cara del animal, y para torear bien tiene que cruzarse entre sus pitones y cargar la suerte con la pierna contraria de la mano que coge los trastos, además que el pase debe ir de fuera hacía dentro y de arriba a abajo. Siempre con la panza de la muleta y no con el pico". Y el crío entendía y asimilaba todo aquello, en lugar de sonarle a 'chino', por no haberlo escuchado nunca antes. Cada vez mostraba más interés. Quinto milagro.
Lo que a 'El Pringaíllo' le costó décadas comprender, y no lo hizo hasta que se lo explicaron ya muy mayorcito, despacito y muchas veces en la Andanada del 8 de 'Las Ventas', a un niño, de sólo 10 años de edad, le bastaron sólo unos minutos para comprenderlo todo. Sexto milagro.
El objetivo de ganarse su aprecio estaba ya casi conseguido. A ello también colaboró que la corrida resultó muy interesante y estuvo llena de momentos y detalles que le sirvieron al inquilino para meterse en el bolsillo al nene. Al final del festejo ya le preguntó y le pidió a la madre que le llevara a un sitio dónde pudiera aprender a torear. Séptimo milagro.
Luego, llegaron momentos muy duros en su aprendizaje del arte más maravilloso y difícil del mundo, como fue el grave percance en su debut de luces y otra cogida poco después en Ciudad Rodrigo (Salamanca). Pero también, alcanzó grandes triunfos muy meritorios por su corta trayectoria taurina, como fue el indulto de un novillo en la plaza de Jaén.
No podían ser tantos milagros y casualidades juntas para que todo ello no significara nada o resultara banal de cara al futuro, pensó desde el principio el iluso del 'Pringaíllo'. "Todo esto tiene que significar algo, seguro", sigue aún esperanzado este aprendiz de mucho y maestro de nada, que de vez en cuando también intenta juntar algunas letras lo mejor posible para describir y narrar lo que siente como periodista y aficionado taurino.
Alfonso Morales, como se llama este novillero sin picadores jiennense, no está pasando ahora una buena racha. Un ex becerrista cuentista y enterrador de ilusiones ha intentado acabar con su afición y amargarle la vida, pero no lo ha conseguido, ni mucho menos.
Seguro que la lluvia de este otoño le devolverá al amigo de 'El Pringaillo' la vocación, la alegría y los sueños que le trajo el aguacero de aquella inolvidable tarde de la primavera de 2018. Alfonsito, pronto volverá a ser el entonces niño, y ahora ya joven, feliz y optimista de siempre.
¡¡¡Va por ti, torero!!!
Antonio Cepedello
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