EL ARANCEL DE LOS TOROS
El tema de los aranceles se encuentra ahora en plena actualidad, tras las amenazas anunciadas y decisiones tomadas casi a diario por el presidente de los Estados Unidos, el controvertido Donald Trump, diablo para uno y un dios para otros, que trae loco, atemorizado e indignado a medio mundo, y admirado, ilusionado y esperanzado al otro medio. Pero nadie ha caído ni denunciado, por ignorancia, inconsciencia o por mala fe, que estos gravámenes económicos lo sufren ya los toros de lidia desde hace muchísimo tiempo, con respecto al resto de las explotaciones ganaderas. Una carga impositiva interna, que para más inri no protege ni la producción, ni el comercio español, sino todo lo contrario.
El Impuesto del Valor Añadido (IVA) de la venta de la carne de estos animales bravos lidiados en las plazas es de un 21%, mientras que para el resto de animales es menos de la mitad, sólo un 10%. Es decir, que esta inadmisible norma duplica el precio en el mercado con respecto a las demás, por lo que la competencia no puede ser leal y justa, como en cualquier sistema de libre mercado. La justificación de este injustificable agravio comparativo es que estos animales no se destinan para la alimentación, sino para un espectáculo recreativo. Vamos, que piensan que su carne se les echa luego a los perros o se tira a un basurero tras su despiece en los desolladeros de los cosos. Una barbaridad más antitaurina.
Esta medida es más inadmisible aún porque está demostrado, gracias a numerosos estudios de expertos científicos y gastrónomos, que la carne del toro de lidia es de mayor calidad y más saludable que la de reses sacrificadas en el matadero, porque durante las faenas en el ruedo el animal pierde muchas toxinas nocivas, mientras que gana en proteínas beneficiosas para el consumo humano, al igual que ocurre con sus distintas formas de morir. Es decir, que no paran de repetirnos nuestros gobernantes y políticos que "nos cuidan y se preocupan siempre de nosotros", además que nos reiteran sin cesar que todas sus decisiones son "por nuestro bien", y resulta que nos hacen menos asequible el alimento más saludable, con un arancel sin pies, ni lomos, ni costillas, ni jamones, ni tampoco cabeza. Nunca mejor dicho.
La mayor carga económica para el comercio del ganado bravo lidiado en plazas de toros no es la única discriminación cruel y sinsentido que sufre, porque también estos ganaderos se encuentran con el problema de que no les conceden a sus carnes el certificado de la Unión Europea (UE) sobre 'bienestar animal', que es imprescindible para abrirse mercado en el resto de nuestro continente, ya que sin él es casi imposible llegar a los mostradores de la mayoría de sus supermercados y, por lo tanto, a la mesa de los consumidores.
Otra decisión antitaurina sin lógica alguna. Qué ganado lleva una mejor vida que un toro bravo. Libres por completo en parajes de ensueño y sin faltarles nunca ni comida ni bebida, con numerosos vaqueros y mayorales pendientes de ellos, para que no les falte de nada, además que reciben todo tipo de atenciones sanitarias preventivas para que no enfermen. No pueden tener más saneamientos de los que reciben. Y luego también pueden luchar por su vida hasta el final. Todo lo contrario que les ocurre a los animales que van a los mataderos.
Me enervo cada vez que, al coger una bandeja de carne de pollo en un centro comercial, me encuentro con la pegatina donde leo que "se garantiza que estos animales no han sufrido ningún tipo de maltrato durante sus vidas", cuando por su origen, marca y centro distribuidor sé a ciencia cierta que estas pobres aves han vivido encerradas en jaulas, comiendo y bebiendo a todas horas, sin descansar ni dormir, porque las tienen con luz artificial siempre, para que lo antes posible alcancen el peso mínimo exigido para matarlas con menos de dos meses de vida. Mi cabreo aumenta hasta estar tentado a volcar estas cámaras frigoríficas para desenmascarar este tremendo engaño de las grandes corporaciones multinacionales de la alimentación.
Gracias a la Tauromaquia, la vida de los toros y vacas bravas no tiene nada que ver con la de estos pobres pollos, aunque los intransigentes e ignorantes dictadores de siempre les nieguen el pan y la sal a sus ganaderos, con campañas difamatorias, aranceles y gravámenes absurdos, ilegítimos e injustos. Su pérfido objetivo no es otro que convertir estas ecológicas, naturales y bellas fincas en asquerosas y carcelarias pocilgas y granjas para la producción masiva y artificial de carne industrial, que para ellos y sus mecenas son más rentables. Ojalá que así no sea.
Antonio Cepedello
No hay comentarios:
Publicar un comentario